domingo, 28 de diciembre de 2008

Progresismo

Áspero azul al despertar
un día sin orillas.
Del sueño traes arena en los pulmones,
eterno nadador de los calmantes.

Aún los ojos nuevos
en islas que estrenar.

Para el dolor es siempre el primer día.

Carlos Pardo. Desvelo sin paisaje (2002).

sábado, 27 de diciembre de 2008

Interior

La sangre es una aurora que no soporta el día
y que alumbra tan solo entre las sombras
de la carne encerrada, en el espeso bosque
de los huesos con ramas de venas y tinieblas.

La sangre es una luz que se ciega en la luz.
Si abandona sus cauces y traspasa la piel,
se desorienta, duda, equivoca sus pasos
y, sin saber qué hacer, se va quedando quieta.

La sangre busca un norte entre lo oscuro,
en la sima en que ha hundido sus raíces
nuestro existir,
en el pozo abisal del corazón,
en esa negra grieta.

Lorenzo Oliván. Puntos de fuga (2001).

martes, 23 de diciembre de 2008

Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

Ángel González. Áspero mundo (1956).

lunes, 15 de diciembre de 2008

[Parece que llegarás, desasido]

Parece que llegarás, desasido
del cuerpo de la piedra, a doblegarte,
a pasar de este lado, a formar parte
de este mármol de acá, más dolorido,

que es la carne del hombre, y convertido
ya en un ser como todos, recostarte
-rota ya la materia, roto el arte-
en tu propio desnudo atardecido.

Parece que vinieras, liberado
de lo eterno, a mezclarte con los otros,
a caer en la vida y disolverte.

Al borde de un abismo te has quedado:
ya no puedes bajar hasta nosotros,
ni a tu centro de piedra devolverte.

Ramón Gaya. Para el crepúsculo de Michelangelo (1980).

domingo, 14 de diciembre de 2008

La casa

Allí junto al rocío se eleva mi casa.
Allí rodeada de verde rocío y acre humedad,
de tierras trabajadas como los días,
de noches perforadas por grillos y luciérnagas
multiplicadas en la procreación y la intemperie.

El pasado, ¿qué es? ¿Y qué son mis muertos?
Estatuas enterradas cimentando el futuro,
columnas elevando esta espaciosa claridad
desde lo oscuro del principio hasta la noche de la nada.

Y esto es la creación. Esto es la pequeña creación.
Este es el origen del tiempo y parte del tiempo.
La trabada cadena humana, el sudor, la sangre
construyendo una catedral armoniosa.

Pascual Pla y Beltrán. Inédita, recogida por Antonio Gracia.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Magia de la noche

Era la noche cálida como lo son tus ojos,
gruta de magia blanca era la noche.
Era la noche cómplice, bajo qué estrellas rotas
cobijamos el sueño de una noche,
de un verano sin noche, de un instante tan hondo
que era nada la vida aquella noche.
Galerías secretas de tus ojos sin bruma,
su nocturno fulgor, su brillo intacto.
Fresca rama tu risa golpeando mi pecho
en esa abierta herida de la noche.
Temblaban nuestras manos unidas en la noche,
y era noche el perfume de tu pelo,
y dolía mirarte como cuando hace frío
y quemaba en mi noche tu mirada.
Cuando besé tus labios, pareció arder la noche.
Igual que un corazón latió la noche.
Y fue la noche nuestra y robamos la noche.
Sigilosa la luna nos seguía los pasos.

Abelardo Linares. Espejos (1991).

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cuestiones naturales

Bien mirado, las plantas son monstruosas
y un bosque una reunión de aberraciones;
y las bestias que vuelan o se arrastran,
sin saber para qué, son repugnantes,
aunque no todas tengan el ingenio
alabado y maldito de la araña.
Y bien mirado, la perpetua guerra
es la prolongación de la infinita
perversidad de la naturaleza
con otros medios y los mismos fines.
Y, mientras, sólo a tientas anda el alma.

Julio Martínez Mesanza. Las trincheras (1996).

jueves, 11 de diciembre de 2008

¿Y tú me lo preguntas?

¡Y yo qué sé lo que es amor!
Interrogué a mi corazón y sus respuestas fueron variables
Pregunté a los amantes y sólo obtuve cinismo y aullidos
Exploré mi cerebro y hallé odio y esperanza
vagas letras escritas en el mar innombrable de la vida

¡Y yo qué sé lo que es amor!

Pero aleja tu cuerpo del mío para siempre
escóndeme tu carne de modo que jamás logre encontrarla

y podrás ver a una culebra donde vieras a un hombre

Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978).

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Palabras para una mirada

Miras, con ojos luminosos,
mientras hablo, mis ojos. Los cabellos
son fuego y seda,
y el rosa laberinto del oído
desvaría en la noche,
acepta las razones que doy sobre una vida
que ha perdido la dicha y su mejor edad.
¿Cómo me ven tus ojos? Yo sé, porque estás cerca,
que mis labios sonríen,
y hay en mí delirante juventud.
Inocente me miras, y no quiero saber
si soy el más dichoso hipócrita.
Sería pervertirte decir
que quien ha envejecido es traidor,
pues ha dado la vida
o dado el alma,
no sólo por placer, también por tedio,
o por tranquilidad;
muy pocas veces por amor.

He acercado mis labios a los tuyos,
en su fuego he dejado mi calor,
y emboscado en la noche
iba espiando en ti vejez y desengaño.

Francisco Brines. Aún no (1971).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Fe mía

No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.

Pedro Salinas. Seguro azar (1924-8).

domingo, 7 de diciembre de 2008

El único sentido de la historia

Al escoger camino en una encrucijada
y al avanzar por él
quedan atrás los otros mil proyectos
posibles desde el punto de partida.

Igual que un hombre solo
toda la humanidad como conjunto
sigue entre pactos y revoluciones
avanzando al azar
en su largo e incierto recorrido.

Determinista o no
el único sentido de la historia
es como el viaje en un ferrocarril
a medio construir entre la selva
que cubre su trazado impidiendo el retorno.

José Agustín Goytisolo. Taller de arquitectura (1977).

sábado, 6 de diciembre de 2008

Estancia del indefenso

¿Acaso tú elegiste
esta inmundicia como habitación
estable? ¿Vivías aquí
con anterioridad
al hosco, al sanguinario asedio
de la tribu?

Una grieta
voraz, un virulento edicto
en las paredes, una última
sombra beligerante, anuncian
ya para siempre
la sedentaria estirpe del apátrida.

José Manuel Caballero Bonald. Pliegos de cordel (1963).

viernes, 5 de diciembre de 2008

Como la hierba somos

Como la hierba somos,
fulgor de un sol de abril, resplandor que se aleja
blanco y frío en la tarde,
y nubes e ilusión del color de estas piedras
por los siglos roídas,
muro antiguo con musgo recubriendo las tejas
rojizas y con olmos
de frondoso verdor y con música nueva,
huellas de pies anónimos
como firmas de polvo escritas por la misma taberna,
y eslabón de un deseo
de vivir libremente una limpia conciencia.

Juan Ruiz Peña. Maduro para el sueño (1970).

jueves, 4 de diciembre de 2008

Acabóse el trueque yo no cambio

la palabra,
por la cifra,

ni la sangre
por la tinta,

ni el grito
por el disparo,

ni la lágrima
por el plástico,

ni el iluso
por el práctico,

ni el hecho cantable
por el dato contable.

Déjame
con mis pobres ideas

hasta
que acaezcan.

Francisco Pino. Textos económicos (1969).

miércoles, 3 de diciembre de 2008

[Sobre el lago del parque bajo cero]

Sobre el lago del parque bajo cero
el cielo despluma cisnes blancos.
Campanas de algodón doblan
en la iglesia de pino adolescente.
En el ávido callar
azul tranquilo de blanco,
luz de ceniza al deslustre,
lenta, a trechos, se amontona.
Sobre bandeja vidriada
un cisne helado reposa
azucarado de nieve.

Tambor mayor de silencio
redobla en la soledad.

Mariano Brull. Canto redondo (1934).

martes, 2 de diciembre de 2008

[No rechaces los sueños por ser sueños]

No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
"Yo soy el sol, los cielos, el amor".
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se la escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.

Pedro Salinas. Largo lamento (1938). Editado en 1975.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mientras tú duermes

Cuando tú duermes
pones los pies muy juntos,
alta la cara y ladeada, y cruzas
y alzas las rodillas, no astutas todavía;
la mano silenciosa en la mejilla izquierda
y la mano derecha en el hombro que es puerta
y oración no maldita.

Qué cuerpo tan querido,
junto al dolor lascivo de su sueño,
con su inocencia y su libertad,
como recién llovido.

Ahora que estás durmiendo
y la mañana de la almohada,
el oleaje de las sábanas,
me dan camino a la contemplación,
no al sueño, pon, pon tus dedos
en los labios,
y el pulgar en la sien,
como ahora. Y déjame que ande
lo que estoy viendo y amo: tu manera
de dormir, cais niña,
y tu respiración tan limpia que es suspiro
y llega casi al beso.
Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día.

Claudio Rodríguez. El vuelo de la celebración (1976).

domingo, 30 de noviembre de 2008

Primera salida de Don Quijote

Lunático en su luna, vagamundo hechizado,
absorto en sus quimeras de endriagos y amadises,
su estampa reflejada, ojival, en los charcos,
en un rocín al trote, va el caballero triste.

Quijote en su impostura, Quijano alucinado,
mohosa la armadura, indigno el morrión simple,
anda en busca de lances de corte sobrehumano:
leones y molinos, gigantes y merlines.

Qué frágil caballero, ¿verdad?, con su vesania
nacida del veneno verbal de las ficciones,
perdido en sus delirios de magia y de poder.

Qué destino tan alto, y qué muerte tan mala.
Qué ilustre marioneta de los encantadores,
lanzado a los peligros del campo de Montiel.

Felipe Benítez Reyes. Inédito (2005).

sábado, 29 de noviembre de 2008

[Todos estos días me levanto cansado]

Todos estos días me levanto cansado
como consecuencia de este tiempo juntos
malhumorado y sin afeitar salgo a la calle
y me encuentro con la mujer de muchos
en ella veo tus ojos en otras cuencas
en todas tu caminar, el menear de tus cabellos
tú, la que no fuiste, te pareces a todas.

Daniel Pradilla. 10 Francos Belgas (2001).

viernes, 28 de noviembre de 2008

[Bésame como me besaste anoche]

Bésame como me besaste anoche,
dulce, apretada, con besos de loca
fuerza o volcán o lo que que más provoca;
mudos son mis quejidos en la noche:
Ágil me tienes en seguir tu coche
que de un confín a otro término toca
soles y estrellas. Como cualquier boca
en el tálamo virgen, noche a noche,
déjame muerta de amor o de azoros.
Cuando me vieres yacer en tus coros
de ángeles, muda de espanto o herida,
vierte otra vez en mi cáliz tu vino.
Tengo los pies fríos de ir en el camino;
¿Fría quedaré o enferma o muy perdida?

Juan Carlos Ramiro Quiroga. 2001.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Ve, regresa

Para hacer bolillos de lodo esta mañana
me basta no tener que hacerlo muy de prisa
no hay manchas de las que
colgar tanto abandono.

Para ser puente que nadie cruzaría
sin mis piernas
sólo me basta seguir el sendero
que los otros eligieron para mí
en sus sueños.

Ve, regresa a tu silencio como de
una batalla que ganaste, dormido.

José Alejandro Peña. Mañana, el Paraíso (2000).

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Epigrama

Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.

Laura Wittner. Las últimas mudanzas (1999).

martes, 25 de noviembre de 2008

Foto en el periódico

Una ciudad en escombros,
tres o cuatro viejos convencidos
por fin de partir.

Y atrás un perro
que, una vez pasado el peligro,
olfateando entre el metal retorcido
y las paredes convertidas en aire,
regresa a buscar
su pote de alimento,
su alfombra al pie de cama,
su mano en la cabeza.

Luis Chaves. Historia Polaroid (2000).

lunes, 24 de noviembre de 2008

La noche te derriba para que yo te busque
como un loco en la sombra, en el suelo, en la muerte.
Arde mi corazón como pájaro solo.
Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.

Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,
qué lejanos viajeros por ignorados cuerpos
preguntan por tu sangre, tus besos, tu latido,
tu inesperada ausencia en la noche creciente.

No te aprietan mis manos y mis ojos te ignoran.
Mis palabras buscándote, en pie, inútilmente.
La quieta noche en mí, horizontal y larga
tendida como un río con las riberas solas.

Pero voy en tu busca, te arranco, te descuajo
de la sombra, del sueño; te clavo en mi recuerdo.
El silencio edifica tu verdad inexpresable.
El mundo se ha cerrado. Conmigo permaneces.

José Luis Hidalgo. Raíz (1944).

domingo, 23 de noviembre de 2008

Ya no tienes veinte años...

Ya no tienes veinte años. Ya no tienes
treinta. Se han ido. Su ceniza empieza
a rebajar el oro en tu cabeza,
a marchitarte párpados y sienes.

Bien pronto a la armoniosa ligereza
de la línea, en garganta, mano y pecho,
la áspera edad, en codicioso acecho,
hará perder la juvenil firmeza.

Pero al gastar así lo que fue un día
cebo de mis sentidos, alegría
de mis abrazos, pasto de mis besos,

te hace más mía el tiempo, y transfigura
nuestro querer en río de ternura
que corre por la caña de mis huesos.

París, 15 de diciembre de 1942.

José María Quiroga Pla. Morir al día. Sonetos (1938-1945) [1946]

sábado, 22 de noviembre de 2008

Dios desde el presentimiento

Dios: no sé nada de ti, yo no sé nada.
Sólo sé que aquí estoy, como está el árbol,
más lejos del saber que del aliento,
o como el ave que perdió las alas
en noches de misterios y cellisca.
Sólo sé que soy mármol crepitante,
luciérnaga apagada, vaso informe,
raíz en lo telúrico precisa
y en los vientos incógnita inefable.

Dios: soy aire, a lo máximo, sin duda,
canción sin terminar, niño que empieza,
luna que se detuvo en el creciente,
como la mueca del pincel oscuro
cuando hizo nupcia el sol con el paisaje.
¿Cómo quieres, entonces, que te sepa,
que indague tus entrañas, como un sabio
busca el conocimiento de las cosas?

Debes estar en mí pues que no entiendo
tu manera de ser; debo tenerte...
¡Y es que el barro resulta tan pequeño
para albergar un pensamiento solo...!
Por dentro de la piel, por cada vena,
quisiera adivinar tu Ser recóndito
como un aliento practicado a oscuras.

Debes cantar en mí... Tu voz crepita
-farol enguirnaldado- en cada huella.
Por encima de mi incógnita en el aire.
Tú hablas por mí cuando la carne llama
y hemos de dar al viento la respuesta;
sí, tu voz se me llega a los oídos
como una voz de antiguo conocida.

Tú obras por mí: mis manos son las tuyas,
mis pies los tuyos, también tuya mi espalda.
En cada dedo nuestro hay una alondra
soñadora de cielos sin adobes.

Pero te ignoro, Dios, yo no sé nada
de tu Ser en sazón sobre mi vida.
No sé por qué, mas sin embargo existo
como una sombra en medio de la noche.
Yo soy yo para mí, y yo no sé nada
de cuanto guardo en cada aliento mínimo.

Dios: no sé nada de Ti, yo no sé nada.

¿Yo estoy en ciernes, Dios, y Tú, maduro?

Gabino Alejandro Carriedo. La sal de Dios (1948).

viernes, 21 de noviembre de 2008

[Sobreviviré a mi muerte, oh veladora]

Sobreviviré a mi muerte, oh veladora
Pálida joven y que tu voz perviva
A través de las sombras, siempreviva
Humana estela mía salvadora

Un nombre solo queda entre la aurora,
Broche o flor que requiere sensitiva
La guirnalda o la frente pensativa
De una vida fugaz lamentadora.

Si los muertos se salvan en los brazos
De seres que suspiran compasivos
Sus nombres en silencio, oh compañera

Que quisiste salvarme con abrazos,
Ampárame tu voz entre los vivos,
Estela de mi muerte y no bandera.

Bernardo Clariana. Ardiente desnacer. Testimonio poético (1943).

jueves, 20 de noviembre de 2008

Oda a las muchachas

Dejad castas muchachas las puertas encendidas
que las olas de un pájaro lleguen del infinito
prorrumpir suavemente con cantos y con besos
y acercaos al hombre que os espera dormido

Ya hace tiempo que oigo vuestros dichosos pasos
No sé si acaso sólo serán mis pensamientos
Sin embargo os espero sin duda de que sean
esos pasos un día seguros y ligeros

¡Estáis cerca! Distingo vuestra espuma en la noche
Si bien la luna es clara no son menos las sombras
de vuestros cuerpos blancos antes de que la luna
fuera blanca en la noche como lo sois vosotras

¡Venid! ¡Dejad las puertas abiertas y los brazos!
¡Usad los labios mientras con casos de esperanza!
Venid y usad los labios con besos mientras se oye
el eco de esos labios que besan o que cantan

Muchachas de mi vida aprovechad mi vida
Venid antes que sea tarde para esperaros
Antes de que la ola de los pájaros muera
antes de que se apaguen mis puertas y mis labios

Carlos Edmundo de Ory. (1946).

miércoles, 19 de noviembre de 2008

[La herida del olvido ya olvidada]

La herida del olvido ya olvidada
puede darse, ay de mí, por revivida
si un día no esperado, descuidada
la vida es nos servida de otra herida.

La vida del olvido que dormida,
quedada a nuestro lado acomodada,
de súbito de una nada es sacudida,
más vivida, en más alta llamarada.

¡Oh vida, vida olvido, mudo olvido,
oh idílico descuido de lo amado,
oh nido dolorido de la vida,

que bástale al cuitado un cual tañido
oído de no sé qué campanada
y todo duelo queda renovado!

Eduardo Chicharro. La plurilingüe lengua (1945-1947).

martes, 18 de noviembre de 2008

Nombre y olvido

Lo que nadie recuerda ¿ha muerto? Acaso vive
recogido en sí mismo la vida más perfecta.
Fuera del tiempo lo llevó el olvido.
Ayer, hoy ni mañana huellan su ser y, eterno,
vive en fiel estación de melancolía.

Un hombre a veces, como rama de olivo
en el pico cruel del pájaro del tiempo,
sobre las quietas ondas es salvado.
Un soplo testimonia al huir de los labios
que la rosa y el hombre vivieron otros días.

Luego el hombre se olvida y la tierra recoge
la tierra, el aire vuelve al seno del espacio,
la fuente vierte, pura, su concha en el océano,
y la palabra, como perla silenciosa,
se duerme para siempre en fondo del mar.

Amaneceres, mediodías, tardes,
noches amaneceres, mediodías,
la ronda plateada,
la rueda inexorable, la distancia,
ayer y hoy confunden sin sentido.

Ocio es lo futuro. El corazón tan torpe
en lo que aún no existe se desborda y espera.
Pero lo que ha vivido es lo único que vive.
Recogido en sí mismo se besa en su solsticio.

Ricardo Molina. Elegía de Medina Azahara (1957).

lunes, 17 de noviembre de 2008

Poema de la gente importante

Cuando vinieron los ingenieros al cortijo eran gente importante.
Cuando nos citaron porque venía el inspector, eran gente importante.
Cuando el ministro, negra curiana, vino con sus lentes de oro, eran gente importante.
Cuando el periódico en grandes letras anunció que el Jefe del Estado venía,
eran gente importante.
Nos afeitábamos, nos lavábamos y usábamos de los trajes oscuros.
Lo mismo que en la misa que el obispo ofició.
Sí. Nos vestíamos con el más oscuro de nuestros trajes,
usábamos de la colonia y de los "Chéster" y éramos gente importante.

Pero cuando queríamos vivir, nos desnudábamos e íbamos al río,
nos poníamos los pantalones rotos y la camisa vieja
e íbamos a los pinos, gateando entre las rocas.
Cuando queríamos vivir, con nuestro gastado pijama quedábamos en casa,
con nuestros libros, nuestro café, nuestra soledad.

Y cuando queríamos gozar, nos desnudábamos enteramente
y fundíamos nuestros besos, nuestra carne y nuestro sexo,
sin ser hombres importantes; hasta que un día
nos vestían enteramente con el más oscuro de nuestros trajes,
nos enfundaban entre madera pintada de negro,
y éramos otra vez hombres, hombres importantes,
entre una comitiva de hombres importantes.

Juan Bernier. Una voz cualquiera (1959).

domingo, 16 de noviembre de 2008

Tierra viva

Con gérmenes de vidas,
con residuos,
con fragmentos de muertes,
vivo.
He nacido de un día
en que el sol incendiaba
la clara primavera.
Con las lilas, las ramas,
con las tiernas
bestezuelas henchidas de alegría.
De un calor y de un limo.
De un varón y una hembra.
Yo, súbita alimaña de la luz.
Yo, súbito pedazo de la tierra.
(Tierra mágica, tierra interminable,
milenaria esperanza.
Tierra nueva).
Mixta yo de raíces
y de voces aéreas,
y de resurrecciones,
y de fieras, remotas,
inocencias telúricas.
Me afirmo vertical
en el aire cadente,
compacta tolvanera
de la tierra más aspera,
hoy que trae la lluvia
sus ángeles disueltos
para podar las llamas.

Yo soy del fresco mundo
recién creado, tierra.
Tierra con gozo y con orgullo.
Viva.

María Beneyto. Tierra viva (1956).

sábado, 15 de noviembre de 2008

La tristeza

Bajo la sombra incierta, la desnuda
acacia nos acoge. Tú a mi lado.
Se filtra el sol. El sol dibuja, a golpes,
símbolos vagos en tu piel morena.
Una muchacha cruza por el cielo
su líquido perfil, que tú no puedes
explicarte. (Señor, ¿el agua flota
en el aire?) Una vaca muge. Muge
-Lola tiende la ropa- a contrapunto
de la canción de Lola. Hay brisa. Corre
la dulzura del tiempo. Sí, se filtra
la universal ternura. Los lagartos,
las acacias, las piedras, la mañana
cuajada en luz en los picachos, llenos
de festones los cielos y las tierras...

Tú y yo bajo la acacia. Y, sin embargo,
ahora estoy triste, estoy triste de vida.
Estoy triste. ¿Por qué? Dientes de leche,
ojos de trigo en ti. Pero estoy triste.
No sé si sé que un día no lejano
te olvidarás de todo y a otras ínsulas
contigo a cuestas partirán tus sueños.
Este mundo tan puro
se quedará sin ti. Tú irás ganando
esta tristeza que hoy se me anticipa,
la oscuridad del alma, la industriosa
voluntad de la hormiga, los venenos
mortales: el sombrero, la carrera,
la ciudad, las mujeres... ¡tantas cosas!
Ha de ser así todo. Es necesario
que sea así. Es preciso que yo sepa
que debe ser así, en esta mañana
tan abierta de luz
que el alma se lastima,
tan misericordiosa
que los ojos se cierran, lentos, íntimos
mientras vuelve a cantar Lola, y emigra
la líquida muchacha por el cielo,
y tú, absorto y turbado, piensas cómo
podrá flotar el agua así, en el aire.

José Luis Prado Nogueira. Oratorio del Guadarrama (1956).

viernes, 14 de noviembre de 2008

Verano cero

Where is the summer, the unimaginable
zero summer?

Tras la lluvia de arena
una luz de cristal describe el cielo
sobre el jardín vacío,

como una hoja arrastrada
en otras palabras de otro otoño.

Otras palabras de un verano
cerrado a la esperanza.

Otras palabras que no son ni fueron.

Otras palabras que te dicen
que todo comienza
con las ruinas.

Fruela Fernández. Círculos (2001).

jueves, 13 de noviembre de 2008

Introducción a la noche

I

Con la honda mirada
un día contemplaste
tu honda pasión de ser
en vida perdurable.

Hoy contemplas acaso
con mirada más grave
el parpadeo puro
de la noche sin márgenes;

el sollozo inoíble
de un arroyo alejándose
en la sombra; la mole
de la noche indudable.

II

Y sin embargo, eres.
Y sin embargo naces
como las hierbas verdes
y los nudosos árboles.

Compruebas con delicia
que existen matorrales,
y tus manos apresan
piedras de aristas grandes.

Saltas sobre los ríos,
subes desde los valles,
cantas desde las cumbres:
vives, existes, ardes.

Contemplas la llanura
crepuscular; renaces
como los campos vivos
que en la aurora son arces.

cañadas y caminos,
prados, riberas, cauces
de amor, donde quisieras
vivirte y olvidarte.

III

Y aquí estás. Aquí pones
tus dos manos tenaces.
Te agarras a las cosas:
maderas, piedras, carnes.

Te aferras a la vida
como el río a su cauce,
cual la raíz de un hondo
vegetal insaciable.

Carlos Bousoño. Noche del sentido (1957).

miércoles, 12 de noviembre de 2008

[VII]

Ya todo estaba en orden. Cada sueño
en su exacto lugar. Cada quimera
en su blanco tibor de porcelana.
Puestos en fila india los minutos,
con sus número al hombro los instantes,
limpias de niebla las escalinatas.
Y tu ojera en la tarde. Y las canciones
durmiendo su espiral en los gramófonos.
E inventariadas las melancolías.
Y en un remoto embalse las nostalgias.
Y cuando reposaba en equilibrio
a la sombra mental de mis basaltos,
un recuerdo moviéndose en voz baja
objetivó mis líquidas ausencias
en un precipitado de cristales.

24 de junio de 1942.

Pedro García Cabrera. Hombros de ausencia 1942-1944 (1987).

martes, 11 de noviembre de 2008

[No quiero que derrames tu lamento]

No quiero que derrames tu lamento
mientras haya una lengua encarcelada,
si no tienes una mano derrotada
porque llueve en tu sangre fuego lento.

¡Que tus llantos naveguen sin acento
naufragando en la arena atormentada
para ser muro firme en la hondonada
donde crece esa herida que yo siento!

Caluroso a la nieve des tu mano,
al alto tronco cuyas ramas quiebran
cuando florece tu temor en vano.

¡Que tus brazos derrumben mordeduras
mientras hilos de luz juntos enhebran
amargos dedos por batallas duras!

Adolfo Sánchez Vázquez. El pulso ardiendo (1942).

lunes, 10 de noviembre de 2008

Una meditación

Me asusta esta quietud. Miro a lo alto
y observo rocas rojas entre higueras,
ardientes tras la tarde de verano.
Hay helechos ya ocres entre los viejos robles.
Huele a fruta madura.
Caídos en el suelo, sus carozos ofrecen
un olor penetrante. A lo lejos, los pájaros
lanzan cantos muy breves.
Estoy a la espera; escucho.
Y me siento feliz. No sabría explicarlo.
Será por el recuerdo de alguna escena análoga
-de infancia a buen seguro-.
Será que la ciudad, recién abandonada,
se hacía insoportable en esta hora.
O será, acaso, el gesto elemental
por un paisaje próximo
donde es fácil sentir
la apariencia de un orden,
la sencilla armonía de lo vivo y lo ausente,
la verdad, la belleza
de la luz que se gasta.
Un lugar donde, a solas,
ser, simplemente, hombre.

Álvaro Valverde. A debida distancia (1993).

domingo, 9 de noviembre de 2008

Recuerdo de una tarde de verano

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozando por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos íntimos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.

Luis García Montero. Diario cómplice (1987).

sábado, 8 de noviembre de 2008

El incorregible

Si volviera a vivir por estos valles,
¿volvería a caer? Me extrañaría
que no lo hiciera.
Veo en esos ojos
el mismo fuego aquel, la dulce llama
que me perdió en su día.
Veo el paso
de quien deja flotar tras de sus hombros
las alas del deseo.
Veo en blancos
muros que trepan frente al mar las rosas
latiendo ensimismadas.
Veo viñas
que las abejas pican rescatando
su miel de oro.
Veo en la azotea
las ropas como velas de un navío
que nos arrastran lejos.
Veo el monte
crepitando de sol y siento dentro
recorrerme sutil como un fluido
algo que necesita mi concurso
para integrarse entero en la armonía
que me circunda.
Nada ha cambiado.
Tierra, divinidad, delicia, tierra.
Todo está en pie, incitante, extraño, hermoso.
Volvería a caer.

Juan Gil-Albert. Obra poética completa (1981).

viernes, 7 de noviembre de 2008

Al filo de las noches

Un cuerpo que se entrega no es difícil hallarlo.
Eso eras tú, un hermoso cuerpo divino y vivo.
Una breve criatura, un racimo dorado
en tus ojos brillando entre los ríos de Agosto.

Pero es fácil que un cuerpo fulja como una gema
si con amor se mira, con verdadero amor.
Amor y no esa débil pasión que muere a un tiempo
con el último goce de los cuerpos vencidos.

Para mí la palabra, para ti la caricia;
para mí la sonrisa y el arco de tus cejas,
para mí el fruncimiento de tu labio rosado,
superior, tibio, altivo, carnal, condescendiente.

Pero el amor no muere porque nunca ha nacido
en ti, que languideces al tocar de los dedos.
Tú buscas el secreto, la dulzura, el peligro
del momento robado al filo de las noches.

La amistad para ti, o el amor, eran sólo
nombres a que invocar en las horas perdidas.

Julio Aumente. El aire que no vuelve (1955).

jueves, 6 de noviembre de 2008

Conocimiento del reino submarino

Ahora sólo soy huesos. Los peces me conocen
y atraviesan confiados las cuencas de mis ojos.
Se han disuelto mis manos en la sal y mis piernas
crecen entre raíces en las rocas y el fango.
Recuerdo vagamente mi vida y sueño a veces
que hay plantas avisales coronando mi cráneo.
Por la noche mis huesos están tristes y echan
de menos el sonido de un corazón latiendo
y el pulso de la carne
que sirvió de alimento a la fauna marina.
Es la vuelta al origen. Me resigno y me digo
que ya andarán mis ojos entre perlas y estrellas,
como siempre quisieron cuando eran sólo ojos,
ni claros ni serenos, de un hombre en un naufragio.

Javier Rodríguez Marcos. Naufragios (1995).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

[VI]

Te has ido sin llegar. Y yo, contigo,
burlando mis aduanas verticales,
me he marchado sin irme. Lentas horas
afluyen su cristal contra mi frente.
Por ella rueda el tren que te ha traído
y organiza el paisaje caravanas
de llanuras y valles desmandados.
Me siento resonar en lejanías
que te acompañan sin abandonarme,
que no salen de mí y están muy lejos,
que, atándome a tus fugas, encadenan
la íntima evasión de mis costados.
Y en la última gruta de mí mismo,
alguien que me conoce gota a gota,
-amigo predilecto de mi sangre-
por altos logaritmos de ternura
y en sólidos baluartes ulteriores,
me vive este momento en otra parte.

Pedro García Cabrera. Hombros de ausencia, 1942-1944 (1957).

martes, 4 de noviembre de 2008

Rosario

Yo la quería mucho, pero entonces
amar y destruir sonaban parecido,
como en los más confusos poemas de Aleixandre.
Nos casamos con otros. Tal vez así perdimos
lo mejor de la vida. Quién sabe. Hubo una noche
en que ambos acordamos que pudo ser distinto
el rumbo de esta historia de culpa y cobardía.
Se quitó el pasador de su cabello oscuro
y me lo dio al marchar, y nunca volví a verla.
Murió. No lo he sabido hasta esta tarde misma,
varios años después, en su pequeño pueblo
y frente a la serena desolación del mar.
Ahora intento evocarla, pero se desvanece:
No he encontrado siquiera su pasador de rafia.

Jon Juaristi. Tiempo desapacible (1996).

lunes, 3 de noviembre de 2008

El pez de mi hija

Una pecera de 50 cms. de perímetro
y 15 cms. de diámetro
(aproximadaemnte medio litro de agua turbia),
a eso se reduce el universo
de Alfonso (el pez de mi hija).
Le echamos comida una vez al día.
Él abre la boca como lo hacen los peces,
como un mimo aprendiendo a hacer burbujas.
Lo miro con lástima,
con falsa misericordia
y le comento a Gaby: "qué pecesito tan lindo".
De noche, cuando todos duermen,
me levanto y voy a la cocina.
Alfonso permanece insomne,
me mira con firmeza
(no sólo porque le falten los párpados).
Me interroga con sus ojos inmensos
tan cóncavos como la pecera que los contiene.
Me consuela, se aflige de mí
y sigue dando vueltas distraído
sobre sí mismo.
Tal como yo.

Arturo Gutiérrez Plaza. Principio de contabilidad.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Soledad imposible

Ven.

No alcances la medida de tu sombra.
Desata tus formas del misterio.
Pues sueño contra sueño es la vida.

Y aunque desnudo sostengas tu nombre
Golpea siempre con tu nuevo canto.
Inventa tu dolor inmenso,
Inconmovible,
Como la ola en ansia ardiente
Quiere dejar el mar para ser nube.

Oh, soledad imposible. Diosa esquiva.
El hombre no teme.
Vence.

Ahí está el nuevo día
Nube engendrada en ola.
Eterna furia. Espuma y hierro.
Cuando en la tierra apagues tu sed
Agua y viento cantarán tu casto furor.

Ya la muerte no es nada
Nadie te ordena.
Nadie te desea.

Solamente tu voz de Dios te ruega
Ven.
No alcances la medida de tu sombra.

Arturo Cuadrado. Soledad imposible (1944).

sábado, 1 de noviembre de 2008

Arte poética

Más que decir palabras, quisiera dar la mano
a un niño, hundir el pecho contra la espuma viva,
y estar callado, llena la frente de océano,
bajo un pino silente, palpitando hacia arriba.

Más que decir palabras, navegar en un llano
de espigas empujadas, ondeadas, donde liba
la inmensidad su jugo de noche de verano;
y en vez de soñar nombres que el viento los escriba.

Más que juntar canciones cogidas en la infancia
quisiera mis mejillas como un nido robado,
y el sabor de mis labios húmedos de ignorancia,

y la primer delicia del que nunca ha besado:
más que decir palabras ser su propia fragancia,
y estar callado, dentro del verso, estar callado...

Leopoldo Panero. Siete poemas (1959).

viernes, 31 de octubre de 2008

Noviembre, 26

Que nuestras manos puedan
protegernos del sol,
que eclipsen su contorno totalmente,
no debiera ocultarnos el tamaño
de ese astro al que quiero llamar padre.
Bajo su luz desnuda
no precisan las cosas de adjetivos:
la mañana del mundo es cuanto tengo,
contra su cielo soy
un cuerpo frente al mar que ahora procura
disfrutar de su instante
en el hueco sin pausa de los siglos.

Austeridad y lujo de lo exacto.

Vicente Gallego. La luz de otra manera (1988).

jueves, 30 de octubre de 2008

Spiral Jetty

Dormido.
Escasamente ebrio
de caricias,
sirena
entre las sábanas,
exacto
como el filo de un cuchillo,
descansa en el crepúsculo
del cuarto,
como una media luna en un estanque,
ángel
en un pijama,
rompiendo,
dulcemente,
su figura de arena
en la escarcha encendida
del costado.

Ana Gorría. Araña (2005).

miércoles, 29 de octubre de 2008

Amada mía

Es igual que las sábanas me sean familiares
o que una cara nueva ponga en vilo mi noche.
Cada mañana el rito se oficia sin variantes:
el sol y su rutina de claridad benéfica
se llegan hasta el sueño, y me creo culpable
de no sé qué delito cuando el ojo recibe
para empezar el día su cuota desbordante
de luz. Deseo entonces recuperar la ropa,
alisar los recuerdos, correr hacia la calle
a vivir en las cosas con ninguna importancia.
Pero el cuerpo -¿lo siente?- siempre está bajo llave,
clavado en la madera solitaria y humilde
de otro cuerpo que sueña, al calor de la sangre,
redimir así juntos no sé bien qué pecado.

Jorge Riechmann. La primavera nórdica (1998).

martes, 28 de octubre de 2008

Así vivimos

¿Son alondras o avispas tus ojos en mi carne?
Un llanto oscuro, un denso llanto oscuro mana del cielo, de
la tierra.
La sangre es una hormiga que enardece mi cuerpo.
Abre los ojos, camarada;
abre los ojos.
Mira:
el mundo es una nube sobre la cual marchamos
de pie, de rodillas, sentados,
con los ojos cerrados o abiertos,
entre muertos y vivos,
entre indecibles sombras;
entre negros que pueden convertirse en ángeles,
que conocen el color del aire
y la asfixia de una soga en el cuello;
entre hombre llevados al muro,
a ese muro de donde no se vuelve,
a ese muro donde un cabello es un suspiro,
una vida una mano de tierra.
Óyeme, óyeme, camarada.
Así vivimos,
atravesamos las tempestades,
precedidos, cercados por el llanto,
por el llanto de la cabaña, de la ciudad y el cementerio,
por ese llanto que lo invade todo,
que lo inunda todo,
que nos une en el cuerpo y en la sangre,
que terminará por confundirnos en una sola estrella.
Entre sombras, camarada;
entre sombras, bosques o llantos que nos agitan,
¿son tus ojos alondras o avispas en mi sangre?
El Universo entero es una lágrima redonda.

Pascual Pla y Beltrán. Camarada (1936).

lunes, 27 de octubre de 2008

Divinidad

He ido, con la hoz buida de mi voz sin palabras,
a segar en los surcos de tu vida presente espigas de tu ayer.
Eran mías. Llevaba largo tiempo esperando,
desollándome siempre la troje de mi sueño.
Me imaginaba el fruto
cantándome canciones doradas, encendidas.
Todo, como cadena de júbilo. Entusiasmo
por darle un eslabón a cada instante:
en el molino, harina; masa, en la artesa; pan, dentro del horno; aroma...
He frenado mi hambre. Me alimenté con gana de comer,
de un constante ayunar, de un eterno esperar para ese día.
¡Oh, día de mi estío! ¡Plenitud! ¡Claridad! ¡Recolección!
Y, con la voz buida de mi voz sin palabras,
me he llegado a tus surcos y los hallé segados...

Me siento un poco Dios al ver que soy
cuerpo del pan que comen mis ladrones.

Juan Alcaide. La noria del agua muerta (1936).

domingo, 26 de octubre de 2008

Un vaso de agua para la madre de Juan Alcaide

Te recuerdo callando entre mujeres
mientras tu Juan, ya huésped de la caja,
aguardaba los puentes de la tierra.

Yo no le quise ver porque me daba miedo.
No porque de la muerte me estremezca
ni un muerto me dé espanto,
sino porque era Juan con su calva y su frente
y con sus labios gordos y sus manos helándose.

Entonces me dio miedo de estar en Valdepeñas,
de haber llegado en tren por la mañana
y haber bebido vino antes de verte.
Porque tú estabas, blanca, en una silla
sin pronunciar un verbo
y con gesto de nunca.
No sabías

sin estabas en tu casa, si de lejos
veías su tejado, negro ahora.
Transitaba la gente por el patio
y tú, entonces, pesabas
en camisas planchadas y en pañuelos;
en perfumes de flor y maderas,
y nada de la muerte y de su prisa.

Cerca estaba tu hijo:
fuerzas hacían por alzarle algunos.

Ángel Crespo. Quedan señales (1952).

sábado, 25 de octubre de 2008

Salmo inicial

Señor, no estás conmigo aunque te nombre siempre
estás allá, entre nubes, donde mi voz no alcanza,
y sí a veces resurges como el sol tras la lluvia,
hay noches en que apenas logro pensar que existes.
Eres un mar lejano que a veces no se oye.
No estás dentro de mi. Siento tu negro hueco
devorando mi entraña, como una hambrienta boca.

Y por eso te nombro, Señor, constantemente,
y por eso refiero las cosas a tu nombre,
dándole latitud y longitud de Ti.
Si estuvieras conmigo yo hablaría de cosas,
de cosas nada más, sencillas y desnudas,
del cielo, de la brisa, del amor y la pena.
Como un feliz amante que dice sólo: "Mira
qué pájaro, qué rosa, qué sol, qué tarde clara",
y vierte así en la luz de los nombres su amor.
Pero no. Tú me faltas. Y te nombro por eso.
Te persigo en el bosque detrás de cada tronco,
te busco por el fondo de las aguas sin luz.
¡Oh cosas: apartaos, dadme ya su presencia
que tenéis escondida en vuestro oscuro seno!
Marcado por tu hierro vago por las llanuras,
abandonado, inútil, como una oveja sola...
Hombre de Dios, me llamo, Pero sin Dios estoy.

José María Valverde. Hombre de Dios (1945).

viernes, 24 de octubre de 2008

Extravío de horas

Haber perdido el tiempo, seriamente,
haciendo vagas cosas rituales
majaderas, nerviosas como muecas
que miman en la historia o desvanecen
el verbo en la acronía.

Como siglos
de cristal instantáneo, ricas horas
lentísimas, quemadas mientras hunde
el sol triste sus barbas luminosas
en el quieto almanaque de las sombras
o tumben sus caballos
los despojos del carro, el bronce ardiente
del eje y de la lanza ya sin ruedas
y ese viento de púrpura. Y quedemos
azogados y absortos
bajo el vuelo oscurísimo del tiempo.

Carlos Barral. Extravíos (1986).

jueves, 23 de octubre de 2008

[XXXV]

La aparición del pájaro que vuela
y vuelve y que se posa
sobre tu pecho y te reduce a grano,
a grumo, a gota cereal, el pájaro
que vuela dentro
de ti, mientras te vas haciendo
de sola transparencia,
de sola luz,
de tu sola materia, cuerpo
bebido por el pájaro.

José Ángel Valente. El fulgor (1984).

miércoles, 22 de octubre de 2008

A qué tanto cuidar la casa

A qué tanto cuidar la casa,
regar las flores,
ponerles toldos a la luz del patio,
quitar el polvo de los espejos. Oye
latir la sangre general afuera,
abandona la mesa donde comes,
trepa por las columnas al tejado,
aráñate, hazte niño como entonces,
mira a lo lejos cuando estés arriba,
asume el horizonte.
Con el aire de todos
llénate los pulmones.
Alguien, que vive dentro
de la muerte del hombre,
quedará abajo. Inútil, mudo y pálido,
él regará tus flores.

Manuel Mantero. La lampara común (1962).

martes, 21 de octubre de 2008

Un loco tocado de la maldición del cielo

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.

Leopoldo María Panero. Poemas del manicomio de Mondragón (1987).

lunes, 20 de octubre de 2008

Figura

Ascender a esta imagen: criatura
de borroso contorno.
Malamente
reconocerse en ella si prudente
la memoria se muestra o es oscura

su intención. No puede su bravura,
sin embargo, volverse de repente
a un espacio de nadie -inocente
e imposible argumento-: la locura.

Ni lejana ni vaga. Cuando quiere
eleva ante ti plantas, edificios.
Ni tu odio perpetuo tanto hiere,

ni podrás con tus hueros maleficios
ocultar la impotencia... Ni difiere
su presencia indecente de tus vicios.

José Luis Jover. (1967).

domingo, 19 de octubre de 2008

Canción de tormenta

Escucha el ulular del viento contra el muro;
la hiedra, las acacias baten la piedra sin descanso
y dividen el tiempo como tiernas cuchillas.
Yo te he visto en los intervalos: la luz
a rachas alumbraba tu rostro en la tormenta.
Eras tú y no eras: pues en la oscuridad
yo te llamaba y tú me respondías,
y también era tuya esa negrura,
tuya como el eco absurdo del viento.

Jordi Doce. La anatomía del miedo (1994).

sábado, 18 de octubre de 2008

El requerido

No la razón del piano: las del hombre
te condujeron desde que eras niño
y entre la fría luz de la patria angustiada
a la que no habías de volver.

Ya entonces intuiste la caediza
ráfaga del amor, la carrera del tiempo,
los impuros motivos del tambor y las armas,
la soledad en que, como con el regalo
de un dios inexorable,
se mueve nuestra vida hacia su término.
Ya retenías aquello en el sollozo,
más viril y más tierno, de las cuerdas.
Ya eras del todo y para siempre tú,
testigo y mensajero, condolido inventor
de una esperanza para los humanos
o de aquel llanto en luz con que creerla.

Tu vida no fue oscura, pero entre
las galas, los viajes, algo interior aún
a tu enfermenda, iba
irreparablemente consumiéndote
y haciéndote mayor al mismo tiempo.
Scherzos y baladas, las amargas
delicias de un nocturno, los estudios
por los que nieve y fuego, o muerte y vida,
se entrecruzan temblando,
eran emanación de aquella fuerza
con la que el corazón del universo,
cuanto nos ilumina y abandona,
expresión te pedían, ser fijados
de alguna forma, a salvo de la muerte.

Eso te desgarró y nos dio tu música:
tu palabra de hombre
de una vida más basta y más completa.

Fernando Quiñones.

viernes, 17 de octubre de 2008

[Si mis manos cogiesen tu cabeza]

Si mis manos cogiesen tu cabeza
y yo mirase en ti tan hondamente
que te pudiera atravesar la frente,
poner los ojos sobre tu tristeza,

¡qué confidencia de naturaleza
-se me haría la vida transparente-
saber en ti, hallar súbitamente
origen de dolor a la belleza!

Y levantar con lentitud sagrada
mi corazón entonces y ponerlo
en esta ola de descubrimiento

a esperar que se cumpla tu mirada;
a ver el mundo resistir, a verlo
hacer banderas con el sufrimiento.

Antonio Gamoneda. Sublevación inmóvil (1960).

jueves, 16 de octubre de 2008

Homenaje a mi tiempo

No me compadezcáis. Oídme.
Tensad la cuerda poco a poco.
Pisotead lo que me queda,
porque mantuve un corazón loco.

Es por el pan por lo que grito,
por sólo el pan y los zapatos,
por respirar, por ir muriéndome
tan duramente solitario.

Hacéis las cárceles, los premios,
lleváis la cuenta de la rosa,
asesináis tan lentamente
que oigo mi sangre gota a gota.

Es por el pan, es por la luz
que milagrosa se derrama.
Nace mi voz entre fusiles;
alguien la esposa y la amordaza.

Llegará el día de los hombres,
de los que mueren cara a cara,
desnudos, altos como torres.

Salvador Pérez Valiente. Por tercera vez (1953).

miércoles, 15 de octubre de 2008

[Esta mañana he estado en el Zoológico]

Esta mañana he estado en el Zoológico con mi hija,
la he llevado de la mano por los senderos de tímidas y presumidas palomas,
hemos bajado al lado donde las focas jugaban,
y luego hemos recorrido las jaulas una por una.
A veces subí en brazos a mi hija porque había mucha gente y le tapaban la vista.
Yo hubiera querido que la mía hubiese estado cerrada;
Cuánto pavoroso contacto con mis orígenes.
Esta mañana he estado en una galería de espejos
y he visto reflejado en todas sus facetas al hombre.
En la hediondez del chacal,
en la lujuria del chimpancé,
en el orgullo del león,
en la melancolía del camello,
en la vanidad del pavo real,
en la avaricia de la urraca,
en la infelicidad del rinoceronte,
en la torpeza del hipopótamo
en la soledad del halcón,
en el abandono del elefante...
Esta mañana -será una hermosa mañana de primavera- he estado en el Zoológico con mi hija.
Ella reía, gozaba, a veces tenía miedo.
Me hacía muchas preguntas.
Yo le he contestado como podía,
mientras horrorizado por tanto dúplica de nuestro origen,
pensaba en la tierna descendencia que me oprimía la mano.
¿Cómo sostener, vida a vida, la mirada misma de la inocencia?
Sólo me atrevía contemplar un instante los ojos clarísimos de mi hija.
Luego, levanté la vista a los árboles, la alargué hasta el cielo,
lenta, fija, casi llorosa,
buscando allá en lo puro y lo alto la redención de la vida.

Vicente Gaos. Profecía del recuerdo (1956).

martes, 14 de octubre de 2008

[Yo que llevo la vida más aburrida de todas]

Yo que llevo la vida más aburrida de todas
que no salgo de mi encuentro y que vivo
encerrado en un cuerpo sin ritmo y con dos pies
izquierdos
te veo ahora sonriente y feliz
y me doy cuenta que no nací para estas latitudes
tuyas
que el fuego detrás de tus ojos es inextiguible
que los trajes de amianto no los venden en el
supermercado
no vine hacia ti, fui un ejercicio de tedio por un
tiempo.

Daniel Pradilla. 10 Francos Belgas (2001).

domingo, 12 de octubre de 2008

Promesa

Quizá fuesen mejores
Nuestros corazones cuando eran frágiles
Y algún golpe de mar, o la noche de julio
Pudieran abrirles las calladas heridas
Que ahora, y para siempre, llamaremos nostalgias.
Quizá fuesen mejores cuando eran
Cual regatos ligeros o lluviosas tardes
Que mojaban la infancia y partían
Un dominio común; un valle abierto,
Inmensos arenales, aquel balcón
Detenido en la presencia de pulidos geranios.
No eligieron barcos para partir lejos;
Ni la brisa liviana de un verano
Para que los apagase, con su fuego insumiso.
Semejantes a los hombres, desearon
A los árboles antiguos de esta tierra.

Ramiro Fonte. Pasa un segredo (1988).

Poeta, narrador, ensayista, crítico y estudioso de la literatura gallega, Ramiro Fonte falleció el viernes a los 51 años. Era el director del Instituto Cervantes de Lisboa.

Una mano de tierra

Una mano de tierra o de vacío,
de vida o muerte dura me persigue.
El amor que se asoma no consigue
burlar de aquella ausencia el guante frío.

¿Es tormento y humano desvarío
que muerde o lame, perro que me sigue
las venas sonriendo? ¡No castigue
su risa, su pisada, el sueño mío!

Mas sus ojos sin ojos, mi desierto,
las raíces que tengo en agonía,
el rosal de mi anhelo amurallado,

traspasan con fulgor de otoño muerto.
Esa mano... ese can... esa sombría
nada va, viene, ronda mi cercado.

Concha Zardoya. La casa deshabitada (1959).

sábado, 11 de octubre de 2008

Sótano

A esta inmovilidad de ojos atónitos
Y postrado lenguaje
Que me encadena a estar presente
En la ausencia de mí
A esta sombría suspensión
De mi latir difunto
le pregunto
Si he morir sin haberme lavado
De tanta sucia soledad errática
Y qué sol me podrá secar un día
De aquellas cavernosas aguas pútridas
Donde he chapoteado tanto
Mirando tiritar la vida
Desfigurada por la llaga obscena
Del amor omitido.

Tomás Segovia. Lapso (1986).

El Premio García Lorca Ciudad de Granada para Tomás Segovia

Tomás Segovia ganó ayer el Premio de Poesía Federico García Lorca Ciudad de Granada 2008 por, entre otras razones, haber sido "un poeta de las dos orillas" que "ha devuelto a España lo que aprendió fuera", según el jurado.

Francisco Brines, ganador el año pasado y miembro del jurado, ha considerado a Segovia como "un poeta erótico verdaderamente bueno", y ha asegurado que, con la concesión de este galardón, la poesía española "lo reconoce oficialmente". Por su parte, la presidenta de la Fundación García Lorca, Laura García Lorca, ha subrayado la "riqueza" de la obra del galardonado, quien al ser español y latinoamericano representa una poesía "de ida y vuelta que hace ver a España desde el otro lado". Sobre este aspecto ha incidido la representante de la Casa América, Julia Escobar, quien ha apuntado que Segovia "se formó fuera y lo ha devuelto todo a España".

El premio se concede desde 2004 y sus ganadores sucesivos han sido: Ángel González, José Emilio Pacheco, Blanca Valera y Francisco Brines.

viernes, 10 de octubre de 2008

Y el corazón

Yo no sé todavía
cómo llegó la ola inmensa
de este júbilo nuevo.
Igual que en el milagro de una resurrección,
hoy levanto la losa de mi sepulcro negro.
He tapado mis llagas con puñados de risas,
he encendido mil versos en la ribera oscura...
Y el corazón, desnudo,
lo he clavado en los picos de la estrella más alta.

Emeterio Gutiérrez Albelo. Campanario de la primavera (1930).

jueves, 9 de octubre de 2008

Lo que no es sueño

Déjame que te hable, en esta hora
de dolor, con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio;
el dolor es el huésped,
la alegría, la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que, con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente.

Claudio Rodríguez. Alianza y condena (1965).

miércoles, 8 de octubre de 2008

Insomnio

Insaciable,
entré en tu edad madura, en la maleza,
busqué el tenso bambú, la carne cimbreante,
con el designio de un tardío acoso,
y como el sueño no era sino un viaje
cuyo mayor dolor es el regreso,
hacia la tapia fulgurante y ciega
acompañé tu imagen, sufrí su maleficio,
oh misteriosa y húmeda concavidad vacía,
cuerpo más que la aurora vacilante,
desolación para los que esperábamos,
tras noches de ansiedad, siglos de entrega.

Carlos Sahagún. Primer y último oficio (1979).

martes, 7 de octubre de 2008

No lances las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.

o también

No llencis les cartes d'amor

Elles no t'abandonaran.
Passarà el temps, s'esborrarà el desig
-aquesta fletxa d'ombra-
i els rostres sensuals, intel•ligents, bellíssims,
s'ocultaran en un mirall dins teu.
Cauran els anys i avorriràs els llibres.
Davallaràs encara,
i perdràs, fins i tot, la poesia.
El soroll fred de la ciutat als vidres
anirà esdevenint l'única música,
i les cartes d'amor que hauràs guardat
la teva última literatura.

Joan Margarit. Aguafuertes/Aigüaforts (1995).

Joan Margarit gana el Premio Nacional de Poesía

Joan Margarit (Sanauja, Lleida, 1938) ha obtenido el Premio Nacional de Poesía por su libro Casa de Misericordia, ya galardonado con el Nacional de la Crítica, el Rosalía de Castro y el Poesía de Catalunya.

Concedido por el Ministerio de Cultura a la mejor obra de poesía publicada durante el año anterior en español u otras lenguas cooficiales, el jurado ha estado presidido por el director general del libro, Rogelio Blanco, y han formado parte de él Luis García Montero, Clara Janés, Pere Gimferrer, Olvido García Valdés, ganadora de la pasada edición, y José Manuel Caballero Bonald. Jon Gerediaga Gotilla ha quedado finalista por su obra Jainkoa harrapatzeko tranpa.

Margarit, poeta bilingüe en castellano y catalán, estudió arquitectura y es catedrático jubilado de Cálculo de Estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Su primer poemario, en castellano, lo publicó en 1963. A partir de 1980 inicia con L'ombra de l'altre mar su obra poética en catalán, en la que aparecen títulos como Vell malentés (1981), El passat i la joia (1983) o Calcul d'estructures (2005). Se han publicado en castellano y catalán Crónica (1975), Luz de lluvia (1986), Edad roja (1991), Aguafuertes (1995), Estaciò de França (1999) y Joana (2002) -dedicado a su hija fallecida-.

Empezó a concebir Casa de Misericordia (Visor, en edición bilingüe, y Proa, en catalán) mientras visitaba una exposición sobre la Casa de Misericordia que reflejaba con fotografías y documentos la historia de la institución.

Joan Margarit ha dicho de la poesía que es "el refugio donde cobijarse, tarde o temprano. Fuera de la poesía, la música o la filosofía, no hay nada" y su página, www.joanmargarit.com, encadila nada más abrirse.

lunes, 6 de octubre de 2008

[Para las altas costumbres, alta vida]

Para las altas costumbres, alta vida.
Alta de amor. Voz alta. Alto sendero
-siempre de fe y luz-. Albor primero
para las altas nubes de tu huida.

Alta de brisas altas. Confundida
con el latir más alto. Alto crucero
por altas costas. Alto mastelero
para altas velas, altas de partida.

Alta de ti, fiebre de mis pulsos,
ofreces en tus brazos la balanza
que iguale en el cenit nuestros impulsos.

Y al alcanzar tu imagen su infinito
hay un temor a que se clave en lanza
y una ambición de que culmine en grito.

José García Nieto. Víspera hacia ti (1940).

domingo, 5 de octubre de 2008

Algo me dice cómo pasa el tiempo

Le he preparado el equipaje:
botas de nieve y de paseo, dos
sudaderas, t-shirts,
y tres pares de jeans;
todo lo necesario para los cinco días
que durará el viaje con la escuela.
Dejo la bolsa encima de la cama,
por si quiere añadir algún juguete,
y vuelvo a mi trabajo. Hasta mi mesa
llega el aroma vago de un perfume.
Por la puerta entornada
la veo girar sobre su eje, la
blusa que, juraría, vi llevar a su madre,
y una falda de seda, con volantes, los
movimientos que inquieren al espejo
los entresijos de la perfección,
la tenue luz que asiente y la sonrisa
pícara con que observa su disfraz
de la cabeza hasta los pies.
El oso de peluche
yace sobre la alfombra. No responde
a sus preguntas (que tampoco yo
comprendo apenas), la mirada absorta
en sus dos ojos de cristal, y no
le dicen nada el tono ni los nombres
que pronuncia en voz baja
con un temblor que yo no conocía.
Todo lo que sospecho que no soy,
lo que no seré nunca, está con ella.
Cierro la puerta con cuidado
y me alejo de allí, sin hacer ruido.
 
Jenaro Talens. De una obra en marcha (2001).

sábado, 4 de octubre de 2008

El estudio del artista

Anónimo holandés

Al fondo de la estancia tenebrosa
atestada de mapas y anaqueles,
de caballetes, bustos y cinceles
donde la araña teje sigilosa,

una figura pálida y borrosa,
rodeada de libros y papeles,
alza un compás y cruza dos pinceles
contemplando la noche silenciosa.

Una llama de vela mortecina
signa la oscuridad más que ilumina,
y descubre el temor y la torpeza,

la mueca de desprecio y extrañeza
con que asoma la estúpida cabeza
del mono que levanta la cortina.

Guillermo Carnero. Divisibilidad indefinida (1990).

viernes, 3 de octubre de 2008

Volveremos a vernos

Volveremos a vernos donde siempre es de día
y los feos son guapos y eternamente jóvenes,
donde los poderosos no abusan de los débiles
y cuelgan de los árboles juguetes y tebeos.

En ese hogar de luz que no hiere los ojos
volveremos tú y yo a decirnos bobadas
cogidos de la mano, viendo morir las olas
sin agobios ni prisas, donde el sol no se pone.

Y viviré en tus labios el amor que la Tierra
sintiera por el Cielo cuando el mundo era un niño,
y el tiempo dejará de salmodiar la lúgubre
canción de despedida mientras nos abrazamos.

Luis Alberto de Cuenca. El hacha y la rosa (1993).

jueves, 2 de octubre de 2008

Spider

A solas con la fiebre,
temblando,
sobre la niebla azul

qué camino trazar,
porqué la urgencia,
a quién alzar
este
alfiler de vidrio
incandescente,

cómo cesar la luz,
dónde
depositar
los firmamentos

que arrastro entre las manos,

sin voz,
con la emergencia del hambriento

que niega los eclipses,
el óxido ordinario de las tardes,
lo fácil de las líneas,

que apuesta el estupor
a la temeridad de las visiones,
con la fe del que arriesga
en el costado,
la sal de la victoria.

Ana Gorría. Araña (2005).

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acariciada por el viento ruso

Acariciada por el viento ruso,
llena hasta el borde de mi contenido,
que me rebosa tembloroso y triste,
miro mis pies, y a veces los olvido,
miro mis pies, y a veces los olvido.

Sobre mi vieja huella voy hollando,
y desgasto el camino conocido,
y donde dije amor digo silencio,
para no alcanzar nunca lo que pido.

Me lastra el duro afán de mi condena,
de tu mortal proximidad herido
y de mis propias y brumosas lágrimas,
que caen a tierra con dolor, sin ruido.

Carmen Jodra. Rincones sucios (2004).

martes, 30 de septiembre de 2008

A mis amigos

Como si hubierais muerto y os hablara
desde un ser que no fuese apenas mío;
como si sólo fuerais el vacío
de mi propia memoria, y os llorara

con una extraña pena que oscilara
entre un cálido amor y un gran desvío;
como si todo fuera ya ese frío
que deja un libro hermoso que cerrara

sus páginas sin voz; como si hablaros
no fuese como hablar, sino el tormento
de ver que hasta sin mí mi sangre gira.

Sólo puedo engañarme y engañaros,
hacer como que estáis, como que os siento,
cuando el mismo miraros ya es mentira.

Ramón Gaya. Seis sonetos de un diario de un pintor (1939).

lunes, 29 de septiembre de 2008

Último poema

Habrá quien aún crea que es posible huir;
cruzar el cabo de Buena Esperanza,
si es que el alma tiene uno.

Marchar de esta inhóspita ciudad del norte,
donde las únicas estrellas que brillan
son las lámparas de los insomnes.

Habrá aún quien quiera escuchar
la música silenciosa de los bosques de Finlandia.

Habrá todavía quien se enamore de una desconocida
que responde a otro que la llama: ¡Paloma!
y pasa, y deja su estela en la tarde
como un barco feliz en el que no hemos de embarcar nunca.

Habrá quien desee oír el sonido embriagante de las monedas
cayendo continuamente en las máquinas del casino de Macau.

Habrá quien desee enamorarse
del acento de una hermosa mujer extranjera.

Habrá quien esté dispuesto a hacer
promesas terribles que no cumplirá nunca.

Habrá quien desee despertar en un cuarto extranjero.

Habrá aún quien espere lo imposible.

Ahora que ya nada importa.

¿A dónde pretendes llegar? ¿A un palacio
de jade? ¿A una montaña de luz?

¿A dónde quieres huir?
El fantasma está en tu corazón.

Martín López-Vega. La emboscada (1999).

domingo, 28 de septiembre de 2008

Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaran.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás mío, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podía ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

Fabián Casas. El Salmón (1996).

sábado, 27 de septiembre de 2008

Centro

Tocar tu mano y no sentir el hueso
frío que desde dentro ahora la mueve,
sólo la piel caliente, el roce leve
de una carne hecha de espíritu, sin peso;
morder luego tus labios, y en el beso
quitarle al cráneo que hay detrás relieve,
y a la nuca dureza, y que la breve
vida parezca eterna en el proceso.
Cerrarte en un paréntesis de brazos
donde no cabe el mundo, ver que rota
mi ser alrededor de tus caderas,
romper con lo exterior todos los lazos,
y entrar en una realidad ignota,
que es sólo un centro en donde hay afueras.

Lorenzo Oliván. Puntos de fuga (2001).

viernes, 26 de septiembre de 2008

El esperado

El tiempo ayuda al mito de lo que no sucede.
Él vendrá o ha venido, no se sabe a fe cierta,
abundan los rumores mas no hay pruebas,
pudo ser aquel viejo de la capa raída
o el callado extranjero que no salió del cuarto
durante días, ¿quién podría asegurarlo?
Mejor no decir nada, mantener la vigilia,
dar órdenes precisas a guardias y aduaneros,
dibujar en el sueño el rostro de quien nunca
dio señales de vida ni declaró su nombre,
en la espera y deseo de que alguna mañana
se anuncie en una vuelta del camino,
incorpore su rostro a nuestro asombro
tan sólo por hallar a sus creadores,
por saber que fue cierta nuestra imaginación.

Jordi Doce. Otras lunas (2002).

jueves, 25 de septiembre de 2008

Meditación abstrusa

Es extraño. Si trato
de recordar el fuego de las noches sagradas,
un verano violento -como cualquier verano-,
con su luna de sangre y crepitar de brasas,
recuerdo esa violencia y la felicidad,
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego,
aunque yo sé que ardía en esas noches.

Resulta sorprendente. Si vuelvo atrás la vista,
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos,
rememoro el ingenio de los viejos amigos,
puedo escuchar la risa,
y esa desesperanza
de la que se alimenta cualquier joven,
porque se sabe fuerte, invulnerable.
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche,
nadie se ríe ya, y la desesperanza
no es siempre un alimento adolescente.

Es curioso. Si miro
las páginas de un libro, o esos rostros
que hablan en la pantalla y nos conmueven,
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron
mi fuego y mis amigos,
son palabras que nadie ha pronunciado
al margen de esos libros, son los rostros
de quien prestó su rostro a quien no existe,
y sin embargo están en esta misma noche,
y son y me acompañan y me ayudan.
Lo que parece eterno en la memoria
ha dejado de serlo, y lo que nunca
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad.
Es extraño, es curioso, es sorprendente:
no estoy del todo en mí, y cuando acudo
a lo que debí ser, todo ha cambiado.
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo,
y hasta en no importa dónde,
y hasta en no importa cuándo.

Carlos Marzal. Los países nocturnos (1996).

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Muerte habitada

Tan raro este derecho
a habitar en la muerte del amigo,
si lo definitivo de la muerte
es lo que queda cuando ya se ha ido.

Un orden superior es la alegoría.
Cómo desplaza el llanto al pensamiento
y qué secreto nos confía la lágrima:
con sólo verla estás en el secreto.

Todo lo que alguien logra permanece.
Puede que nos parezca innecesaria
la luz extensa de este amanecer.
En la bondad no se producen bajas.

Ausente es el que llora, no el ausente.
Ausente somos todos
cuando sospecho que morir consiste
en repartir tu espíritu entre otros.

O hacemos el esfuerzo
mientras alguien nos deja en pleno azul.

Álvaro García. Para lo que no existe (1999).

martes, 23 de septiembre de 2008

En blanco y negro

Me despierto y hay un vaso medio lleno
de bourbon encima de la mesa, unas cerillas,
un paquete de Winston en el que alguien
ha garabateado su número de teléfono; son las siete
y cinco minutos de la mañana, James Mason me contempla
en blanco y negro desde el televisor, y vocaliza
palabras que no logro entender ni oír siquiera.

Y después de levantarme y acercarme
al baño, y echar el asco y las entrañas
por las cañerías, y tirar de la cadena, se me ocurre
que es agradable estar vivo y hacer la guerra
y el amor y este poema, y que el mundo
bien merece
otra mirada.

Roger Wolfe. Días perdidos en los transportes públicos (1992).

lunes, 22 de septiembre de 2008

La soledad

Para los que jamás
unieron una tarde
el amor con el sexo,
y en esa tarde fría
sólo el placer cumplieron
y no tuvieron paz:
el cuerpo de mujer
no se mostró sumiso
brindando la confianza
y hablando del futuro
-dos cuerpos y una vida-,
con la complicidad
de sábanas muy blancas,
limpias com la sal.
Para los desgraciados
que en el sexo no hallaron
las músicas del mundo,
las pinturas del mundo,
las novelas del mundo,
porque ese sexo vacuo
sólo sabía a cuerpo.
Para los que en un cuerpo
jamás grabaron lenguas
que parecían sangre,
en bocas tan oscuras
como claro su gusto.
Para los tristes hombres
con un cuerpo sin centro
y tacto que no sueña,
para los tristes machos
yo puedo comentar
que los años sin Ella,
a pesar del placer
con los cuerpos de otras,
van a ser como corcho,
como corcho podrido,
como cieno de cerdo,
a pesar de ignorarlo,
como cieno de cerdo,
a pesar de olvidarlo.

Lorenzo Plana. Extraño (2000).

domingo, 21 de septiembre de 2008

Hay que tener llorada la palabra

Hay que tener llorada la palabra
para poder decirla dignamente.
Hay que tenerla en ascua, tan candente
que se nos meta por la carne y abra

boquetes luminosos, compañías.
Hay que tener perdida y encontrada
la palabra en la sangre, revelada
entre olvidos y muertos con los días.

Hay que haberse comido a cruz y penas
la palabra, vacío de bochorno,
para recuperarla por las venas

mellando la navaja con hombría.
Hay que tener cociendo, al rojo el horno,
la palabra y el pan de cada día.

Ramón de Garciasol. La madre (1958).

sábado, 20 de septiembre de 2008

... Y del todo

¡Perderse el mundo!
¿No suena a maldición?
Nada debe perderse. Ni se pierde.
Que todo sea.
Que todo lo que ansía ser
se cumpla.
¿No son esas palabras un recuerdo
de la divinidad?
Todo es dichoso: hasta el dolor consciente.
Todo tiene una miga que entregarnos
más amarga o más dulce,
a veces dura,
otras como bañada en pura leche
maternal. Todo asciende
desde el lóbrego origen
hacia su forma propia y asumida.
Vivir es ser.

Juan Gil-Albert. Migajas del pan nuestro (1954).

viernes, 19 de septiembre de 2008

La condena

El que posee el oro añora el barro.
El dueño de la luz forja tinieblas.
El que adora a su dios teme a su dios.
El que no tiene dios tiembla en la noche.

Quien encontró el amor no lo buscaba.
Quien lo busca se encuentra con su sombra.
Quien trazó laberintos pide una rosa blanca.
El dueño de la rosa sueña con laberintos.

Aquel que halló el lugar piensa en marcharse.
El que no lo halló nunca
es desdichado.
Aquel que cifró el mundo con palabras
desprecia las palabras.
Quien busca las palabras lo cifren
halla sólo palabras.

Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros.

Felipe Benítez Reyes. El equipaje abierto (1996).

jueves, 18 de septiembre de 2008

Poema de amor

De verdad es ahora
cuanto te reconozco.
Sólo a través del sueño
tus contornos son nítidos,
oigo clara tu voz,
recupero tus gestos
y tu lenta presencia
como el lento mecerse
de las aspas que giran
sobre nuestras cabezas.
Con la misma demora
con que tomas un baño
al final de la tarde.

Te conozco en la oscura razón
que sucede a la noche,
en la frágil frontera
de la luz, cuando el tiempo
es más real que nunca
o eso, acaso, parece.

A tu lado, aunque lejos,
tan en ti como ausente,
reconstruyo velado
tu otro rostro invisible,
el que en la edad dé forma
a la que en sueños eres.

Álvaro Valverde. A debida distancia (1993).

miércoles, 17 de septiembre de 2008

[Toda la noche ha estado funcionando]

Toda la noche ha estado funcionando
el aparato de la televisión. Y ha sido
dentro un sonido, aunque absurdo,

arrogante: han caído
regiones y han ardido
convoyes, la cigüeña
vuela serenamente. Verdaderas
regiones y esperados
convoyes, las ortigas
han tomado la tierra reservada
a la frambuesa. Todo
acabará teniendo su lugar en esta
nueva rutina. Incluso

que uno otra vez padezca la mirada
sin honor, y que otro
ceda su manta inútil
a la orfandad de fuera.

Juan Carlos Suñén. El hombre izquierdo (1997).

martes, 16 de septiembre de 2008

Las torres son imagen del orgullo

Las torres son imagen del orgullo.
Los hombres, cuya vida es breve y frágil,
gastan todo su tiempo en alzar torres.
Y una torre no enciende la esperanza.
Incluso la que guarda las campanas
y espera a las cigüeñas es culpable.
Me he cansado de oír los disparates
de los que viven dentro de la torre
y de los que arrastran a su sombra.
Me asquea su interior y me ha cegado
el reflejo del sol en sus ladrillos,
porque las torres son oro y son sangre.
La polvareda que al caer levantan
no debe entristecerme ni sus ruinas
llevarme a meditar sobre el destino
del poder, la ambición y la belleza,
sino hacerme salir de las prisiones
del enajenamiento y liberarme.

Julio Martínez Mesanza. Las trincheras (1996).

lunes, 15 de septiembre de 2008

El amor y las ciudades

Muchas veces soñaba tu ciudad,
y hasta llegué a perderme por sus calles
una noche de invierno
cuando supe de tanta soledad
y decidí buscarte
por encima de todo y contra todos.
En vano recorrí calles, plazas sin luz,
los viejos cines mudos
y los bares a punto de cerrar.
No te encontré.
Contra lejanas rocas

rompía el mar su oscura cabellera,
gritándome tu nombre.

Hoy tú eres mi ciudad.
Bajo la lluvia, ciega más tu luz
y en los cabellos ponen su punto de maldad
las gotas de los rizos.
De regreso,

inciertos como el alba,
mientras el agua borra los contornos
de otro tiempo perdido,
voy pensando tu cuerpo como un río
-el río que me arrastra de tu mano-,
tus brazos como dársena
en donde anclar herido.

José Gutiérrez. De la renuncia (1989).

domingo, 14 de septiembre de 2008

[No hace falta que se trate]

No hace falta que se trate
de un día distinto, el cansancio
en medio de la jornada, o la respiración
difícil o estás triste,
te pesa vivir y la conciencia
constante de ello. Esa especie
de cortina pastosa, el aire seco
de los radiadores, que lo cierra todo,
una imposibilidad de levantarse
o de estar quieto, de permanecer.
Y hay algo entonces
que advierto de pronto, un giro, en tu voz,
algo en tu cara, en lo que me cuentas,
o simplemente miras,
te veo mirar. Me sorprende siempre
cuando ocurre, su modo abrupto.
No persigo ningún modelo
en las estrellas, porque lo tengo aquí;
nada como esta erupción de vida
me afirma tanto en la materia. A veces
con el coche subimos y bajamos el páramo
y sus declives, la tierra está ocre,
gris negruzca, blanca
como en lenguas entre el primer verde,
y brilla de pronto el sol de invierno,
enciende el color;
me fijo en ello con ansiedad, casi
no me cuido del volante, la línea
recta de los estratos, su alternancia,
el capricho de los surcos.

Miguel Casado. Falso movimiento (1993).

sábado, 13 de septiembre de 2008

Gabinete de lectura

¿Qué buscas en los libros?
FERNANDO FORTÚN

Lector de viejas historias, ¿qué buscas
en los libros? Tal vez una tropa
perdida hacia Morella, con banderas
de otro siglo. Una provincia oscura.
La niñez y sus sueños. Una señal
de que fue grande la patria. La ilusión
y el misterio. La penumbra naciendo
al término del día, cuando el ángelus
es la paz de la tarde. Tu voz
en otras voces, que han de morir contigo.

Juan Manuel Bonet. La patria oscura (1983).

viernes, 12 de septiembre de 2008

[Suave es la tarde con su desvarío de pájaros]

Suave es la tarde con su desvarío de pájaros
al fondo
y sus castaños de Indias abiertos a la calma
de quien no espera nada.

También la flor de pascua de mi mesa
obedece sin espejos a los rayos del sol
y crece:
bueno es este mundo y amable
como la lluvia y la brisa en las rosas.

Sólo yo no he aprendido la lección de las lagartijas
engarzadas en la pared
ni la del gato que se enrosca sobre sí mismo.
Pobre diablo aquel que desafía y pretende quebrar con relojes
y amores
el ritmo de diamante de la vida.

Almudena Guzmán. Calendario (1998).

jueves, 11 de septiembre de 2008

La espera

¿Acaso es este cielo distante y no ausente,
desconocido pero no ajeno,
inalcanzable pero no prohibido,
misterioso pero no impenetrable...?
¿Es este cielo?
¿Es este cielo espolvoreado de luz el que me agita,
el que atrae la mirada al vértice de su túnel sin fin?
¿O eres tú?
Porque tú estás aquí, envolvente y remota,
patente e impasible,
invitante y esquiva.
Los perros ladran desde los pantanos;
unos faros barren el horizonte
antes de que el zumbido del motor se distinga.
Y el silencio de nuevo, absorbiéndolo todo.
En el tórrido clima de la boca
un grito rasga la grávida placenta de la noche
con su aguja impaciente.

Ana Rosetti. Llenar tu nombre (2008).

miércoles, 10 de septiembre de 2008

[No tengo ganas de llamarme]

No tengo ganas de llamarme
De seguir sabiendo quien soy
De quedarme en mí como un triste zapatero
Golpeando las campanas metálicas del día.

No tengo ganas de mostrar mi documento ni mi dentadura
Ni mi dolor redondo
Ni mi vacío que no asiste.

Este cuerpo que me rodea
Es la huida de una cárcel sin lugar y sin sentido.

Soy una penumbra que me rodea las luces
De un barco en tierra que se aleja.

La muerte es un juego de dioses inventados.

Luis Colombini. Crónicas de los deshuesos (2000-2001). De dioses, exilios y otras desesperaciones (2006).

martes, 9 de septiembre de 2008

[Aparente quietud ante tus ojos]

Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida -no hay ajenos límites-,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto.

Emilio Prados. Signos del ser (1962).

lunes, 8 de septiembre de 2008

Te diré el secreto

Te diré el secreto de la vida

El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco
conseguir que se filtre una corona real

Levántate cada día a hora distinta
y entre hora y hora
compóntelas para incrustar un ángel

Nada hay como un suspiro intercalado
y entre suspiro y suspiro
la melodía interrumpida

Déjame que cante
La grieta y el intervalo

Gerardo Diego. Biografía continuada (1971-1972).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Desde el ocaso

Dirán que nuestras vidas, al mirarnos
con la distancia fría que los tiempos
ponen entre los vivos y los muertos,
fueron amores tristes, dichos vanos,

veladas compartidas hasta el alba;
que nunca contrajimos compromisos,
que todo lo que hicimos fue baldío,
desérticos furores en las brasas.

Yo dejo humildemente un testimonio
por si alguien de otro siglo se interesa
y al ver nuestros retazos se enternece;

supimos que acechaba ya la muerte,
quisimos ser felices en la espera,
brillamos, pero el sol se puso pronto.

Leopoldo Alas. La condición y el tiempo (1992).

sábado, 6 de septiembre de 2008

[XXVI]

Nada peor que tú. Siempre perduras.
Te escondes bajo el fango inmaterial que habitas
y emerges luego, anfibio.
Asciendes desde un poso de memoria,
sobrevuelas el alma
como un buitre a la espera de ese instante
que transforma los sueños en carroña.

Hoy circundas mis restos.
Aguardo a que te poses para el voraz mordisco.
Encenderé la yesca de mi frente amustiada
para abrasar las alas que te guían.
!Extinguirnos por fin, recuerdo mío¡
juntos los dos, sin tiempo y sin retorno,
alzados en la cúspide del humo.
!Y ahora vuela otra vez.
Somos pavesas¡

Alejandro Céspedes. Las palomas mensajeras sólo saben volar (1984-1991).

viernes, 5 de septiembre de 2008

Era mi dolor tan alto

Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegada a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros brabos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.

Manuel Altolaguirre. Poesía (1930-31).

jueves, 4 de septiembre de 2008

Ocho de la mañana

Le miro cómo duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.

Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventada entreabierta
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.

Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.

Nó sé si formo parte de su sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza el sueño.

Luis Muñoz. El apetito (1998).

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Epitafio

Si de algún modo muero,
en las crudas heladas del olvido
o de muerte oficial,
reléeme esta nota, por favor,
y quémala conmigo.

La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.
Y no se tarda mucho en comprender
que se trataba sólo de unos juegos
para aparcar la muerte.
Ni siquiera fue un río
pues me tocaron tiempos muy duros de sequía
aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.

He creído en los mitos y he creído en el mar.
Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,
amé a Gregory Peck todo un verano
y prefería Estrabón a Marco Aurelio.

Aurora Luque. Transitoria (1998).

martes, 2 de septiembre de 2008

Después

A Luis López Anglada

¡Qué dormido, tú, el Hombre! Cómo vives
persiguiendo la forma del anhelo,
que no existe, que no... Cómo recibes
ausencia sólo y duelo.

Cómo sueñas visiones que se miran
hermosas como flores en el mar
flores ardientes que a la luz expiran.
Y olvidas despertar.

Que la verdad, cumplida como un sueño
lejano y triste, hundirá cuanto ves;
tu amor, tu luz, el hondo mar pequeño
en que la sangre es.

¿Desde qué sol, oh luz de madrugada,
de qué estrellas de Dios nos sostendrás?
Tú, monte altísimo, cima delgada,
muerte, ¿qué valle extenderás?

¡Muerte o amor, destino de la vida!,
llega y da ¡pronto! primavera y sí
a la raíz de eternidad nutrida que siento en mí.

O que... (¡silencio!), que el secreto,
la mentira que halla
los límites del esqueleto,
en la sombra... (¡silencio! ¡Nunca! Calla...).

Eugenio de Nora. Amor prohibido (1939-1945).

lunes, 1 de septiembre de 2008

[Mujer, perfúmame el campo]

Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos,
entre el tedio de mis rosas,

¡Olor a carne y a romero,
traje blanco y verdes hojas,
ojos negros entre todo
lo que azula y lo que dora!

Y tu risa de amor, y
tus concesiones de novia,
y el bien que siempre me has hecho
con el clavel de tu boca!

¡Ay, corazón, qué mal lates!
Oh mujer, cómo me llora
el alma entre tu fragancia,
cazadora blanca y rosa!

¡Pero mátame de carne,
que me asesine tu boca,
dardo que huela a tu sangre,
lengua, espada dulce y roja!

Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos
entre el tedio de mis rosas.

Juan Ramón Jiménez. Pastorales (1911).

domingo, 31 de agosto de 2008

Espera siempre

La muerte espera siempre, entre los años,
como un árbol secreto que ensombrece,
de pronto, la blancura de un sendero
y vamos caminando y nos sorprende.

Entonces, en la orilla de su sombra,
un temblor misterioso nos detiene:
miramos a lo alto y nuestros ojos
brillan, como la luna, extrañamente.

Y, como luna, entramos en la noche
sin saber dónde vamos, y la muerte
va creciendo en nosotros, sin remedio,
con un dulce terror de fría nieve.

La carne se deshace en la tristeza
de la tierra sin luz que la sostiene.
Sólo quedan los ojos que preguntan
en la noche total y nunca mueren.

José Luis Hidalgo. Los muertos (1947).

sábado, 30 de agosto de 2008

Sobre mi hombro

Ved: sentado lo llevo
sobre mi hombro:
oculto va, y visible
para mí solo!
Él me ciñe las sienes
con su redondo
brazo, cuando a las fieras
penas me postro:-
cuando el cabello hirsuto
yérguese y hosco,
cual de interna tormenta
símbolo torvo,
como un beso que vuela
siendo en el tosco
cráneo: su mano amansa
el bridón loco!-
Cuando en medio del recio
camino lóbrego,
sonrío, y desmayado
del raro gozo,
la mano tiendo en busca
de amigo apoyo,-
es que un beso invisible
me da el hermoso
niño que va sentado
sobre mi hombro.

José Martí. Ismaelillo (1882).

viernes, 29 de agosto de 2008

En el camino

Han pasado diez años y es un día de invierno.
Tú caminas por las avellanedas
y vas junto a esos sauces amarillos que avanzan
por los ríos con luna.
No será como ahora, no tendrás veinte años;
la nieve irá acercándose a tu casa
y el aire verde moverá en tus ojos
sus bosques de cristal y de silencio.
Recuérdalo, hubo un río.
Los árboles vivían
en el imán del agua.
Por la noche, escuchábamos gotear en las sombras
la canción de los búhos.
Y, luego, la corriente se llevó nuestras caras.
No sabemos a dónde. No sabemos por qué.
Aún estamos aquí.
Pero, de pronto,
han pasado diez años
y tú y yo somos dos desconocidos.

Benjamín Prado. Un caso sencillo (1986).

jueves, 28 de agosto de 2008

Melodrama

La tarde esmerilada de naranjas y hielo
semeja una piscina: nítida luz de arpones
tan móvil como zumo. Desde los almohadones
la tarde nos parece sólo un amable vuelo
de cuchillos. Nadamos. Sobre los trampolines
agitamos linternas. Las hamacas de rayas
húmedas nos abrigan: ¿no recordáis las playas
de hace más de diez años? Alguien en los jardines
ha visto un animal del que no sabe el nombre.
Lo persigue. La orqueta toca una bailable, ausente.
Ofrece cada objeto -dulce, aunque nos asombre-
su claridad: qué limpia plenitud. De repente
alguien recibe (y todo se volverá ilusorio)
una llamada oscura desde algún sanatorio.

Justo Navarro. Los nadadores (1985).

miércoles, 27 de agosto de 2008

Mapa de la muerte

La vida, ese país, es como el mapa
de la región de olvido, de la muerte.

Su brújula es un norte desdichado,
un estrella polar que marca rumbo
de oscuro derrotero, tumbo y tumbo,
y grado de compás mal gobernado.

Parece que elegimos los senderos
mirando en la memoria las señales,
las trazas del pasado, en que los males
parece que son pocos duraderos.

Parece que elegimos el camino
en esa topográfica materia
y en vez de gobernar en nuestra arteria
nos lleva de la mano su destino.

La vida, ese país, es como el mapa
de la región de olvido, de la muerte.


Arturo Serrano Plaja. Galope de la suerte (1958).

martes, 26 de agosto de 2008

Día de la ira

Desnúdame, no tengo ya otra cosa.
El labio casi helado de besar tanta muerte.
Sájame la mirada, deja el ojo sin lágrimas
como un carne mísera, tibia para las moscas.
Sobre tu piedra estoy, no vencido, ligado:
hiere y al turbio caño de la sangre el impuro
animal de vagido caliente perezca,
pues que amó la carne y su comercio
y fue carnal el llanto para él, como un miedo
cobarde de pichones en las manos
y la oración de un pétalo manchado entre los dientes.
Raspa, rae de mi lengua su nombre, si aún tienes
en el día del rigor panales de dulzura
y opera con tu largo bisturí de clemencia
el corazón, la entraña que no tuvo cansancio
ni olvido en el sopor del vino y de las noches
y que implacablemente perseguías
por las angostas calles de la antigua tristeza.

Rebana de los dedos su urdimbre de caricias
y deja que mis manos palpen ciegas y ajenas
la larga tela fría del desengaño.
Inerme sobre el mármol escucho el viento tuyo
de las trompas alzadas a la luna postrera,
cuando el ángel apaga la lucerna del tiempo
y remueve las vendas,
el sombrío aposento de las urnas,
el agujero oscuro, el cenotafio...
Porque desnudo estoy ante ti y te temo.

Pablo García Baena. Óleo (1958).

lunes, 25 de agosto de 2008

Las sábanas

Cada noche, al deshacer la cama
para acostarme, veo la sombra de mi cuerpo
sobre las sábanas, las huellas
de una antigua impregnación.

Así, cada noche, se tiende
mi cuerpo sobre la sombra de otro cuerpo
que no es el mío ya, sombra del cuerpo
de mi muerte, de la llaga secreta
que cada noche se aviva y nadie lame.

Y al apagar la luz, veo brillar tan sólo
las esplendentes sábanas,
que me cubren y borran,
cada noche, la sombra de mi cuerpo.

Rafael José Díaz. El canto en el umbral (1997).

domingo, 24 de agosto de 2008

Whalt Whitman

En un país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.

Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote que alienta soplo divino
anuncia, en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: "¡Vuela!"; "Boga", al marino.

y "¡Trabaja!", al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino,
con su soberbio rostro de emperador!

Rubén Darío. Azul... (1888).

sábado, 23 de agosto de 2008

Vencida por el Ángel

Yo cerraba los ojos, yo apretaba los puños;
yo blindaba mi pecho con metales helados;
yo sorbía a raudales la alegría y el fuego
para escapar, bravía, al acoso del Ángel.

Él Ángel era suave, silencioso y terrible.
Llevaba una ancha copa de licores amargos,
y en su pálida frente se leía imborrable
la palabra tremenda.

He luchado con él. He luchado: He reído
sobre todas las flores de los mayos ingenuos;
cabalgando en las nubes; fabricándome estrellas;
derramando canciones.

Me he apoyado en mis huesos; me he afirmado en
mi sangre.
He caído a la sima de los besos sin límite.
He crujido en el trance de los duros abrazos.
He gritado el triunfo de mi carne aumentada
en la carne del hijo.

Me he proclamado limpia contra el asco y la ruina.
Me he declarado libre contra el tedio y la duda.
Me he creído excluida, separada, intocable.

Pero el Ángel llegaba. A pesar de mis puños,
de mis ojos cerrados, de mis labios tenaces,
con su vuelo impasible, con su copa colmada,
me ha tocado; me ha roto la coraza soberbia;
me ha deshecho los muros; me ha cortado la huida.

Sin espada, sin ruido, me ha vencido. En la entraña
me ha dejado clavada la raíz de la angustia
y ya siento en mi alma el dolor de los mundos.

Ángela Figuera. Vencida por el ángel (1950).

viernes, 22 de agosto de 2008

Diez

Enciendo un cigarrillo.
La casa está serena.
Se ilumina el recuerdo
y revivo esa escena,

cálida, en la que estamos
tú y yo, sobre la cama,
despiertos y abrazados.
Interior. Madrugada.

El campo sigue fuera,
más oscuro y más vivo
quizás. Es la primera
vez que te has atrevido

a decirme te quiero.
Y, aunque finja que paso,
detrás de mi silencio,
te miro emocionado.

Javier Salvago. En la perfecta edad (1982).

jueves, 21 de agosto de 2008

Ahora

Sí, ahora como el pan de la vida,
el pan agrio, tierno, dulcísimo de la vida,
lo que con tu mano (ya agrietada por la maternidad),
en tus labios heridos por el ascua del beso.

Ahora que conozco la fortaleza de la ternura
y la dulzura del amor,
ahora como el pan de la vida.

Ahora que conozco el sabor de la muerte,
y el de la carne amada cuando el mar la desnuda,
ahora como el pan de la vida.

Ahora que me embriago con el beso del hijo
y contemplo en el alba las lunas de tu vientre
ahora como el pan de la vida.

Ahora que en la piedra contemplo
brillar mi gratitud por los dones hermosos,
ahora que callo para que cante el alma.

Sí, ahora como el pan de la vida,
el pan agrio, tierno, dulcísimo de la vida.

José Luis Cano. Otoño en Málaga y otros poemas (1949-1954).

miércoles, 20 de agosto de 2008

Cansancio

De la tierra me sube este cansancio,
esta fatiga de caminos.
La tierra es vieja, el hombre es viejo y lleva
caminando ya muchos siglos.
La vida es sólo una angustiosa marcha,
la tierra no tiene cobijo.
El hombre pasa y pasa. Por los campos
se suceden el hielo y el lirio.
El hombre pasa. El sol de agosto encierra
su oro en las torres de los trigos.
El hombre pasa. Gélidos rebaños
pastan en prados decembrinos.
El hombre pasa siempre. El tiempo pesa
sobre el paisaje mudo y frío.

Esta fatiga sube de la tierra,
este cansancio de caminos.

Sobre mi espalda pasan los senderos
que se recorren desde siglos.
Mis pies arrastran otros densos cuerpos
que lastran este cuerpo mío.
Vivir es caminar siempre de sombras
cargado hacia un fatal destino.
Este cansancio que ahora siento, acaso
sea un cansancio muy antiguo.

En el principio de la vida era
un hombre al borde de un camino.

Leopoldo de Luis. Los imposibles pájaros (1949).