viernes, 31 de octubre de 2008

Noviembre, 26

Que nuestras manos puedan
protegernos del sol,
que eclipsen su contorno totalmente,
no debiera ocultarnos el tamaño
de ese astro al que quiero llamar padre.
Bajo su luz desnuda
no precisan las cosas de adjetivos:
la mañana del mundo es cuanto tengo,
contra su cielo soy
un cuerpo frente al mar que ahora procura
disfrutar de su instante
en el hueco sin pausa de los siglos.

Austeridad y lujo de lo exacto.

Vicente Gallego. La luz de otra manera (1988).

jueves, 30 de octubre de 2008

Spiral Jetty

Dormido.
Escasamente ebrio
de caricias,
sirena
entre las sábanas,
exacto
como el filo de un cuchillo,
descansa en el crepúsculo
del cuarto,
como una media luna en un estanque,
ángel
en un pijama,
rompiendo,
dulcemente,
su figura de arena
en la escarcha encendida
del costado.

Ana Gorría. Araña (2005).

miércoles, 29 de octubre de 2008

Amada mía

Es igual que las sábanas me sean familiares
o que una cara nueva ponga en vilo mi noche.
Cada mañana el rito se oficia sin variantes:
el sol y su rutina de claridad benéfica
se llegan hasta el sueño, y me creo culpable
de no sé qué delito cuando el ojo recibe
para empezar el día su cuota desbordante
de luz. Deseo entonces recuperar la ropa,
alisar los recuerdos, correr hacia la calle
a vivir en las cosas con ninguna importancia.
Pero el cuerpo -¿lo siente?- siempre está bajo llave,
clavado en la madera solitaria y humilde
de otro cuerpo que sueña, al calor de la sangre,
redimir así juntos no sé bien qué pecado.

Jorge Riechmann. La primavera nórdica (1998).

martes, 28 de octubre de 2008

Así vivimos

¿Son alondras o avispas tus ojos en mi carne?
Un llanto oscuro, un denso llanto oscuro mana del cielo, de
la tierra.
La sangre es una hormiga que enardece mi cuerpo.
Abre los ojos, camarada;
abre los ojos.
Mira:
el mundo es una nube sobre la cual marchamos
de pie, de rodillas, sentados,
con los ojos cerrados o abiertos,
entre muertos y vivos,
entre indecibles sombras;
entre negros que pueden convertirse en ángeles,
que conocen el color del aire
y la asfixia de una soga en el cuello;
entre hombre llevados al muro,
a ese muro de donde no se vuelve,
a ese muro donde un cabello es un suspiro,
una vida una mano de tierra.
Óyeme, óyeme, camarada.
Así vivimos,
atravesamos las tempestades,
precedidos, cercados por el llanto,
por el llanto de la cabaña, de la ciudad y el cementerio,
por ese llanto que lo invade todo,
que lo inunda todo,
que nos une en el cuerpo y en la sangre,
que terminará por confundirnos en una sola estrella.
Entre sombras, camarada;
entre sombras, bosques o llantos que nos agitan,
¿son tus ojos alondras o avispas en mi sangre?
El Universo entero es una lágrima redonda.

Pascual Pla y Beltrán. Camarada (1936).

lunes, 27 de octubre de 2008

Divinidad

He ido, con la hoz buida de mi voz sin palabras,
a segar en los surcos de tu vida presente espigas de tu ayer.
Eran mías. Llevaba largo tiempo esperando,
desollándome siempre la troje de mi sueño.
Me imaginaba el fruto
cantándome canciones doradas, encendidas.
Todo, como cadena de júbilo. Entusiasmo
por darle un eslabón a cada instante:
en el molino, harina; masa, en la artesa; pan, dentro del horno; aroma...
He frenado mi hambre. Me alimenté con gana de comer,
de un constante ayunar, de un eterno esperar para ese día.
¡Oh, día de mi estío! ¡Plenitud! ¡Claridad! ¡Recolección!
Y, con la voz buida de mi voz sin palabras,
me he llegado a tus surcos y los hallé segados...

Me siento un poco Dios al ver que soy
cuerpo del pan que comen mis ladrones.

Juan Alcaide. La noria del agua muerta (1936).

domingo, 26 de octubre de 2008

Un vaso de agua para la madre de Juan Alcaide

Te recuerdo callando entre mujeres
mientras tu Juan, ya huésped de la caja,
aguardaba los puentes de la tierra.

Yo no le quise ver porque me daba miedo.
No porque de la muerte me estremezca
ni un muerto me dé espanto,
sino porque era Juan con su calva y su frente
y con sus labios gordos y sus manos helándose.

Entonces me dio miedo de estar en Valdepeñas,
de haber llegado en tren por la mañana
y haber bebido vino antes de verte.
Porque tú estabas, blanca, en una silla
sin pronunciar un verbo
y con gesto de nunca.
No sabías

sin estabas en tu casa, si de lejos
veías su tejado, negro ahora.
Transitaba la gente por el patio
y tú, entonces, pesabas
en camisas planchadas y en pañuelos;
en perfumes de flor y maderas,
y nada de la muerte y de su prisa.

Cerca estaba tu hijo:
fuerzas hacían por alzarle algunos.

Ángel Crespo. Quedan señales (1952).

sábado, 25 de octubre de 2008

Salmo inicial

Señor, no estás conmigo aunque te nombre siempre
estás allá, entre nubes, donde mi voz no alcanza,
y sí a veces resurges como el sol tras la lluvia,
hay noches en que apenas logro pensar que existes.
Eres un mar lejano que a veces no se oye.
No estás dentro de mi. Siento tu negro hueco
devorando mi entraña, como una hambrienta boca.

Y por eso te nombro, Señor, constantemente,
y por eso refiero las cosas a tu nombre,
dándole latitud y longitud de Ti.
Si estuvieras conmigo yo hablaría de cosas,
de cosas nada más, sencillas y desnudas,
del cielo, de la brisa, del amor y la pena.
Como un feliz amante que dice sólo: "Mira
qué pájaro, qué rosa, qué sol, qué tarde clara",
y vierte así en la luz de los nombres su amor.
Pero no. Tú me faltas. Y te nombro por eso.
Te persigo en el bosque detrás de cada tronco,
te busco por el fondo de las aguas sin luz.
¡Oh cosas: apartaos, dadme ya su presencia
que tenéis escondida en vuestro oscuro seno!
Marcado por tu hierro vago por las llanuras,
abandonado, inútil, como una oveja sola...
Hombre de Dios, me llamo, Pero sin Dios estoy.

José María Valverde. Hombre de Dios (1945).

viernes, 24 de octubre de 2008

Extravío de horas

Haber perdido el tiempo, seriamente,
haciendo vagas cosas rituales
majaderas, nerviosas como muecas
que miman en la historia o desvanecen
el verbo en la acronía.

Como siglos
de cristal instantáneo, ricas horas
lentísimas, quemadas mientras hunde
el sol triste sus barbas luminosas
en el quieto almanaque de las sombras
o tumben sus caballos
los despojos del carro, el bronce ardiente
del eje y de la lanza ya sin ruedas
y ese viento de púrpura. Y quedemos
azogados y absortos
bajo el vuelo oscurísimo del tiempo.

Carlos Barral. Extravíos (1986).

jueves, 23 de octubre de 2008

[XXXV]

La aparición del pájaro que vuela
y vuelve y que se posa
sobre tu pecho y te reduce a grano,
a grumo, a gota cereal, el pájaro
que vuela dentro
de ti, mientras te vas haciendo
de sola transparencia,
de sola luz,
de tu sola materia, cuerpo
bebido por el pájaro.

José Ángel Valente. El fulgor (1984).

miércoles, 22 de octubre de 2008

A qué tanto cuidar la casa

A qué tanto cuidar la casa,
regar las flores,
ponerles toldos a la luz del patio,
quitar el polvo de los espejos. Oye
latir la sangre general afuera,
abandona la mesa donde comes,
trepa por las columnas al tejado,
aráñate, hazte niño como entonces,
mira a lo lejos cuando estés arriba,
asume el horizonte.
Con el aire de todos
llénate los pulmones.
Alguien, que vive dentro
de la muerte del hombre,
quedará abajo. Inútil, mudo y pálido,
él regará tus flores.

Manuel Mantero. La lampara común (1962).

martes, 21 de octubre de 2008

Un loco tocado de la maldición del cielo

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.

Leopoldo María Panero. Poemas del manicomio de Mondragón (1987).

lunes, 20 de octubre de 2008

Figura

Ascender a esta imagen: criatura
de borroso contorno.
Malamente
reconocerse en ella si prudente
la memoria se muestra o es oscura

su intención. No puede su bravura,
sin embargo, volverse de repente
a un espacio de nadie -inocente
e imposible argumento-: la locura.

Ni lejana ni vaga. Cuando quiere
eleva ante ti plantas, edificios.
Ni tu odio perpetuo tanto hiere,

ni podrás con tus hueros maleficios
ocultar la impotencia... Ni difiere
su presencia indecente de tus vicios.

José Luis Jover. (1967).

domingo, 19 de octubre de 2008

Canción de tormenta

Escucha el ulular del viento contra el muro;
la hiedra, las acacias baten la piedra sin descanso
y dividen el tiempo como tiernas cuchillas.
Yo te he visto en los intervalos: la luz
a rachas alumbraba tu rostro en la tormenta.
Eras tú y no eras: pues en la oscuridad
yo te llamaba y tú me respondías,
y también era tuya esa negrura,
tuya como el eco absurdo del viento.

Jordi Doce. La anatomía del miedo (1994).

sábado, 18 de octubre de 2008

El requerido

No la razón del piano: las del hombre
te condujeron desde que eras niño
y entre la fría luz de la patria angustiada
a la que no habías de volver.

Ya entonces intuiste la caediza
ráfaga del amor, la carrera del tiempo,
los impuros motivos del tambor y las armas,
la soledad en que, como con el regalo
de un dios inexorable,
se mueve nuestra vida hacia su término.
Ya retenías aquello en el sollozo,
más viril y más tierno, de las cuerdas.
Ya eras del todo y para siempre tú,
testigo y mensajero, condolido inventor
de una esperanza para los humanos
o de aquel llanto en luz con que creerla.

Tu vida no fue oscura, pero entre
las galas, los viajes, algo interior aún
a tu enfermenda, iba
irreparablemente consumiéndote
y haciéndote mayor al mismo tiempo.
Scherzos y baladas, las amargas
delicias de un nocturno, los estudios
por los que nieve y fuego, o muerte y vida,
se entrecruzan temblando,
eran emanación de aquella fuerza
con la que el corazón del universo,
cuanto nos ilumina y abandona,
expresión te pedían, ser fijados
de alguna forma, a salvo de la muerte.

Eso te desgarró y nos dio tu música:
tu palabra de hombre
de una vida más basta y más completa.

Fernando Quiñones.

viernes, 17 de octubre de 2008

[Si mis manos cogiesen tu cabeza]

Si mis manos cogiesen tu cabeza
y yo mirase en ti tan hondamente
que te pudiera atravesar la frente,
poner los ojos sobre tu tristeza,

¡qué confidencia de naturaleza
-se me haría la vida transparente-
saber en ti, hallar súbitamente
origen de dolor a la belleza!

Y levantar con lentitud sagrada
mi corazón entonces y ponerlo
en esta ola de descubrimiento

a esperar que se cumpla tu mirada;
a ver el mundo resistir, a verlo
hacer banderas con el sufrimiento.

Antonio Gamoneda. Sublevación inmóvil (1960).

jueves, 16 de octubre de 2008

Homenaje a mi tiempo

No me compadezcáis. Oídme.
Tensad la cuerda poco a poco.
Pisotead lo que me queda,
porque mantuve un corazón loco.

Es por el pan por lo que grito,
por sólo el pan y los zapatos,
por respirar, por ir muriéndome
tan duramente solitario.

Hacéis las cárceles, los premios,
lleváis la cuenta de la rosa,
asesináis tan lentamente
que oigo mi sangre gota a gota.

Es por el pan, es por la luz
que milagrosa se derrama.
Nace mi voz entre fusiles;
alguien la esposa y la amordaza.

Llegará el día de los hombres,
de los que mueren cara a cara,
desnudos, altos como torres.

Salvador Pérez Valiente. Por tercera vez (1953).

miércoles, 15 de octubre de 2008

[Esta mañana he estado en el Zoológico]

Esta mañana he estado en el Zoológico con mi hija,
la he llevado de la mano por los senderos de tímidas y presumidas palomas,
hemos bajado al lado donde las focas jugaban,
y luego hemos recorrido las jaulas una por una.
A veces subí en brazos a mi hija porque había mucha gente y le tapaban la vista.
Yo hubiera querido que la mía hubiese estado cerrada;
Cuánto pavoroso contacto con mis orígenes.
Esta mañana he estado en una galería de espejos
y he visto reflejado en todas sus facetas al hombre.
En la hediondez del chacal,
en la lujuria del chimpancé,
en el orgullo del león,
en la melancolía del camello,
en la vanidad del pavo real,
en la avaricia de la urraca,
en la infelicidad del rinoceronte,
en la torpeza del hipopótamo
en la soledad del halcón,
en el abandono del elefante...
Esta mañana -será una hermosa mañana de primavera- he estado en el Zoológico con mi hija.
Ella reía, gozaba, a veces tenía miedo.
Me hacía muchas preguntas.
Yo le he contestado como podía,
mientras horrorizado por tanto dúplica de nuestro origen,
pensaba en la tierna descendencia que me oprimía la mano.
¿Cómo sostener, vida a vida, la mirada misma de la inocencia?
Sólo me atrevía contemplar un instante los ojos clarísimos de mi hija.
Luego, levanté la vista a los árboles, la alargué hasta el cielo,
lenta, fija, casi llorosa,
buscando allá en lo puro y lo alto la redención de la vida.

Vicente Gaos. Profecía del recuerdo (1956).

martes, 14 de octubre de 2008

[Yo que llevo la vida más aburrida de todas]

Yo que llevo la vida más aburrida de todas
que no salgo de mi encuentro y que vivo
encerrado en un cuerpo sin ritmo y con dos pies
izquierdos
te veo ahora sonriente y feliz
y me doy cuenta que no nací para estas latitudes
tuyas
que el fuego detrás de tus ojos es inextiguible
que los trajes de amianto no los venden en el
supermercado
no vine hacia ti, fui un ejercicio de tedio por un
tiempo.

Daniel Pradilla. 10 Francos Belgas (2001).

domingo, 12 de octubre de 2008

Promesa

Quizá fuesen mejores
Nuestros corazones cuando eran frágiles
Y algún golpe de mar, o la noche de julio
Pudieran abrirles las calladas heridas
Que ahora, y para siempre, llamaremos nostalgias.
Quizá fuesen mejores cuando eran
Cual regatos ligeros o lluviosas tardes
Que mojaban la infancia y partían
Un dominio común; un valle abierto,
Inmensos arenales, aquel balcón
Detenido en la presencia de pulidos geranios.
No eligieron barcos para partir lejos;
Ni la brisa liviana de un verano
Para que los apagase, con su fuego insumiso.
Semejantes a los hombres, desearon
A los árboles antiguos de esta tierra.

Ramiro Fonte. Pasa un segredo (1988).

Poeta, narrador, ensayista, crítico y estudioso de la literatura gallega, Ramiro Fonte falleció el viernes a los 51 años. Era el director del Instituto Cervantes de Lisboa.

Una mano de tierra

Una mano de tierra o de vacío,
de vida o muerte dura me persigue.
El amor que se asoma no consigue
burlar de aquella ausencia el guante frío.

¿Es tormento y humano desvarío
que muerde o lame, perro que me sigue
las venas sonriendo? ¡No castigue
su risa, su pisada, el sueño mío!

Mas sus ojos sin ojos, mi desierto,
las raíces que tengo en agonía,
el rosal de mi anhelo amurallado,

traspasan con fulgor de otoño muerto.
Esa mano... ese can... esa sombría
nada va, viene, ronda mi cercado.

Concha Zardoya. La casa deshabitada (1959).

sábado, 11 de octubre de 2008

Sótano

A esta inmovilidad de ojos atónitos
Y postrado lenguaje
Que me encadena a estar presente
En la ausencia de mí
A esta sombría suspensión
De mi latir difunto
le pregunto
Si he morir sin haberme lavado
De tanta sucia soledad errática
Y qué sol me podrá secar un día
De aquellas cavernosas aguas pútridas
Donde he chapoteado tanto
Mirando tiritar la vida
Desfigurada por la llaga obscena
Del amor omitido.

Tomás Segovia. Lapso (1986).

El Premio García Lorca Ciudad de Granada para Tomás Segovia

Tomás Segovia ganó ayer el Premio de Poesía Federico García Lorca Ciudad de Granada 2008 por, entre otras razones, haber sido "un poeta de las dos orillas" que "ha devuelto a España lo que aprendió fuera", según el jurado.

Francisco Brines, ganador el año pasado y miembro del jurado, ha considerado a Segovia como "un poeta erótico verdaderamente bueno", y ha asegurado que, con la concesión de este galardón, la poesía española "lo reconoce oficialmente". Por su parte, la presidenta de la Fundación García Lorca, Laura García Lorca, ha subrayado la "riqueza" de la obra del galardonado, quien al ser español y latinoamericano representa una poesía "de ida y vuelta que hace ver a España desde el otro lado". Sobre este aspecto ha incidido la representante de la Casa América, Julia Escobar, quien ha apuntado que Segovia "se formó fuera y lo ha devuelto todo a España".

El premio se concede desde 2004 y sus ganadores sucesivos han sido: Ángel González, José Emilio Pacheco, Blanca Valera y Francisco Brines.

viernes, 10 de octubre de 2008

Y el corazón

Yo no sé todavía
cómo llegó la ola inmensa
de este júbilo nuevo.
Igual que en el milagro de una resurrección,
hoy levanto la losa de mi sepulcro negro.
He tapado mis llagas con puñados de risas,
he encendido mil versos en la ribera oscura...
Y el corazón, desnudo,
lo he clavado en los picos de la estrella más alta.

Emeterio Gutiérrez Albelo. Campanario de la primavera (1930).

jueves, 9 de octubre de 2008

Lo que no es sueño

Déjame que te hable, en esta hora
de dolor, con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio;
el dolor es el huésped,
la alegría, la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que, con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente.

Claudio Rodríguez. Alianza y condena (1965).

miércoles, 8 de octubre de 2008

Insomnio

Insaciable,
entré en tu edad madura, en la maleza,
busqué el tenso bambú, la carne cimbreante,
con el designio de un tardío acoso,
y como el sueño no era sino un viaje
cuyo mayor dolor es el regreso,
hacia la tapia fulgurante y ciega
acompañé tu imagen, sufrí su maleficio,
oh misteriosa y húmeda concavidad vacía,
cuerpo más que la aurora vacilante,
desolación para los que esperábamos,
tras noches de ansiedad, siglos de entrega.

Carlos Sahagún. Primer y último oficio (1979).

martes, 7 de octubre de 2008

No lances las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.

o también

No llencis les cartes d'amor

Elles no t'abandonaran.
Passarà el temps, s'esborrarà el desig
-aquesta fletxa d'ombra-
i els rostres sensuals, intel•ligents, bellíssims,
s'ocultaran en un mirall dins teu.
Cauran els anys i avorriràs els llibres.
Davallaràs encara,
i perdràs, fins i tot, la poesia.
El soroll fred de la ciutat als vidres
anirà esdevenint l'única música,
i les cartes d'amor que hauràs guardat
la teva última literatura.

Joan Margarit. Aguafuertes/Aigüaforts (1995).

Joan Margarit gana el Premio Nacional de Poesía

Joan Margarit (Sanauja, Lleida, 1938) ha obtenido el Premio Nacional de Poesía por su libro Casa de Misericordia, ya galardonado con el Nacional de la Crítica, el Rosalía de Castro y el Poesía de Catalunya.

Concedido por el Ministerio de Cultura a la mejor obra de poesía publicada durante el año anterior en español u otras lenguas cooficiales, el jurado ha estado presidido por el director general del libro, Rogelio Blanco, y han formado parte de él Luis García Montero, Clara Janés, Pere Gimferrer, Olvido García Valdés, ganadora de la pasada edición, y José Manuel Caballero Bonald. Jon Gerediaga Gotilla ha quedado finalista por su obra Jainkoa harrapatzeko tranpa.

Margarit, poeta bilingüe en castellano y catalán, estudió arquitectura y es catedrático jubilado de Cálculo de Estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Su primer poemario, en castellano, lo publicó en 1963. A partir de 1980 inicia con L'ombra de l'altre mar su obra poética en catalán, en la que aparecen títulos como Vell malentés (1981), El passat i la joia (1983) o Calcul d'estructures (2005). Se han publicado en castellano y catalán Crónica (1975), Luz de lluvia (1986), Edad roja (1991), Aguafuertes (1995), Estaciò de França (1999) y Joana (2002) -dedicado a su hija fallecida-.

Empezó a concebir Casa de Misericordia (Visor, en edición bilingüe, y Proa, en catalán) mientras visitaba una exposición sobre la Casa de Misericordia que reflejaba con fotografías y documentos la historia de la institución.

Joan Margarit ha dicho de la poesía que es "el refugio donde cobijarse, tarde o temprano. Fuera de la poesía, la música o la filosofía, no hay nada" y su página, www.joanmargarit.com, encadila nada más abrirse.

lunes, 6 de octubre de 2008

[Para las altas costumbres, alta vida]

Para las altas costumbres, alta vida.
Alta de amor. Voz alta. Alto sendero
-siempre de fe y luz-. Albor primero
para las altas nubes de tu huida.

Alta de brisas altas. Confundida
con el latir más alto. Alto crucero
por altas costas. Alto mastelero
para altas velas, altas de partida.

Alta de ti, fiebre de mis pulsos,
ofreces en tus brazos la balanza
que iguale en el cenit nuestros impulsos.

Y al alcanzar tu imagen su infinito
hay un temor a que se clave en lanza
y una ambición de que culmine en grito.

José García Nieto. Víspera hacia ti (1940).

domingo, 5 de octubre de 2008

Algo me dice cómo pasa el tiempo

Le he preparado el equipaje:
botas de nieve y de paseo, dos
sudaderas, t-shirts,
y tres pares de jeans;
todo lo necesario para los cinco días
que durará el viaje con la escuela.
Dejo la bolsa encima de la cama,
por si quiere añadir algún juguete,
y vuelvo a mi trabajo. Hasta mi mesa
llega el aroma vago de un perfume.
Por la puerta entornada
la veo girar sobre su eje, la
blusa que, juraría, vi llevar a su madre,
y una falda de seda, con volantes, los
movimientos que inquieren al espejo
los entresijos de la perfección,
la tenue luz que asiente y la sonrisa
pícara con que observa su disfraz
de la cabeza hasta los pies.
El oso de peluche
yace sobre la alfombra. No responde
a sus preguntas (que tampoco yo
comprendo apenas), la mirada absorta
en sus dos ojos de cristal, y no
le dicen nada el tono ni los nombres
que pronuncia en voz baja
con un temblor que yo no conocía.
Todo lo que sospecho que no soy,
lo que no seré nunca, está con ella.
Cierro la puerta con cuidado
y me alejo de allí, sin hacer ruido.
 
Jenaro Talens. De una obra en marcha (2001).

sábado, 4 de octubre de 2008

El estudio del artista

Anónimo holandés

Al fondo de la estancia tenebrosa
atestada de mapas y anaqueles,
de caballetes, bustos y cinceles
donde la araña teje sigilosa,

una figura pálida y borrosa,
rodeada de libros y papeles,
alza un compás y cruza dos pinceles
contemplando la noche silenciosa.

Una llama de vela mortecina
signa la oscuridad más que ilumina,
y descubre el temor y la torpeza,

la mueca de desprecio y extrañeza
con que asoma la estúpida cabeza
del mono que levanta la cortina.

Guillermo Carnero. Divisibilidad indefinida (1990).

viernes, 3 de octubre de 2008

Volveremos a vernos

Volveremos a vernos donde siempre es de día
y los feos son guapos y eternamente jóvenes,
donde los poderosos no abusan de los débiles
y cuelgan de los árboles juguetes y tebeos.

En ese hogar de luz que no hiere los ojos
volveremos tú y yo a decirnos bobadas
cogidos de la mano, viendo morir las olas
sin agobios ni prisas, donde el sol no se pone.

Y viviré en tus labios el amor que la Tierra
sintiera por el Cielo cuando el mundo era un niño,
y el tiempo dejará de salmodiar la lúgubre
canción de despedida mientras nos abrazamos.

Luis Alberto de Cuenca. El hacha y la rosa (1993).

jueves, 2 de octubre de 2008

Spider

A solas con la fiebre,
temblando,
sobre la niebla azul

qué camino trazar,
porqué la urgencia,
a quién alzar
este
alfiler de vidrio
incandescente,

cómo cesar la luz,
dónde
depositar
los firmamentos

que arrastro entre las manos,

sin voz,
con la emergencia del hambriento

que niega los eclipses,
el óxido ordinario de las tardes,
lo fácil de las líneas,

que apuesta el estupor
a la temeridad de las visiones,
con la fe del que arriesga
en el costado,
la sal de la victoria.

Ana Gorría. Araña (2005).

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acariciada por el viento ruso

Acariciada por el viento ruso,
llena hasta el borde de mi contenido,
que me rebosa tembloroso y triste,
miro mis pies, y a veces los olvido,
miro mis pies, y a veces los olvido.

Sobre mi vieja huella voy hollando,
y desgasto el camino conocido,
y donde dije amor digo silencio,
para no alcanzar nunca lo que pido.

Me lastra el duro afán de mi condena,
de tu mortal proximidad herido
y de mis propias y brumosas lágrimas,
que caen a tierra con dolor, sin ruido.

Carmen Jodra. Rincones sucios (2004).