martes, 30 de septiembre de 2008

A mis amigos

Como si hubierais muerto y os hablara
desde un ser que no fuese apenas mío;
como si sólo fuerais el vacío
de mi propia memoria, y os llorara

con una extraña pena que oscilara
entre un cálido amor y un gran desvío;
como si todo fuera ya ese frío
que deja un libro hermoso que cerrara

sus páginas sin voz; como si hablaros
no fuese como hablar, sino el tormento
de ver que hasta sin mí mi sangre gira.

Sólo puedo engañarme y engañaros,
hacer como que estáis, como que os siento,
cuando el mismo miraros ya es mentira.

Ramón Gaya. Seis sonetos de un diario de un pintor (1939).

lunes, 29 de septiembre de 2008

Último poema

Habrá quien aún crea que es posible huir;
cruzar el cabo de Buena Esperanza,
si es que el alma tiene uno.

Marchar de esta inhóspita ciudad del norte,
donde las únicas estrellas que brillan
son las lámparas de los insomnes.

Habrá aún quien quiera escuchar
la música silenciosa de los bosques de Finlandia.

Habrá todavía quien se enamore de una desconocida
que responde a otro que la llama: ¡Paloma!
y pasa, y deja su estela en la tarde
como un barco feliz en el que no hemos de embarcar nunca.

Habrá quien desee oír el sonido embriagante de las monedas
cayendo continuamente en las máquinas del casino de Macau.

Habrá quien desee enamorarse
del acento de una hermosa mujer extranjera.

Habrá quien esté dispuesto a hacer
promesas terribles que no cumplirá nunca.

Habrá quien desee despertar en un cuarto extranjero.

Habrá aún quien espere lo imposible.

Ahora que ya nada importa.

¿A dónde pretendes llegar? ¿A un palacio
de jade? ¿A una montaña de luz?

¿A dónde quieres huir?
El fantasma está en tu corazón.

Martín López-Vega. La emboscada (1999).

domingo, 28 de septiembre de 2008

Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaran.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás mío, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podía ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

Fabián Casas. El Salmón (1996).

sábado, 27 de septiembre de 2008

Centro

Tocar tu mano y no sentir el hueso
frío que desde dentro ahora la mueve,
sólo la piel caliente, el roce leve
de una carne hecha de espíritu, sin peso;
morder luego tus labios, y en el beso
quitarle al cráneo que hay detrás relieve,
y a la nuca dureza, y que la breve
vida parezca eterna en el proceso.
Cerrarte en un paréntesis de brazos
donde no cabe el mundo, ver que rota
mi ser alrededor de tus caderas,
romper con lo exterior todos los lazos,
y entrar en una realidad ignota,
que es sólo un centro en donde hay afueras.

Lorenzo Oliván. Puntos de fuga (2001).

viernes, 26 de septiembre de 2008

El esperado

El tiempo ayuda al mito de lo que no sucede.
Él vendrá o ha venido, no se sabe a fe cierta,
abundan los rumores mas no hay pruebas,
pudo ser aquel viejo de la capa raída
o el callado extranjero que no salió del cuarto
durante días, ¿quién podría asegurarlo?
Mejor no decir nada, mantener la vigilia,
dar órdenes precisas a guardias y aduaneros,
dibujar en el sueño el rostro de quien nunca
dio señales de vida ni declaró su nombre,
en la espera y deseo de que alguna mañana
se anuncie en una vuelta del camino,
incorpore su rostro a nuestro asombro
tan sólo por hallar a sus creadores,
por saber que fue cierta nuestra imaginación.

Jordi Doce. Otras lunas (2002).

jueves, 25 de septiembre de 2008

Meditación abstrusa

Es extraño. Si trato
de recordar el fuego de las noches sagradas,
un verano violento -como cualquier verano-,
con su luna de sangre y crepitar de brasas,
recuerdo esa violencia y la felicidad,
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego,
aunque yo sé que ardía en esas noches.

Resulta sorprendente. Si vuelvo atrás la vista,
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos,
rememoro el ingenio de los viejos amigos,
puedo escuchar la risa,
y esa desesperanza
de la que se alimenta cualquier joven,
porque se sabe fuerte, invulnerable.
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche,
nadie se ríe ya, y la desesperanza
no es siempre un alimento adolescente.

Es curioso. Si miro
las páginas de un libro, o esos rostros
que hablan en la pantalla y nos conmueven,
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron
mi fuego y mis amigos,
son palabras que nadie ha pronunciado
al margen de esos libros, son los rostros
de quien prestó su rostro a quien no existe,
y sin embargo están en esta misma noche,
y son y me acompañan y me ayudan.
Lo que parece eterno en la memoria
ha dejado de serlo, y lo que nunca
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad.
Es extraño, es curioso, es sorprendente:
no estoy del todo en mí, y cuando acudo
a lo que debí ser, todo ha cambiado.
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo,
y hasta en no importa dónde,
y hasta en no importa cuándo.

Carlos Marzal. Los países nocturnos (1996).

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Muerte habitada

Tan raro este derecho
a habitar en la muerte del amigo,
si lo definitivo de la muerte
es lo que queda cuando ya se ha ido.

Un orden superior es la alegoría.
Cómo desplaza el llanto al pensamiento
y qué secreto nos confía la lágrima:
con sólo verla estás en el secreto.

Todo lo que alguien logra permanece.
Puede que nos parezca innecesaria
la luz extensa de este amanecer.
En la bondad no se producen bajas.

Ausente es el que llora, no el ausente.
Ausente somos todos
cuando sospecho que morir consiste
en repartir tu espíritu entre otros.

O hacemos el esfuerzo
mientras alguien nos deja en pleno azul.

Álvaro García. Para lo que no existe (1999).

martes, 23 de septiembre de 2008

En blanco y negro

Me despierto y hay un vaso medio lleno
de bourbon encima de la mesa, unas cerillas,
un paquete de Winston en el que alguien
ha garabateado su número de teléfono; son las siete
y cinco minutos de la mañana, James Mason me contempla
en blanco y negro desde el televisor, y vocaliza
palabras que no logro entender ni oír siquiera.

Y después de levantarme y acercarme
al baño, y echar el asco y las entrañas
por las cañerías, y tirar de la cadena, se me ocurre
que es agradable estar vivo y hacer la guerra
y el amor y este poema, y que el mundo
bien merece
otra mirada.

Roger Wolfe. Días perdidos en los transportes públicos (1992).

lunes, 22 de septiembre de 2008

La soledad

Para los que jamás
unieron una tarde
el amor con el sexo,
y en esa tarde fría
sólo el placer cumplieron
y no tuvieron paz:
el cuerpo de mujer
no se mostró sumiso
brindando la confianza
y hablando del futuro
-dos cuerpos y una vida-,
con la complicidad
de sábanas muy blancas,
limpias com la sal.
Para los desgraciados
que en el sexo no hallaron
las músicas del mundo,
las pinturas del mundo,
las novelas del mundo,
porque ese sexo vacuo
sólo sabía a cuerpo.
Para los que en un cuerpo
jamás grabaron lenguas
que parecían sangre,
en bocas tan oscuras
como claro su gusto.
Para los tristes hombres
con un cuerpo sin centro
y tacto que no sueña,
para los tristes machos
yo puedo comentar
que los años sin Ella,
a pesar del placer
con los cuerpos de otras,
van a ser como corcho,
como corcho podrido,
como cieno de cerdo,
a pesar de ignorarlo,
como cieno de cerdo,
a pesar de olvidarlo.

Lorenzo Plana. Extraño (2000).

domingo, 21 de septiembre de 2008

Hay que tener llorada la palabra

Hay que tener llorada la palabra
para poder decirla dignamente.
Hay que tenerla en ascua, tan candente
que se nos meta por la carne y abra

boquetes luminosos, compañías.
Hay que tener perdida y encontrada
la palabra en la sangre, revelada
entre olvidos y muertos con los días.

Hay que haberse comido a cruz y penas
la palabra, vacío de bochorno,
para recuperarla por las venas

mellando la navaja con hombría.
Hay que tener cociendo, al rojo el horno,
la palabra y el pan de cada día.

Ramón de Garciasol. La madre (1958).

sábado, 20 de septiembre de 2008

... Y del todo

¡Perderse el mundo!
¿No suena a maldición?
Nada debe perderse. Ni se pierde.
Que todo sea.
Que todo lo que ansía ser
se cumpla.
¿No son esas palabras un recuerdo
de la divinidad?
Todo es dichoso: hasta el dolor consciente.
Todo tiene una miga que entregarnos
más amarga o más dulce,
a veces dura,
otras como bañada en pura leche
maternal. Todo asciende
desde el lóbrego origen
hacia su forma propia y asumida.
Vivir es ser.

Juan Gil-Albert. Migajas del pan nuestro (1954).

viernes, 19 de septiembre de 2008

La condena

El que posee el oro añora el barro.
El dueño de la luz forja tinieblas.
El que adora a su dios teme a su dios.
El que no tiene dios tiembla en la noche.

Quien encontró el amor no lo buscaba.
Quien lo busca se encuentra con su sombra.
Quien trazó laberintos pide una rosa blanca.
El dueño de la rosa sueña con laberintos.

Aquel que halló el lugar piensa en marcharse.
El que no lo halló nunca
es desdichado.
Aquel que cifró el mundo con palabras
desprecia las palabras.
Quien busca las palabras lo cifren
halla sólo palabras.

Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros.

Felipe Benítez Reyes. El equipaje abierto (1996).

jueves, 18 de septiembre de 2008

Poema de amor

De verdad es ahora
cuanto te reconozco.
Sólo a través del sueño
tus contornos son nítidos,
oigo clara tu voz,
recupero tus gestos
y tu lenta presencia
como el lento mecerse
de las aspas que giran
sobre nuestras cabezas.
Con la misma demora
con que tomas un baño
al final de la tarde.

Te conozco en la oscura razón
que sucede a la noche,
en la frágil frontera
de la luz, cuando el tiempo
es más real que nunca
o eso, acaso, parece.

A tu lado, aunque lejos,
tan en ti como ausente,
reconstruyo velado
tu otro rostro invisible,
el que en la edad dé forma
a la que en sueños eres.

Álvaro Valverde. A debida distancia (1993).

miércoles, 17 de septiembre de 2008

[Toda la noche ha estado funcionando]

Toda la noche ha estado funcionando
el aparato de la televisión. Y ha sido
dentro un sonido, aunque absurdo,

arrogante: han caído
regiones y han ardido
convoyes, la cigüeña
vuela serenamente. Verdaderas
regiones y esperados
convoyes, las ortigas
han tomado la tierra reservada
a la frambuesa. Todo
acabará teniendo su lugar en esta
nueva rutina. Incluso

que uno otra vez padezca la mirada
sin honor, y que otro
ceda su manta inútil
a la orfandad de fuera.

Juan Carlos Suñén. El hombre izquierdo (1997).

martes, 16 de septiembre de 2008

Las torres son imagen del orgullo

Las torres son imagen del orgullo.
Los hombres, cuya vida es breve y frágil,
gastan todo su tiempo en alzar torres.
Y una torre no enciende la esperanza.
Incluso la que guarda las campanas
y espera a las cigüeñas es culpable.
Me he cansado de oír los disparates
de los que viven dentro de la torre
y de los que arrastran a su sombra.
Me asquea su interior y me ha cegado
el reflejo del sol en sus ladrillos,
porque las torres son oro y son sangre.
La polvareda que al caer levantan
no debe entristecerme ni sus ruinas
llevarme a meditar sobre el destino
del poder, la ambición y la belleza,
sino hacerme salir de las prisiones
del enajenamiento y liberarme.

Julio Martínez Mesanza. Las trincheras (1996).

lunes, 15 de septiembre de 2008

El amor y las ciudades

Muchas veces soñaba tu ciudad,
y hasta llegué a perderme por sus calles
una noche de invierno
cuando supe de tanta soledad
y decidí buscarte
por encima de todo y contra todos.
En vano recorrí calles, plazas sin luz,
los viejos cines mudos
y los bares a punto de cerrar.
No te encontré.
Contra lejanas rocas

rompía el mar su oscura cabellera,
gritándome tu nombre.

Hoy tú eres mi ciudad.
Bajo la lluvia, ciega más tu luz
y en los cabellos ponen su punto de maldad
las gotas de los rizos.
De regreso,

inciertos como el alba,
mientras el agua borra los contornos
de otro tiempo perdido,
voy pensando tu cuerpo como un río
-el río que me arrastra de tu mano-,
tus brazos como dársena
en donde anclar herido.

José Gutiérrez. De la renuncia (1989).

domingo, 14 de septiembre de 2008

[No hace falta que se trate]

No hace falta que se trate
de un día distinto, el cansancio
en medio de la jornada, o la respiración
difícil o estás triste,
te pesa vivir y la conciencia
constante de ello. Esa especie
de cortina pastosa, el aire seco
de los radiadores, que lo cierra todo,
una imposibilidad de levantarse
o de estar quieto, de permanecer.
Y hay algo entonces
que advierto de pronto, un giro, en tu voz,
algo en tu cara, en lo que me cuentas,
o simplemente miras,
te veo mirar. Me sorprende siempre
cuando ocurre, su modo abrupto.
No persigo ningún modelo
en las estrellas, porque lo tengo aquí;
nada como esta erupción de vida
me afirma tanto en la materia. A veces
con el coche subimos y bajamos el páramo
y sus declives, la tierra está ocre,
gris negruzca, blanca
como en lenguas entre el primer verde,
y brilla de pronto el sol de invierno,
enciende el color;
me fijo en ello con ansiedad, casi
no me cuido del volante, la línea
recta de los estratos, su alternancia,
el capricho de los surcos.

Miguel Casado. Falso movimiento (1993).

sábado, 13 de septiembre de 2008

Gabinete de lectura

¿Qué buscas en los libros?
FERNANDO FORTÚN

Lector de viejas historias, ¿qué buscas
en los libros? Tal vez una tropa
perdida hacia Morella, con banderas
de otro siglo. Una provincia oscura.
La niñez y sus sueños. Una señal
de que fue grande la patria. La ilusión
y el misterio. La penumbra naciendo
al término del día, cuando el ángelus
es la paz de la tarde. Tu voz
en otras voces, que han de morir contigo.

Juan Manuel Bonet. La patria oscura (1983).

viernes, 12 de septiembre de 2008

[Suave es la tarde con su desvarío de pájaros]

Suave es la tarde con su desvarío de pájaros
al fondo
y sus castaños de Indias abiertos a la calma
de quien no espera nada.

También la flor de pascua de mi mesa
obedece sin espejos a los rayos del sol
y crece:
bueno es este mundo y amable
como la lluvia y la brisa en las rosas.

Sólo yo no he aprendido la lección de las lagartijas
engarzadas en la pared
ni la del gato que se enrosca sobre sí mismo.
Pobre diablo aquel que desafía y pretende quebrar con relojes
y amores
el ritmo de diamante de la vida.

Almudena Guzmán. Calendario (1998).

jueves, 11 de septiembre de 2008

La espera

¿Acaso es este cielo distante y no ausente,
desconocido pero no ajeno,
inalcanzable pero no prohibido,
misterioso pero no impenetrable...?
¿Es este cielo?
¿Es este cielo espolvoreado de luz el que me agita,
el que atrae la mirada al vértice de su túnel sin fin?
¿O eres tú?
Porque tú estás aquí, envolvente y remota,
patente e impasible,
invitante y esquiva.
Los perros ladran desde los pantanos;
unos faros barren el horizonte
antes de que el zumbido del motor se distinga.
Y el silencio de nuevo, absorbiéndolo todo.
En el tórrido clima de la boca
un grito rasga la grávida placenta de la noche
con su aguja impaciente.

Ana Rosetti. Llenar tu nombre (2008).

miércoles, 10 de septiembre de 2008

[No tengo ganas de llamarme]

No tengo ganas de llamarme
De seguir sabiendo quien soy
De quedarme en mí como un triste zapatero
Golpeando las campanas metálicas del día.

No tengo ganas de mostrar mi documento ni mi dentadura
Ni mi dolor redondo
Ni mi vacío que no asiste.

Este cuerpo que me rodea
Es la huida de una cárcel sin lugar y sin sentido.

Soy una penumbra que me rodea las luces
De un barco en tierra que se aleja.

La muerte es un juego de dioses inventados.

Luis Colombini. Crónicas de los deshuesos (2000-2001). De dioses, exilios y otras desesperaciones (2006).

martes, 9 de septiembre de 2008

[Aparente quietud ante tus ojos]

Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida -no hay ajenos límites-,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto.

Emilio Prados. Signos del ser (1962).

lunes, 8 de septiembre de 2008

Te diré el secreto

Te diré el secreto de la vida

El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco
conseguir que se filtre una corona real

Levántate cada día a hora distinta
y entre hora y hora
compóntelas para incrustar un ángel

Nada hay como un suspiro intercalado
y entre suspiro y suspiro
la melodía interrumpida

Déjame que cante
La grieta y el intervalo

Gerardo Diego. Biografía continuada (1971-1972).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Desde el ocaso

Dirán que nuestras vidas, al mirarnos
con la distancia fría que los tiempos
ponen entre los vivos y los muertos,
fueron amores tristes, dichos vanos,

veladas compartidas hasta el alba;
que nunca contrajimos compromisos,
que todo lo que hicimos fue baldío,
desérticos furores en las brasas.

Yo dejo humildemente un testimonio
por si alguien de otro siglo se interesa
y al ver nuestros retazos se enternece;

supimos que acechaba ya la muerte,
quisimos ser felices en la espera,
brillamos, pero el sol se puso pronto.

Leopoldo Alas. La condición y el tiempo (1992).

sábado, 6 de septiembre de 2008

[XXVI]

Nada peor que tú. Siempre perduras.
Te escondes bajo el fango inmaterial que habitas
y emerges luego, anfibio.
Asciendes desde un poso de memoria,
sobrevuelas el alma
como un buitre a la espera de ese instante
que transforma los sueños en carroña.

Hoy circundas mis restos.
Aguardo a que te poses para el voraz mordisco.
Encenderé la yesca de mi frente amustiada
para abrasar las alas que te guían.
!Extinguirnos por fin, recuerdo mío¡
juntos los dos, sin tiempo y sin retorno,
alzados en la cúspide del humo.
!Y ahora vuela otra vez.
Somos pavesas¡

Alejandro Céspedes. Las palomas mensajeras sólo saben volar (1984-1991).

viernes, 5 de septiembre de 2008

Era mi dolor tan alto

Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegada a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros brabos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.

Manuel Altolaguirre. Poesía (1930-31).

jueves, 4 de septiembre de 2008

Ocho de la mañana

Le miro cómo duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.

Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventada entreabierta
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.

Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.

Nó sé si formo parte de su sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza el sueño.

Luis Muñoz. El apetito (1998).

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Epitafio

Si de algún modo muero,
en las crudas heladas del olvido
o de muerte oficial,
reléeme esta nota, por favor,
y quémala conmigo.

La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.
Y no se tarda mucho en comprender
que se trataba sólo de unos juegos
para aparcar la muerte.
Ni siquiera fue un río
pues me tocaron tiempos muy duros de sequía
aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.

He creído en los mitos y he creído en el mar.
Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,
amé a Gregory Peck todo un verano
y prefería Estrabón a Marco Aurelio.

Aurora Luque. Transitoria (1998).

martes, 2 de septiembre de 2008

Después

A Luis López Anglada

¡Qué dormido, tú, el Hombre! Cómo vives
persiguiendo la forma del anhelo,
que no existe, que no... Cómo recibes
ausencia sólo y duelo.

Cómo sueñas visiones que se miran
hermosas como flores en el mar
flores ardientes que a la luz expiran.
Y olvidas despertar.

Que la verdad, cumplida como un sueño
lejano y triste, hundirá cuanto ves;
tu amor, tu luz, el hondo mar pequeño
en que la sangre es.

¿Desde qué sol, oh luz de madrugada,
de qué estrellas de Dios nos sostendrás?
Tú, monte altísimo, cima delgada,
muerte, ¿qué valle extenderás?

¡Muerte o amor, destino de la vida!,
llega y da ¡pronto! primavera y sí
a la raíz de eternidad nutrida que siento en mí.

O que... (¡silencio!), que el secreto,
la mentira que halla
los límites del esqueleto,
en la sombra... (¡silencio! ¡Nunca! Calla...).

Eugenio de Nora. Amor prohibido (1939-1945).

lunes, 1 de septiembre de 2008

[Mujer, perfúmame el campo]

Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos,
entre el tedio de mis rosas,

¡Olor a carne y a romero,
traje blanco y verdes hojas,
ojos negros entre todo
lo que azula y lo que dora!

Y tu risa de amor, y
tus concesiones de novia,
y el bien que siempre me has hecho
con el clavel de tu boca!

¡Ay, corazón, qué mal lates!
Oh mujer, cómo me llora
el alma entre tu fragancia,
cazadora blanca y rosa!

¡Pero mátame de carne,
que me asesine tu boca,
dardo que huela a tu sangre,
lengua, espada dulce y roja!

Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos
entre el tedio de mis rosas.

Juan Ramón Jiménez. Pastorales (1911).