sábado, 27 de febrero de 2010

Contratiempo

Dicen que pasan los días y cambian las cosas,
pero eso -que es así- no es como era
y más que ver crecer ves lo crecido.
Los minutos, si es que fluyen,
lo hacen más bien desde fuera,
dejando en la tierra, paradas,
instantáneas de su vuelo.
Vivir no es ir viviendo, sino ser vivido,
estar desvelado y sabiendo
que el tiempo siempre es tiempo transcurrido.

Leopoldo Alas. Los palcos (1988).

viernes, 26 de febrero de 2010

El aire libre

Diariamente me levanto y miro
mi juventud en el espejo; palpo
mis ropas; pongo oído atento
a la circulación de la poesía
por las venas.
Ese soy yo. Los libros
abren sus mundos. Por la calle
pasa la vida. En el balcón de enfrente
un albañil ajusta una baldosa.
Abre un comercio; frena un automóvil;
se oye un pregón, y un río
lleno de barcos me atraviesa el pecho
y se remansa en mi garganta.
Vivo estoy, por supuesto. ¿Cuánto tiempo
correrá este caballo por la orilla?
¿Cuándo se quebrará este cántaro
que tanto va a la fuente?
Las preguntas aumentan con los meses.
Hay que irse acostumbrando -dicen-
a separarse de las cosas. Pero ahora
es uno libre, y libres son los pájaros,
libres las arboledas y los libros;
por las verjas abiertas
circula libremente la alegría.
La juventud está por encima del tiempo.
Diariamente me levanto y abro
de par en par ventanas y balcones.
Recuerdo coplas; entra en mí de pronto
la asombra alegría de estar vivo.
- Respira a pecho abierto mientras puedas.
Los periódicos dicen que en España
el aire sigue en libertad.

Aquilino Duque. El campo de la verdad (1958).

viernes, 19 de febrero de 2010

Oración

Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed,
quemándome.

Con esta sed quemándome.

La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

Juan Gelman. Violín y otras cuestiones (1956).

miércoles, 17 de febrero de 2010

No, amor, no

El amor estaba inmóvil.
La madrugada anunciaba miles de flautas blancas
y en el cielo, la luna
era una friísima campana.
Un miedo de amor nos envolvía
en los mares sin límites del alma.
No, amor, no.
Había largos gritos con ramajes.
La madrugada temblando, en las terrazas
se peinaba blanquísima y cansada.
No, amor, no.
Cerramos los ojos. Una cortina moviéndose
dijo algo que no comprendimos.
Los pájaros huían en grandes bandadas.
En el cielo no había más que estrellas
y unos pequeños copos de violetas que flotaban.
No, amor, no.
La luna ya no era una campana.
La madrugada, lejísimos,
no sé qué nos decía con un pañuelo blanco.
¡Amor, amor!
No. No.

Amparo Gastón.

lunes, 15 de febrero de 2010

[Existían tus manos]

Existían tus manos.
Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.
Tus manos fueron suaves en las mías
y sentí al tiempo la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.
Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.

Antonio Gamoneda. Sublevación inmóvil (1960).

viernes, 12 de febrero de 2010

En mitad de un verso

Murió en mitad de un verso,
cantándole, floreciéndole,
y quedó el verso abierto, disponible
para la eternidad,
mecido por la brisa,
la brisa que jamás concluye,
verso sin terminar, poeta eterno.

Quién se muriera así
al aire de una sílaba.

Y al conocer esa muerte de poeta,
recordé otra de mis oraciones.
"Quiero vivir, morir, siempre cantando
y no quiero saber por qué ni cuándo."
Si, en el seno del verso,
que le concluya y me concluya Dios.

Gerardo Diego. Cementerio civil (1972).

lunes, 8 de febrero de 2010

El destino es ahora dar voces solitarias

En cuanto a mí, no he de fingir
una serenidad que no merezco,
que no tengo, que no ambiciono

Vivo con brasas. No las temo,
no las oculto, no las apago. Que ardan,
que calcinen, que templen
Ahora soy puro fuego amoral


En cuanto a ti, que ciertos muros
se desmoronen estupefactos,
que cierto mar caritativamente
en lugar de bramar te mire silencioso,
y que los más benignos dioses
te perdonen tapándose la cara
...si logras simular olvido

Enférmate o muerde tus labios:


De igual modo que yo vocearás en la noche

Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978).

domingo, 7 de febrero de 2010

Ese gesto de muerte

¿Ese gesto de muerte
tendrás siempre, alegría?

¡Ay, si los tallos dóciles
al peso de la brisa,
si la flores moradas,
si las aguas dormidas,
si tantas hermosuras
que en ti, sin ti, suspiran,
por tu flecha de fuego
se sintiesen heridas!

Te lleva el que te ignora.
Te pierde el que te mira.
Fueras siempre en nosotros
caudal de maravilla,
luna que nos traspasa
con su luz, sin nos mira,
materia que se esconde
en nuestra carne viva.

Y no país lejano
que niega a nuestra noche
su eterno mediodía.

José Hierro. Alegría (1947).

sábado, 6 de febrero de 2010

Escombrada

Es la cornisa rota y el mundo que se cae.

Igual que el sueño, vuelve
la tarde a ser carne apagada
cáncer en las paredes de la luz.

Oscuridad que tiembla en un alambre.

Ana Gorría. Araña (2005).

jueves, 4 de febrero de 2010

[Cerré mi puerta al mundo]

Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.

Lleno hasta el mismo borde de mis ojos
me iluminé por dentro.

Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.

Emilio Prados. Cuerpo perseguido (1927-1928).

miércoles, 3 de febrero de 2010

El hombre

El hombre hacia el Oeste es una hoguera
que el viento -el tiempo en crines extendidas-
arrastra a galopar lejos, sin bridas,
como un caballo oscuro, a la carrera.

Como una oculta nave timonera
repta sus aguas. No sabe qué heridas
le duelen más, qué muertes ni qué vidas,
sólo como una piedra de cantera.

Lleva un trozo de amor deshilachado
en los bolsillos, sueña el ciego anhelo
de encomendar a un hijo esta aventura.

A veces es un perro apaleado
que arrastra su dolor, pegado al suelo,
oliendo ya su propia sepultura.

Eladio Cabañero. Recordatorio (1961).

martes, 2 de febrero de 2010

El hombre cualquiera

El hombre cualquiera tiene una chaqueta de viejos cuadros grises para los domingos y enredaderas negras en el corazón.

El hombre cualquiera se quedó anclado un día en el andén del tiempo y se cubrió de polvo como una radio vieja.

Y le pesa la vida cuando atardece lento alrededor de él.

Él no lo dice, pero tuvo sonrisa una vez y pantalones cortos para mirar al cielo.

Él no lo dice, porque le pesa tanto ya recordar como vivir.

Hace mucho tiempo una niña mujer le llenó la mirada de sol y de niebla.

Luego, vio crecer a sus hijos y, después, alejarse uno a uno mientras su madre tendía la ropa en la cuerda.

La ropa blanca de los años idos.

El hombre cualquiera se hace viejo un otoño y, otra tarde cualquiera, se aleja en silencio, sin que a nadie le importe, ni siquiera a sus hijos.

Julio Llamazares. Los inicios (1973-1978). Versos y ortígas (Poesía 1973-2008).