¿Ese gesto de muerte
tendrás siempre, alegría?
¡Ay, si los tallos dóciles
al peso de la brisa,
si la flores moradas,
si las aguas dormidas,
si tantas hermosuras
que en ti, sin ti, suspiran,
por tu flecha de fuego
se sintiesen heridas!
Te lleva el que te ignora.
Te pierde el que te mira.
Fueras siempre en nosotros
caudal de maravilla,
luna que nos traspasa
con su luz, sin nos mira,
materia que se esconde
en nuestra carne viva.
Y no país lejano
que niega a nuestra noche
su eterno mediodía.
José Hierro. Alegría (1947).
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