sábado, 31 de octubre de 2009

Galope

Lejos la extraña luz
que atraviesa la noche, y más extraña
la luz de los poemas, este espacio
tan breve que ilumina
hacia adentro y nos punza.
Como si la distancia
que apenas calculamos,
se desbocara sola
arrastrándonos fuera,
lejos de todo. Lejos.

Se parece al deseo
de ser nosotros, sí, nosotros mismos
ahora, mas no hay nada,
no hay almas.
Hay relojes
antiguos con delgadas manecillas
locas, y lentos medallones de oro
prendidos en tu pecho.
Como una inmensidad que nos rodea
sin sentido, a nada nos reduce
y abandona lo suyo.

La soledad es ciega y es salvaje.
Sujétate a sus crines despeinadas
y agárrate bien fuerte.

Juan Carlos Abril. El laberinto azul (2001).

miércoles, 28 de octubre de 2009

El ángel bueno

Vino el que yo quería,
el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.

No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.

Para, sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.

Rafael Alberti. Sobre los ángeles (1928).

Hoy hace una década que nos dejó el maestro.

martes, 27 de octubre de 2009

Como si fuera una tormenta

Cuando el agua bajo la ducha
la sacó de su aturdimiento
a ojos cerrados creyó ver
miles de gotas presurosas
salpicando toda su infancia
como si fuera una tormenta
de algún lejano veraneo.
En la estancia que les conduce
por los caminos de la noche
pide que seque sus cabellos
como le hacían cuando niña.
Luego corre hasta la ventana
y se encara al cielo asombrado:
estas horas pasarán pronto
llegará el día y el adiós
y quedará sólo la ausencia.
El frío roza su piel húmeda.

José Agustín Goytisolo. La noche le es propicia (1992).

lunes, 26 de octubre de 2009

Tenía que encontrarle en un poema

Salió de no sé dónde. Iba descalzo,
con la cara tiznada como entonces,
el aire de un pirata diminuto,
la sonrisa torcida y en los ojos
intacta la malicia.
Pudo reconocerme
a pesar de las grietas en mi cara,
a pesar de mi aspecto improcedente,
de mi disfraz de adulto, de mi voz grave.
"¿Dónde estabas -me dijo-. Este verano
te echábamos de menos. Junto al río
he encontrado los restos de un naufragio.
Ven a cavar conmigo. En la otra orilla
nos vigilan jinetes emboscados."
Tuve que convencerle de que no,
que sólo estaba allí por un azar.
-¿Cómo iba a irme con él con esta facha,
con este cuerpo enorme y perezoso?-.
Allí nos despedimos, no sin antes
enviarle recuerdos para todos.
Lo dejé en su verano inagotable.

Eduardo García. No se trata de un juego (1998).

sábado, 24 de octubre de 2009

Negra

Conmigo duermen mis penas
por la noche, fatigadas
de la lucha que en el día
sostuvieron con mi alma.
Mas ¡ay! que con el reposo
igual que yo, ellas descansan,
y con nueva y mayor furia,
al despuntar la alborada,
a mi alma triste despiertan
para ofrecerle batalla...

Juan Ramón Jiménez. Almas de violeta (1900).

martes, 20 de octubre de 2009

Todos los siglos de la lluvia

Sentían espanto por la prensa del sol
Se alimentaban de animales horrendos
Padecían las nevadas, la lava, las tormentas
Tenían únicamente cuevas y brujos y tiranos

Hoy escucho la lluvia que suena en la ventana
susurrando las sílabas siderales de la horda
como interrogaciones resurrectas

Emocionado, me arrebujo con tu respiración
paso la lengua por tu piel dormida
y mientras oigo lentamente la llovizna del mundo
saludo con misericordia a aquellos ancestrales hermanos

Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978).

lunes, 19 de octubre de 2009

Hombre que mira un rostro en un álbum

Hacía mucho que no encontraba a esta mujer
de la que conozco detalladamente el cuerpo
y creía conocer aproximadamente el alma

pasado no es presente
eso está claro
pero de cualquier manera hay conmemoraciones
que es bueno revivir

donde hubo fuego
caricias quedan

de pronto ella emerge del susurro evocante
y en voz alta sostiene
que los obreros entienden muy poco
que el pueblo en el fondo es más bien cobarde
que los jóvenes no van a cambiar el mundo
que la violencia bah
que la violencia ufa
que el confort lo alcanza quien lo busca

sólo entonces lo advierto
no me importa que hable en voz alta
mejor dicho no quiero que regrese al susurro

es apenas un rostro en un álbum
y ahora es fácil
dar vuelta la hoja.

Mario Benedetti. El amor, las mujeres y la vida (1995).

miércoles, 14 de octubre de 2009

La justicia de los ángeles

Era un señor tan importante
que se murió con cuatro médicos
(no le sirvió la aureomicina),
dos enfermeras diplomadas
y al terminar cura y notario.
Tan condecoradísimo,
que no cupieron en su pecho
todas sus cruces y medallas.
Ver el entierro daba gloria,
iban ministros, generales,
y hasta un obispo consagrado.
Se detuvieron los tranvías
(bien es verdad que los viajeros
se consolaron del retraso
viendo pasar tantas coronas).

El mismo día fue enterrada
una mujer llamada Petra.
Se la comieron nueve hijos
todos espurios, pues la pobre
nunca pasó por la parroquia.
Vivió veinte años en pecado,
en hambre, en sed, en alpargatas.
Pero una tarde en primavera
cerró los ojos dulcemente
y presentó la dimisión
alegando tuberculosis.
Era una muerta tan barata
que sólo el viento y los cipreses
le murmuraron responso.

Pero en aquella misma noche
tuvo lugar un gran portento,
que cosa igual no recordaban
ni los difuntos más antiguos.
Un coro de ángeles menudos
de alas traviesas se posaron
sobre la tumba del ilustre.
Hubo un revuelo alborotado,
una aromada trayectoria
de rosas, nardos y claveles,
y el sucio barro que pesaba
sobre los huesos de Petra
amaneció lleno de flores.

Ángela Figuera. Belleza cruel (1958).

lunes, 12 de octubre de 2009

Tánger

Aguas doradas de una despedida.
Las colinas azules
en el doblez del viento, el tumulto
de gente y las callejas hondas,
lagos amargos de unos ojos dulces.

Nos espera vivir con tu recuerdo.
Hallar que es de este mundo el ciego amor,
la risa blanca en el candor desnudo,
la arena fugitiva de la felicidad.

Sabemos de este lado y apetecer el otro.
Haber buscado siempre en donde no estuvimos,
andar ya para siempre esa distancia
y anticipar el juego luciente que describe
la plenitud menuda del cuerpo en que perderse.

Luis Muñoz. Los regresos (1993).

jueves, 8 de octubre de 2009

Gracias, señor

Gracias, señor, porque estás
todavía en mi palabra;
porque debajo de todos
mis puentes pasan tus aguas.

Piedra te doy, labios duros,
pobre tierra acumulada,
que tus luminosas lenguas
incesantemente aclaran.

Te miro; me miro. Hablo;
te oigo. Busco; me aguardas.

Me vas gastando, gastando.
Con tanto amor me adelgazas
que no siento que a la muerte
me acercas...
Y sueño...
Y pasas...
José García Nieto. Tregua (1951).

miércoles, 7 de octubre de 2009

Quiero ser gato

En esta cada llena de muchachas
yo quisiera ser gato diplomado
de plantilla de oficio estar atento,
levantarme a la voz de Marcia
frotar mi lomo contra su sillita
salir, cruzar pasillos ver a Ada
ronronear de gusto en un sofá
ante el aroma del café que bebe
grabar después maullidos para Chiqui
en una cinta que jamás funciona
saludar respetuoso, la presencia
de Haydée solicitarle quedamente
dando a mi cola un lento abaniqueo
que me deje salir todas las noches
para ver a mi gata a mi mulata
y luego deslizarme hasta el dominio
de Silvia y sus ficheros ayudarla
a encontrar direcciones imposibles
y andar majestuoso hasta la tibia
biblioteca con Olga entre mil libros
limpiar el polvo vigilar la sisa
de lectores hipócritas non frères
non semblables, en fin hacer las cosas
integrado integrado e intrigante
en esta casa llena de muchachas
de libros de canciones de trabajo
casa de las américas mi chica
que ya lo tiene todo menos gato.

José Agustín Goytisolo. Algo sucede (1968).

martes, 6 de octubre de 2009

Sobre el tapete verde de la vida

Nos pasamos la vida de farol,
temiendo que nos cojan y descubran
que no llevamos juego,
que no sabemos nada
de nada...
Nos pasamos
la vida librándonos, cubriéndonos,
con la guardia bien alta.

Todos fingiendo y todos con las mismas
o parecidas malas cartas.

Javier Salvago. Los mejores años (1991).

lunes, 5 de octubre de 2009

Los besos

Sólo eres tú, continua,
graciosa, quien se entrega,
quien hoy me llama. Toma,
toma el calor, la dicha,
la cerrazón de bocas
selladas. Dulcemente
vivimos. Muere, ríndete.
Sólo los besos reinan:
sol tibio y amarillo,
riente, delicado,
que aquí muere, en las bocas
felices, entre nubes
rompientes, entre azules
dichosos, donde brillan
los besos, las delicias
de la tarde, la cima
de este poniente loco,
quietísimo, que vibra
y muere. -Muere, sorbe
la vida. -Besa. -Beso.
¡Oh mundo así dorado!

Vicente Aleixandre. Sombra del paraíso (1944).

sábado, 3 de octubre de 2009

Alto jornal

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.

Claudio Rodríguez. Conjuros (1958).

viernes, 2 de octubre de 2009

He andado muchos caminos

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

Antonio Machado. Soledades, galerías y otros poemas (1907).

Un muy joven Joan Manuel Serrat lo cantaba así en Perú en 1972.

jueves, 1 de octubre de 2009

Lo que sé de mí

Yo he nacido aquí junto a las altas lilas del verano
y los verdes racimos amargos de la aurora.

Yo he nacido entre las rosas que han muerto
y el mustio follaje de los jardines de un sueño.

En las transparentes alamedas que canta el ruiseñor
y abre el rocío con su cuchillo de cristal en la mañana.

Como la hoja que cae sobre un sepulcro
yo he pisado al nacer esta piedra y su luz me ha salpicado.

Como el que nace para la música y talla la madera o la roca
y escucha su voz crujir bajo el cincel y no pregunta.

Yo he nacido duro de corazón y equivocado,
pero vosotros me habéis dado la tierna mano de la primavera.

El que sopla las estaciones y hace reverdecer al árbol muerto
ha mirado esta rama joven que no ardía.

Al consumido en su luz y al que el amor destierra
mis días por igual se han parecido.

Como aquel que al entrar en su casa se encuentra con la mar
y goza y es feliz y se queda con ella para siempre.

Yo he nacido aquí antes de que mi corazón se diera cuenta
y una dulce mujer se acercara a mi sombra como madre.

Desde entonces he sido melancólico y triste
porque he contado los astros y la lluvia y la arena.

De lo ajeno he tenido la bondad de la tierra
y de lo mío la nada en su infinita certeza.

He visto a los hombres mirar hacia el cielo
como buscando la vida que junto a ti se les niega.

Y he padecido con el dolor entre todos
y no he cerrado la puerta al florecido en su odio.

Al que marcado con saliva se esconde de los muchos
lo he elegido más cerca de mi corazón que a los otros.

Y he contemplado a los pájaros
resolver en el vuelo el misterio del aire.

Yo he nacido aquí junto a la piedra de Cluny
donde brota el mirto su tallo en la maleza.

Pero no he sido feliz,
mi memoria se ha cansado de llover y esperarte.

Nada pudo la abundante espiga del dolor contra nosotros,
cuanto más me iba, más tu amor me aprisionaba.

Y así he sido claro bajo el sol y también fuente donde
vienen a beber desde el fondo del mundo las estatuas.

Y un día, un día como hoy resplandeciente y puro
rozado tal vez por el deseo se acercó a la ventana mi figura.

Y al ver todo transido de pétalo aquel cuerpo
salí como siguiéndola y me perdí en su calle.

Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos
donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras.

Juan Carlos Mestre. Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (1985).

El poeta y artista visual leonés ha ganado hoy el Premio Nacional de Poesía por su obra La casa roja. Su página www.juancarlosmestre.com nos regala más imaginación.