lunes, 26 de octubre de 2009

Tenía que encontrarle en un poema

Salió de no sé dónde. Iba descalzo,
con la cara tiznada como entonces,
el aire de un pirata diminuto,
la sonrisa torcida y en los ojos
intacta la malicia.
Pudo reconocerme
a pesar de las grietas en mi cara,
a pesar de mi aspecto improcedente,
de mi disfraz de adulto, de mi voz grave.
"¿Dónde estabas -me dijo-. Este verano
te echábamos de menos. Junto al río
he encontrado los restos de un naufragio.
Ven a cavar conmigo. En la otra orilla
nos vigilan jinetes emboscados."
Tuve que convencerle de que no,
que sólo estaba allí por un azar.
-¿Cómo iba a irme con él con esta facha,
con este cuerpo enorme y perezoso?-.
Allí nos despedimos, no sin antes
enviarle recuerdos para todos.
Lo dejé en su verano inagotable.

Eduardo García. No se trata de un juego (1998).

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