martes, 31 de marzo de 2009

Como el viento

Como el viento a lo largo de la noche,
amor en pena o cuerpo solitario,
toca en vano a los vidrios,
sollozando abandona las esquinas;

o como a veces marcha en la tormenta,
gritando locamente
con agustia de insomnio,
mientras gira la lluvia delicada;

sí, como el viento a que un alba le revela
su tristeza errabunda por la tierra,
su tristeza sin llanto,
su fuga sin objeto;

como él mismo extranjero,
como el viento huyo lejos.
Y sin embargo vine como luz.

Luis Cernuda. Un río, un amor (1929).

sábado, 28 de marzo de 2009

Como un Cyrano de Bergerac

Salió a su labio tierna sonrisa
Mezcla de alegre con algo trágico,
Un sonrisa de Monna Lisa,
La que soñara Leonardo el mágico.

Me quedo solo, sumido en honda,
Profunda angustia. Yo meditaba,
Mirando a aquella nueva Gioconda
Que con su risa me apuñalaba.

Me fui temblando, transido el pecho
De un dolor fiero llegué a mi lecho;
Dormí tranquilo; sin alma ya.

Tal como el niño duerme en su cuna,
Y soñé un raro viaje a la luna
Como Cyrano de Bergerac.

Vicente Huidobro. Canciones en la noche (1913).

sábado, 21 de marzo de 2009

[No digáis que agotado su tesoro]

IV

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían,
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila,
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas (1859-1870).

Hoy es el Día Internacional de la Poesía.

domingo, 15 de marzo de 2009

Planet circle

Ante los ojos, la casa y su silencio
de esfera clausurada. La gravedad
del muro, el péndulo
cansado.


A veces, la hendidura,
la cicatriz de un cuerpo que sostiene
su propia intrascendencia.

El sonido que nunca rasga el cuarto.

La cuenca o la hemorragia en la que orbita
el lejano temblor de las ciudades.

Ana Gorría. Araña (2005).

sábado, 14 de marzo de 2009

Trece

Me ha picado esta noche
la mosca de los celos en la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.

Aunque andes de puntillas,
se despierta la fiera
y uno que es liberal y no le importa
lo que hagan con la vida, si es la ajena,

se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
-Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.

Javier Salvago. En la perfecta edad (1982).

jueves, 12 de marzo de 2009

[El amor es como la música]

El amor es como la música,
me devuelve con las manos vacías,
con el tiempo que se enciende de golpe
fuera del paraíso.
Conozco una isla,
mis recuerdos,
y una música futura,
la promesa.

Y voy hacia la muerte que no existe,
que se llama horizonte en mi pecho.
Siempre la eternidad a destiempo.

Blanca Varela (Lima, 1926-hoy).

sábado, 7 de marzo de 2009

CANCIÓN

IX

Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso.
-isla morada, abanico de brisa-
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo.
y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte el paso.

Gerardo Diego. Versos humanos (1925).

martes, 3 de marzo de 2009

[Quisiera ser el nardo que reposa]

Quisiera ser el nardo que reposa
en el templado asilo de tu pecho;
el collar que aprisiona tu gargante;
la blanda seda, cárcel de tu cuerpo;

la ráfaga de luz que te rodea;
el céfiro ligero que te envuelve;
la sangre que en tus venas se desliza
y el soplo de la vida que te mueve;

quisiera ser tu sueño, tu desvelo,
el plano en que tu planta se asegura,
la bóveda que cubre tu cabeza,
la piedra que caerá sobre tu tumba:

quisiera ser el tiempo y el espacio,
para encerrar, en infinita etapa,
los átomos perdidos de tu cuerpo
y la sustancia eterna de tu alma.

Benito Mas y Prat.

lunes, 2 de marzo de 2009

[Sí, por detrás de las gentes]

Sí, por detrás de las gentes
te busco.
No en tu nombre, si lo dicen,
no en tu imagen, si la pintan.
Detrás, detrás, más allá.

Por detrás de ti te busco.
No en tu espejo, no en tu letra,
ni en tu alma.
Detrás, más allá.

También detrás, más atrás
de mí te busco. No eres
lo que yo siento de ti.
No eres
lo que me está palpitando
con sangre mía en las venas,
sin ser yo.
Detrás, más allá te busco.

Por encontrarte, dejar
de vivir en ti, en mí,
y en los otros.
Vivir ya detrás de todo,
al otro lado de todo
-por encontrarte-
como si fuese morir.

Pedro Salinas. La voz a ti debida (1933).

domingo, 1 de marzo de 2009

Oh, aquellos días claros

Oh aquellos días claros de mi niñez, aquellos
días entre jardines, entre libros y sueños,
a qué poco han quedado reducidos: las piedras
brillantes al sol alto del dulce mediodía
-¡qué amarilla se ha puesto de aquel sol la memoria!-,
las pequeñas calizas, los cuarzos y pizarras
polvorientas, suaves, bajo los almecinos,
aún tienen un rescoldo de recuerdo en mis manos;
el jazmín del estío -¡qué fue de aquella nieve!-,
que daba olor de fiesta a la tranquila noche,
aún lo siento en el pecho, cuando cierro los ojos;
y el rumor de las olas, lenta, lejanamente,
en mi interior florece cuando llueve el silencio.

Calor, olor, rumores: a qué poco han quedado
reducidos los días lejanos y felices.

A veces el sonido de una piedra, cayendo
en una verde alberca, me hace creer que nunca
debió formarse un hombre sobre aquel que gozaba
sobresaltando aguas tranquilas. Y quién sabe
si hoy, corriendo esas aguas hacia mares futuros,
también piensan que nunca debieron de ser ríos.

Alfonso Canales. Sobre las horas (1950).