domingo, 31 de agosto de 2008

Espera siempre

La muerte espera siempre, entre los años,
como un árbol secreto que ensombrece,
de pronto, la blancura de un sendero
y vamos caminando y nos sorprende.

Entonces, en la orilla de su sombra,
un temblor misterioso nos detiene:
miramos a lo alto y nuestros ojos
brillan, como la luna, extrañamente.

Y, como luna, entramos en la noche
sin saber dónde vamos, y la muerte
va creciendo en nosotros, sin remedio,
con un dulce terror de fría nieve.

La carne se deshace en la tristeza
de la tierra sin luz que la sostiene.
Sólo quedan los ojos que preguntan
en la noche total y nunca mueren.

José Luis Hidalgo. Los muertos (1947).

sábado, 30 de agosto de 2008

Sobre mi hombro

Ved: sentado lo llevo
sobre mi hombro:
oculto va, y visible
para mí solo!
Él me ciñe las sienes
con su redondo
brazo, cuando a las fieras
penas me postro:-
cuando el cabello hirsuto
yérguese y hosco,
cual de interna tormenta
símbolo torvo,
como un beso que vuela
siendo en el tosco
cráneo: su mano amansa
el bridón loco!-
Cuando en medio del recio
camino lóbrego,
sonrío, y desmayado
del raro gozo,
la mano tiendo en busca
de amigo apoyo,-
es que un beso invisible
me da el hermoso
niño que va sentado
sobre mi hombro.

José Martí. Ismaelillo (1882).

viernes, 29 de agosto de 2008

En el camino

Han pasado diez años y es un día de invierno.
Tú caminas por las avellanedas
y vas junto a esos sauces amarillos que avanzan
por los ríos con luna.
No será como ahora, no tendrás veinte años;
la nieve irá acercándose a tu casa
y el aire verde moverá en tus ojos
sus bosques de cristal y de silencio.
Recuérdalo, hubo un río.
Los árboles vivían
en el imán del agua.
Por la noche, escuchábamos gotear en las sombras
la canción de los búhos.
Y, luego, la corriente se llevó nuestras caras.
No sabemos a dónde. No sabemos por qué.
Aún estamos aquí.
Pero, de pronto,
han pasado diez años
y tú y yo somos dos desconocidos.

Benjamín Prado. Un caso sencillo (1986).

jueves, 28 de agosto de 2008

Melodrama

La tarde esmerilada de naranjas y hielo
semeja una piscina: nítida luz de arpones
tan móvil como zumo. Desde los almohadones
la tarde nos parece sólo un amable vuelo
de cuchillos. Nadamos. Sobre los trampolines
agitamos linternas. Las hamacas de rayas
húmedas nos abrigan: ¿no recordáis las playas
de hace más de diez años? Alguien en los jardines
ha visto un animal del que no sabe el nombre.
Lo persigue. La orqueta toca una bailable, ausente.
Ofrece cada objeto -dulce, aunque nos asombre-
su claridad: qué limpia plenitud. De repente
alguien recibe (y todo se volverá ilusorio)
una llamada oscura desde algún sanatorio.

Justo Navarro. Los nadadores (1985).

miércoles, 27 de agosto de 2008

Mapa de la muerte

La vida, ese país, es como el mapa
de la región de olvido, de la muerte.

Su brújula es un norte desdichado,
un estrella polar que marca rumbo
de oscuro derrotero, tumbo y tumbo,
y grado de compás mal gobernado.

Parece que elegimos los senderos
mirando en la memoria las señales,
las trazas del pasado, en que los males
parece que son pocos duraderos.

Parece que elegimos el camino
en esa topográfica materia
y en vez de gobernar en nuestra arteria
nos lleva de la mano su destino.

La vida, ese país, es como el mapa
de la región de olvido, de la muerte.


Arturo Serrano Plaja. Galope de la suerte (1958).

martes, 26 de agosto de 2008

Día de la ira

Desnúdame, no tengo ya otra cosa.
El labio casi helado de besar tanta muerte.
Sájame la mirada, deja el ojo sin lágrimas
como un carne mísera, tibia para las moscas.
Sobre tu piedra estoy, no vencido, ligado:
hiere y al turbio caño de la sangre el impuro
animal de vagido caliente perezca,
pues que amó la carne y su comercio
y fue carnal el llanto para él, como un miedo
cobarde de pichones en las manos
y la oración de un pétalo manchado entre los dientes.
Raspa, rae de mi lengua su nombre, si aún tienes
en el día del rigor panales de dulzura
y opera con tu largo bisturí de clemencia
el corazón, la entraña que no tuvo cansancio
ni olvido en el sopor del vino y de las noches
y que implacablemente perseguías
por las angostas calles de la antigua tristeza.

Rebana de los dedos su urdimbre de caricias
y deja que mis manos palpen ciegas y ajenas
la larga tela fría del desengaño.
Inerme sobre el mármol escucho el viento tuyo
de las trompas alzadas a la luna postrera,
cuando el ángel apaga la lucerna del tiempo
y remueve las vendas,
el sombrío aposento de las urnas,
el agujero oscuro, el cenotafio...
Porque desnudo estoy ante ti y te temo.

Pablo García Baena. Óleo (1958).

lunes, 25 de agosto de 2008

Las sábanas

Cada noche, al deshacer la cama
para acostarme, veo la sombra de mi cuerpo
sobre las sábanas, las huellas
de una antigua impregnación.

Así, cada noche, se tiende
mi cuerpo sobre la sombra de otro cuerpo
que no es el mío ya, sombra del cuerpo
de mi muerte, de la llaga secreta
que cada noche se aviva y nadie lame.

Y al apagar la luz, veo brillar tan sólo
las esplendentes sábanas,
que me cubren y borran,
cada noche, la sombra de mi cuerpo.

Rafael José Díaz. El canto en el umbral (1997).

domingo, 24 de agosto de 2008

Whalt Whitman

En un país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.

Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote que alienta soplo divino
anuncia, en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: "¡Vuela!"; "Boga", al marino.

y "¡Trabaja!", al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino,
con su soberbio rostro de emperador!

Rubén Darío. Azul... (1888).

sábado, 23 de agosto de 2008

Vencida por el Ángel

Yo cerraba los ojos, yo apretaba los puños;
yo blindaba mi pecho con metales helados;
yo sorbía a raudales la alegría y el fuego
para escapar, bravía, al acoso del Ángel.

Él Ángel era suave, silencioso y terrible.
Llevaba una ancha copa de licores amargos,
y en su pálida frente se leía imborrable
la palabra tremenda.

He luchado con él. He luchado: He reído
sobre todas las flores de los mayos ingenuos;
cabalgando en las nubes; fabricándome estrellas;
derramando canciones.

Me he apoyado en mis huesos; me he afirmado en
mi sangre.
He caído a la sima de los besos sin límite.
He crujido en el trance de los duros abrazos.
He gritado el triunfo de mi carne aumentada
en la carne del hijo.

Me he proclamado limpia contra el asco y la ruina.
Me he declarado libre contra el tedio y la duda.
Me he creído excluida, separada, intocable.

Pero el Ángel llegaba. A pesar de mis puños,
de mis ojos cerrados, de mis labios tenaces,
con su vuelo impasible, con su copa colmada,
me ha tocado; me ha roto la coraza soberbia;
me ha deshecho los muros; me ha cortado la huida.

Sin espada, sin ruido, me ha vencido. En la entraña
me ha dejado clavada la raíz de la angustia
y ya siento en mi alma el dolor de los mundos.

Ángela Figuera. Vencida por el ángel (1950).

viernes, 22 de agosto de 2008

Diez

Enciendo un cigarrillo.
La casa está serena.
Se ilumina el recuerdo
y revivo esa escena,

cálida, en la que estamos
tú y yo, sobre la cama,
despiertos y abrazados.
Interior. Madrugada.

El campo sigue fuera,
más oscuro y más vivo
quizás. Es la primera
vez que te has atrevido

a decirme te quiero.
Y, aunque finja que paso,
detrás de mi silencio,
te miro emocionado.

Javier Salvago. En la perfecta edad (1982).

jueves, 21 de agosto de 2008

Ahora

Sí, ahora como el pan de la vida,
el pan agrio, tierno, dulcísimo de la vida,
lo que con tu mano (ya agrietada por la maternidad),
en tus labios heridos por el ascua del beso.

Ahora que conozco la fortaleza de la ternura
y la dulzura del amor,
ahora como el pan de la vida.

Ahora que conozco el sabor de la muerte,
y el de la carne amada cuando el mar la desnuda,
ahora como el pan de la vida.

Ahora que me embriago con el beso del hijo
y contemplo en el alba las lunas de tu vientre
ahora como el pan de la vida.

Ahora que en la piedra contemplo
brillar mi gratitud por los dones hermosos,
ahora que callo para que cante el alma.

Sí, ahora como el pan de la vida,
el pan agrio, tierno, dulcísimo de la vida.

José Luis Cano. Otoño en Málaga y otros poemas (1949-1954).

miércoles, 20 de agosto de 2008

Cansancio

De la tierra me sube este cansancio,
esta fatiga de caminos.
La tierra es vieja, el hombre es viejo y lleva
caminando ya muchos siglos.
La vida es sólo una angustiosa marcha,
la tierra no tiene cobijo.
El hombre pasa y pasa. Por los campos
se suceden el hielo y el lirio.
El hombre pasa. El sol de agosto encierra
su oro en las torres de los trigos.
El hombre pasa. Gélidos rebaños
pastan en prados decembrinos.
El hombre pasa siempre. El tiempo pesa
sobre el paisaje mudo y frío.

Esta fatiga sube de la tierra,
este cansancio de caminos.

Sobre mi espalda pasan los senderos
que se recorren desde siglos.
Mis pies arrastran otros densos cuerpos
que lastran este cuerpo mío.
Vivir es caminar siempre de sombras
cargado hacia un fatal destino.
Este cansancio que ahora siento, acaso
sea un cansancio muy antiguo.

En el principio de la vida era
un hombre al borde de un camino.

Leopoldo de Luis. Los imposibles pájaros (1949).

martes, 19 de agosto de 2008

(Recuerdo infantil)

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia en los cristales.

Es la clase. En un cartel
se presenta a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado. Soledades. Galerías. Otros poemas (1907).

Nuevamente blogueando

después de un pequeño descanso (sí, es un tópico pero ocho días no es mucho que digamos).

A currar.

Alegría.

domingo, 10 de agosto de 2008

Vacaciones


por Forges, hoy en www.elpais.com.

Hasta pronto.

Quimera

Una atracción interna me impele a las alturas
llenándome de una aspiración de vuelo:
espiritual deseo secreto en las criaturas
que muestran en su forma una expresión de anhelo.

Como el retoño busco las regiones más puras
y la pródiga Tierra me alimenta en el suelo;
yo soy como la escala que asciende a las alturas:
el anhelo infinito de unirse con el cielo.

Madre Tierra, yo sé que mi sueño es tu sueño,
que no hay en mí un impulso ajeno de tu empeño;
que esta suprema ansia toda viene de ti.

Y mientras en tu seno perenne se reanima,
yo espero que mi anhelo alcanzará la cima
o que quizás el cielo descienda sobre mí.

Mariano Brull. La casa del silencio (1916).

sábado, 9 de agosto de 2008

Fuera del mundo

Acabado el placer, ¿no es la tarde más viva
un cazador perdido que se queja en el monte?
La luz, a la deriva
como la irrescatable línea del horizonte

siempre en fuga: se extingue en los objetos esa
claridad enguantada de los laboratorios
de noviembre. No pesa
morir entonces: cuando resultan abalorios

las joyas, y deprime una indolencia mansa
de gusanos de seda tejiendo sus capullos.
Y cada cosa cansa
como un joven endeble, vergüenza de los suyos.

Justo Navarro. Un aviador prevé su muerte (1986).

viernes, 8 de agosto de 2008

Vers l'ennui

but who is that on the other side of you?

Entonces era el mundo. Qué grande parecía.
En el límite mismo del verano, qué dulce
el tiempo que se abría, la luz indeclinable.

Entre el pinar y el río se extendían los huertos:
los pequeños retazos de maizales y habares
bailaban agolpados bajo el oro de junio.

Inventar cada día las cosas, empaparse
del sol, buscar los nombres del grillo y de la arena,
del hinojo fragrante, del cangrejo, del cuarzo.

Y el regreso: la tarde nos devolvía al sueño
por estradas de polvo y escoria triturada,
dóciles a las voces cercanas del cansancio.

Pero yo te sentía. Tú venías conmigo,
ángel del tedio, hermano, arrojando tu sombra
sobre las zarzamoras, tu sombra abominable.

Jon Juaristi. Diario del poeta recién cansado (1985).

jueves, 7 de agosto de 2008

[Amor constante más allá de la muerte]

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo. El Parnaso español (1648).

miércoles, 6 de agosto de 2008

Canto el yo

Canto el yo, persona simple, separada;
No obstante, pronuncio la palabra democrática, la palabra En Masa.

La fisiología de la cabeza a los pies, yo canto,
Ni la fisionomía sola, ni el cerebro solo, son dignos de la Musa; digo que el Cuerpo completo es más digno,
A la Mujer igual que al Hombre, yo canto.

De la Vida inmensa en la pasión, en la elasticidad, en la fuerza,
Alegre, para la más libre acción formado según las leyes divinas,
Canto al Hombre Moderno.

o en el original

One's Self I Sing

One's Self I sing, a simple separate person,
Yet utter the word Democratic, the word En-Masse.

Of physiology from top to toe I sing,
Not physiognomy alone nor brain alone is worthy for the Muse, I say the Form complete is worthier far,
The Female equally with the Male I sing.

Of Life immense in passion, pulse, and power,
Cheerful, for freest action form'd under the laws divine,
The Modern Man I sing.

Walt Whitman. Dedicatorias. Hojas de hierba (1855-1892).

martes, 5 de agosto de 2008

Palabras para Julia

A mediados de los sesenta José Agustín Goytisolo escribió el bellísimo poema Palabras para Julia. No lo publicó hasta 1979 en el libro Palabras para Julia y otras canciones.

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno,
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname, no sé decirte
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Inmediamente a su composición Paco Ibáñez lo adaptó, maravillosamente, y obtuvo un rotundo éxito. Luego también lo cantaron Rosa León, Mercedes Sosa, Los Suaves, he de reconocer que me encanta, y Kiko Veneno-Muchachito-Peret. Este es un vídeo con la interpretación que hizo Paco Ibáñez en el Palau de la Música de Barcelona en 2002.



Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable,
interminable.

Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido,
no haber nacido.

Pero tu siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti,
pensando en ti,
como ahora pienso.

La vida es bella ya verás,
como a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos.

Un hombre solo, una mujer,
así tomados, de uno en uno,
son como polvo, no son nada,
no son nada.

Entonces siempre acuérdate,
de lo que un día yo escribí,
pensando en ti, pensando en ti,
como ahora pienso.

Nunca te entregues, ni te apartes,
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo,
y aquí me quedo.

La vida es bella ya verás,
como a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos.

Y siempre, siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí,
pensando en ti, pensando en ti,
como ahora pienso.

lunes, 4 de agosto de 2008

Primera noche

Estábamos solos, abrazados
a la brisa que a sí misma se abraza,
al deseo en los párpados del mar.

La luna arriba, más delgada
que las palabras
desprendidas de un sueño oscuro y sin palabras.

El dorso de la mano en la mejilla,
la palma en la raíz de la cintura.
"Respiramos", dijiste, "el sueño de la arena".

Solos, abandonados en la noche,
sin otra luz que la de las palabras
en un cielo sin luna.

"En el amanecer seremos devorados
por el grito feroz de las gaviotas,
palmas y labios, cuellos, todo carne delgada para el sol".

Rafael José Díaz. Los párpados cautivos (2003).

domingo, 3 de agosto de 2008

[Mientras por competir con tu cabello]

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente.
antes que lo que fue tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora. Sonetos (1582).

sábado, 2 de agosto de 2008

Esta infinita y patética belleza

El comienzo del verano y la noche
yace como un cuerpo herido
que la aurora no consigue desvelar.
Recorro la ciudad
taconeando
en las aceras agrietadas
con mis viejas botas
de Valverde,
tan cansadas como yo
del incesante embate
de cascos rotos y batallas.
Un contenedor
arde solitario en una esquina
ante los ojos embotados
de un borracho
que no se sabe que lo está.
No hay policía.
Y es extraño.
Dos mecánicos amantes
se palpan las partes
con gestos agotados
que ni siquiera el último
tiro de nieve emponzoñada
es capaz de revivir.
Parpadean los semáforos
tintineando en huérfana advertencia.
Y no hay sencillamente estrellas
que me valgan.

Leopoldo Alas. Arde Babilonia (1994).

Otro gran poeta que desaparece. Leopoldo Alas fue también un todoterreno: poeta, novelista, cuentista, dramaturgo, articulista, ensayista y hasta algún libreto de ópera. Dirigió la revista de poesía Signos (1987-1992) y desde 2004 presentaba un programa radiofónico.
Seguiremos leyéndolo.

viernes, 1 de agosto de 2008

La rosa amarilla

Se encendió una rosa fulgurante
afuera de la ventana,

ha estallado una rosa,

parecemos las víctimas del incendio,
azorados, ávidos de su belleza.

Ahora todo tiene
color, contraste, vuelo.

Vengan a ver la rosa, vengan,

tiene un grito amarillo despiadado,
es un lujo, es una enhiesta vara
para golpear al cielo,
vengan a la rosa amarilla
que nos dejó perplejos,
vengan a ver la rosa mía.

Alejandro Aura. Poeta en la manaña (1991).

El estupendo poeta y dramaturgo, y cuentista, y ensayista, y bloguero (www.alejandroaura.com), y... falleció anteayer en Madrid.
Nos queda su palabra.