Acabado el placer, ¿no es la tarde más viva
un cazador perdido que se queja en el monte?
La luz, a la deriva
como la irrescatable línea del horizonte
siempre en fuga: se extingue en los objetos esa
claridad enguantada de los laboratorios
de noviembre. No pesa
morir entonces: cuando resultan abalorios
las joyas, y deprime una indolencia mansa
de gusanos de seda tejiendo sus capullos.
Y cada cosa cansa
como un joven endeble, vergüenza de los suyos.
Justo Navarro. Un aviador prevé su muerte (1986).
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