lunes, 4 de agosto de 2008

Primera noche

Estábamos solos, abrazados
a la brisa que a sí misma se abraza,
al deseo en los párpados del mar.

La luna arriba, más delgada
que las palabras
desprendidas de un sueño oscuro y sin palabras.

El dorso de la mano en la mejilla,
la palma en la raíz de la cintura.
"Respiramos", dijiste, "el sueño de la arena".

Solos, abandonados en la noche,
sin otra luz que la de las palabras
en un cielo sin luna.

"En el amanecer seremos devorados
por el grito feroz de las gaviotas,
palmas y labios, cuellos, todo carne delgada para el sol".

Rafael José Díaz. Los párpados cautivos (2003).

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