jueves, 28 de agosto de 2008

Melodrama

La tarde esmerilada de naranjas y hielo
semeja una piscina: nítida luz de arpones
tan móvil como zumo. Desde los almohadones
la tarde nos parece sólo un amable vuelo
de cuchillos. Nadamos. Sobre los trampolines
agitamos linternas. Las hamacas de rayas
húmedas nos abrigan: ¿no recordáis las playas
de hace más de diez años? Alguien en los jardines
ha visto un animal del que no sabe el nombre.
Lo persigue. La orqueta toca una bailable, ausente.
Ofrece cada objeto -dulce, aunque nos asombre-
su claridad: qué limpia plenitud. De repente
alguien recibe (y todo se volverá ilusorio)
una llamada oscura desde algún sanatorio.

Justo Navarro. Los nadadores (1985).

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