miércoles, 30 de septiembre de 2009

[La vida no es hermosa, no. La vida]

La vida no es hermosa, no. La vida,
su cósmico dolor, sobre mí pesa.
La vida es una inmensa sombra espesa
que envuelve al alma, en carne ya dormida.

De noche el cielo ¿qué es sino una herida,
un vasto hueco, una profunda huesa
adonde irá a parar el alma, hoy presa
también en esta noche estremecida

del cuerpo, en este hueco, en esta hondura,
sí, en este abismo de la carne, acaso
más hondo todavía que el del cielo?

Oh vida entre dos simas de locura.
Doble noche del hombre a cielo raso
que vive erguido a ciegas en su anhelo.

Vicente Gaos. Sobre la tierra (1945).

martes, 29 de septiembre de 2009

[A ti la siempre flor, la siempre viva]

A ti la siempre flor, la siempre viva
raíz, la siempre voz de mi desvelo;
a ti la siempre luz, el siempre cielo,
abierto a dura piedra y verde oliva.

A ti la siempre sangre fugitiva
de cuanto en ti no halló razón y celo;
a ti mi siempre verso, el siempre vuelo
del torpe corazón y ala cautiva.

A ti mis pensamientos aguardando
antes de amanecer a que amanezca,
para montar su guardia a memoria;

a ti mis dulces sueños entornando
puertas al alba porque no amanezca,
y se pierda en la luz tu tierna historia.

José Antonio Muñoz Rojas.

Unos versos para el recuerdo del poeta, fallecido hoy casi a los cien años.

domingo, 27 de septiembre de 2009

De la renuncia

Si con el tiempo muere la quimera
de buscar una luz que nunca es nuestra,
si los sueños se tornan negra sombra
bajo un cielo cerrado de tormenta,
si el lugar del amor es la amenaza
y su desnudo un brillo de monedas,
si el placer no nos basta y la costumbre
es ese espejo roto, sin belleza
dobléguese la vida y que la vana
memoria del silencio sea tu herencia
escrita en el final que nos condena.

José Gutiérrez. De la renuncia (1989).

sábado, 26 de septiembre de 2009

En el principio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero. Pido la paz y la palabra (1955).

martes, 22 de septiembre de 2009

En el garaje

Mi sombra se derrama por el suelo
como una gran mancha de grasa de motor.

Deformado e inmóvil su cuerpo se dibuja;
ajena entre las luces
no sabe deshacer su oscura realidad,
su desnudez rojiza de llanto enmudecido.

Si mi sombra decide no moverse,
me quedaré con ella
leal a ese horizonte que anhelaba,
que quería alcanzar en su viaje
de cielo imaginado.

Mi sombra quiso ser infinito,
renacer con el sol, ser luz de plata.

Hoy vive derramada por el suelo,
infeliz para siempre en su derrota,
convertida en la sangre de los coches
que envejecen conmigo.

Ana Merino. Los días gemelos (1997).

domingo, 20 de septiembre de 2009

Vuelo antiguo

El vuelo de esta avispa
en el azul del aire, contra un fondo
de cipreses y falsas
columnas medievales, mientras Paula
desanuda con paso
azorado el jardín
y advierte fugazmente cada tronco,
la trama ensimismada
de setos y empedrados,
viene tal vez
de muy lejos, de un tiempo
anterior a los tiempos que recuerdo,
cuando el simple existir
de las cosas
se imprimía en los ojos
con limpieza, y el vuelo recto
y absorto de la avispa
era tan sólo acción y asombro,
humilde acontecer
como este fondo azul
que afirma a los cipreses
de repente crecidos,
igual que ahora Paula
con andar más tranquilo
se acerca hasta sus troncos
y levanta los brazos
(niña avispada)
respondiendo feliz a su saludo.

Jordi Doce. Gran angular (2005).

jueves, 17 de septiembre de 2009

Ciervo

Mientras los niños ríen en la plaza
se mueren los mayores.

Tu juventud fue extraña.

Viste pasar de largo la locura;
era la solución a toda incógnita.

También rozaste el vicio
de la ciega bondad.
Y en un escalofrío de placer
te habló de los pecados.

Bordeaste aquel lago tan cerca de la orilla.

Muy callado, muy dentro del futuro,
comprendes la importancia de la ruta.
Y cualquier decisión siempre admite mejora.

Pero tú sabes bien que fuiste joven,
aquel fue un paraíso atolondrado.

Escoges, como un ciervo,
el rumbo de las huellas.

Lorenzo Plana. La lenta construcción de la palabra (2005).

domingo, 13 de septiembre de 2009

Cuando el amor inventa laberintos, alguien se tiene que perder

Tras tanto viaje inútil, después de tantas tentativas de fuga, sin saber con certeza qué y adónde buscar, sin otras convicciones que la de haber escrito sobre lo que viví, o he visto (a menudo, también, sobre lo imaginado o por vivir), tantas frases vacías o escasamente necesarias, ahora, de improviso,vuelvo a sentir cada palabra como un acto de amor. Las alas raramente dejan huellas. Se mueven con la precisión de un dardo, la nostalgia de un fuego donde la voluntad crepite como bajo un difuso cielo de celofán. Y espero. Hay una tierra remota, de voces muy oscuras, de cristales sin cuerpo que hunden sus raíces en la noche. Amo cada palabra porque me obliga a construir los límites de mi silencio, como la yedra construye su fidelidad, su sueño, su armonía, o la espuma rompe sobre la cresta del acantilado tanto en la calma como en la tempestad. Amo los sitios donde la luz fue nuestra, el color de sus nombres, y amo también los que no vimos, porque habrán de obligarnos a inventar sus contornos, y su pequeña historia, y unos pocos recuerdos con que volverlos habitables. Amo, incluso, la muerte, esta forma de muerte, porque obliga a vivir.

Jenaro Talens. Proximidad del silencio (1981).

sábado, 12 de septiembre de 2009

Antes

La casa aquella, corazón sin dueño,
late en la lluvia y en el viento...
Alguien que ha urdido en los rosales
la red de un pensamiento.

¡Ay!, aquel corazón tenía su dueño
y aquel latido seguía su diapasón.
Un día...

Aún no tenía la casa arrugas,
ni cicatrices, ni temor.
Otro día...

El sol la veía blanca, y más
la luna la veía.

Anduvo allí mi inquieto desaliño;
mi canción sin palabras
que el eco repetía como un niño,
y que yo repetía como un eco.

Y quién sabe si entonces la ignorancia
de mi juego ponía
en sus mejillas el mejor adorno;
y un íntimo candor
a ella, que sonreía
asomada y absorta en la distancia.
¡Y quién sabe si entonces era mi corazón!...

Xavier Villaurrutia.

jueves, 10 de septiembre de 2009

[Soneto X]

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas
dulces y alegres, cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por término me distes,
llevadme junto el mal que dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir en memorias tristes.

Garcilaso de la Vega (1501?-1536). Publicado en 1543.

martes, 8 de septiembre de 2009

[Ahora sé que sólo]

Ahora sé que sólo
una forma del miedo
es la esperanza.

Una forma
del miedo.

Es ancha sin embargo
y nos cobija.

Y no quema su sombra.

Ada Salas. Lugar en la derrota (2003).

lunes, 7 de septiembre de 2009

Blues del viejo uniforme

El viejo jean, las botas, la chaqueta
de pana, la ilusión..., viejo uniforme
que cubría del frío de otro invierno
la integridad en un corazón más joven.
Ya no dice lo mismo, aunque lo siga
colgando de una percha cada noche,
como un hombre de Lee que se resiste
a entender que ganó la guerra del Norte.

Javier Salvago. Variaciones y reincidencias (1985).

sábado, 5 de septiembre de 2009

Se trata de algo positivo

Hoy, por ejemplo, estoy más bien contento.
No sé bien las razones, pero por si acaso anoto:
Mi estómago funciona,
mis pulmones respiran,
mi sangre apresura me empuja a crear poemas.
(Solamente -¡qué pena! no sé medir mis versos.)

Pero es igual, deliro: Rosa giratoria
que abres dentro mío un espacio absoluto,
noche con dos cabezas
de cristal reluciente,
velocidades puras del iris y del oro.
(Solamente -¡qué pena!- estoy un poco loco.)

Mas es real, os digo, mi sentimiento virgen,
reales las palabras absurdas que aquí escribo,
real mi cuerpo firme,
mi pulso rojo y lleno,
la tierra que me crece y el aire en que yo crezco.
(Solamente -¡qué pena!- si vivo voy muriendo.)

Gabriel Celaya. [1945]

martes, 1 de septiembre de 2009

[Caigo en tu cabellera]

Caigo en tu cabellera
Si tuviera cien dedos
los perdería gozoso en ese país de anillos

Se va mojando el aire
sonríes
brilla un pálido
pliegue
y arde el sur en el cuello de las botellas
..............................................................................
Descubres como un naipe no usado la mirada

Juan Carlos Suñén. Para nunca ser vistos (1988).