martes, 25 de mayo de 2010

[XXIII]

(VENTANA)

La ventana
con vistas al desnudo
donde aún sobrenada un seno solitario,
se prolonga imposible la tristísima
longitud de una media abandonada,
y los gatos erráticos,
lás pálidas botellas,
la lámpara encendida, moribunda señora,
en rigor para quién.

José Ángel Valente. Treinta y siete fragmentos (1972).

viernes, 7 de mayo de 2010

A mano armada

A mano armada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada,
otros
apoyan en mi espalda,
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.

Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver más hondo
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.

Ángel González. Breves acotaciones para una biografía (1971).

martes, 4 de mayo de 2010

[Si después de llorar has de vivir]

Si después de llorar has de vivir
y tus lágrimas fueron de morir
y no mueres, por ser flexible acero
la astucia oculta tu amor entero,

y si escondido llamas desleal
a memoria que mata, y no es cabal
tu olvido, y te combaten sin figura
recuerdos que no quieren sepultura,

y si te salen sombras al camino
reclamando lugar en tu destino,
y recelo que de ti se esconde
a angustiada pregunta no responde,

y si sabes de voces sin palabras
que te piden albergue, y que no abras
dice el miedo a espantar la certidumbre
que anida en peñas de insegura cumbre,

no estás vivo ni muerto, sino en trance
de morir y nacer, y no hay avance
posible si no mueres por completo
una vez en tu vida, sin secreto

para nadie que viva en tu interior
con el diáfano rostro de amor,
y si muriendo así no lloran ellos
en silencio, no lágrimas, destellos

que iluminen tu gracia moribunda
y con su luz eviten que se hunda
en rencoroso lago de no ser
tu esperada figura y el quehacer

que te cumple. Y yo te enviaría
mis águilas después de tu agonía.

Rafael Dieste. Rojo farol amante (1936).