Si después de llorar has de vivir
y tus lágrimas fueron de morir
y no mueres, por ser flexible acero
la astucia oculta tu amor entero,
y si escondido llamas desleal
a memoria que mata, y no es cabal
tu olvido, y te combaten sin figura
recuerdos que no quieren sepultura,
y si te salen sombras al camino
reclamando lugar en tu destino,
y recelo que de ti se esconde
a angustiada pregunta no responde,
y si sabes de voces sin palabras
que te piden albergue, y que no abras
dice el miedo a espantar la certidumbre
que anida en peñas de insegura cumbre,
no estás vivo ni muerto, sino en trance
de morir y nacer, y no hay avance
posible si no mueres por completo
una vez en tu vida, sin secreto
para nadie que viva en tu interior
con el diáfano rostro de amor,
y si muriendo así no lloran ellos
en silencio, no lágrimas, destellos
que iluminen tu gracia moribunda
y con su luz eviten que se hunda
en rencoroso lago de no ser
tu esperada figura y el quehacer
que te cumple. Y yo te enviaría
mis águilas después de tu agonía.
Rafael Dieste. Rojo farol amante (1936).
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