Murió en mitad de un verso,
cantándole, floreciéndole,
y quedó el verso abierto, disponible
para la eternidad,
mecido por la brisa,
la brisa que jamás concluye,
verso sin terminar, poeta eterno.
Quién se muriera así
al aire de una sílaba.
Y al conocer esa muerte de poeta,
recordé otra de mis oraciones.
"Quiero vivir, morir, siempre cantando
y no quiero saber por qué ni cuándo."
Si, en el seno del verso,
que le concluya y me concluya Dios.
Gerardo Diego. Cementerio civil (1972).
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