Insaciable,
entré en tu edad madura, en la maleza,
busqué el tenso bambú, la carne cimbreante,
con el designio de un tardío acoso,
y como el sueño no era sino un viaje
cuyo mayor dolor es el regreso,
hacia la tapia fulgurante y ciega
acompañé tu imagen, sufrí su maleficio,
oh misteriosa y húmeda concavidad vacía,
cuerpo más que la aurora vacilante,
desolación para los que esperábamos,
tras noches de ansiedad, siglos de entrega.
Carlos Sahagún. Primer y último oficio (1979).
2 comentarios:
Estoy solo en esta negra oscuridad,
dándole vueltas a tu persona en mi cabeza,
mientras sufro otra noche de insomnio,
otra noche blanca y espesa.
Luz radiante cuando te veo
y luego oscuridad cuando desapareces ante mí.
El sol divertido y fugaz
en cada uno de los rincones del cielo,
seguido después
de la más negra de las noches,
el silencio de las estrellas,
el viento que agita mis pensamientos
y me indica que regresas
para verte,
para sentirte,
para sufrir otra noche de insomnio.
Mis palabras resbalaron sobre ti,
como lo hicieron las hojas muertas de los árboles,
en el mismo instante que te hablé.
Y ahora no te hablo,
no me hablas.
Silencio.
Me miras con esos ojos sin lustre,
con esa impermeabilidad en palabras.
Estupendo poema Mario.
Un abrazo.
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