No quiero que derrames tu lamento
mientras haya una lengua encarcelada,
si no tienes una mano derrotada
porque llueve en tu sangre fuego lento.
¡Que tus llantos naveguen sin acento
naufragando en la arena atormentada
para ser muro firme en la hondonada
donde crece esa herida que yo siento!
Caluroso a la nieve des tu mano,
al alto tronco cuyas ramas quiebran
cuando florece tu temor en vano.
¡Que tus brazos derrumben mordeduras
mientras hilos de luz juntos enhebran
amargos dedos por batallas duras!
Adolfo Sánchez Vázquez. El pulso ardiendo (1942).
2 comentarios:
Sencillamente, precioso.
Tantos poetas perdidos con tantos poemas preciosos. Nos hacen falta más vidas para disfrutarlos.
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