Hay que tener llorada la palabra
para poder decirla dignamente.
Hay que tenerla en ascua, tan candente
que se nos meta por la carne y abra
boquetes luminosos, compañías.
Hay que tener perdida y encontrada
la palabra en la sangre, revelada
entre olvidos y muertos con los días.
Hay que haberse comido a cruz y penas
la palabra, vacío de bochorno,
para recuperarla por las venas
mellando la navaja con hombría.
Hay que tener cociendo, al rojo el horno,
la palabra y el pan de cada día.
Ramón de Garciasol. La madre (1958).
3 comentarios:
Muy bueno, de antología.
Hay que tener la palabra vivida. Las palabras son actos.
Un abrazo.
Bellísimo, desde luego. Un gran poema de un poeta poco conocido.
Un abrazo.
Poco no, desconodido a todas luces, cuanto menos para mi.
Un canto a todo lo que haga con pasión.
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