Grandes placeres en la ciudad del limo y la marea
sobrevivieron a raíz de las explosiones.
Acaso esperada fuese la terrible sinrazón de lo irascible,
cuando el tumulto abriera
la vieja costumbre recelosa del dolor ya olvidado.
Por eso se lanzaron, en una masacre popular,
hacia las playas.
Allí cavaron hoyos para el buscador de ovas,
para el buscador de nácar y coquinas,
para el joven que cultivó algas en días de asueto
y murió virgen como la mar;
hoyos para el rastero oculto en noches de almejas,
del cálido mar, fuente del mar
sin bóvedas de los hospitales,
mientras las cuadrillas de voluntarios al desastre
recogían los últimos gozadores del festín
ebrios de amor, cantando.
José María Velázquez. Ritos (1971).
No hay comentarios:
Publicar un comentario