lunes, 19 de mayo de 2008

Escalera de caracol

Memoria es un chaval con los daños crecidos.
La edad que en sus recreos repasa las cartillas
jugando al escondite con el balón del tiempo.

La ciudad de mis charcos y ese parque
donde perezas tristes de los cisnes
convencieron al agua la añoranza
de este niño que clama mi hombre enfermo.

Los pies al borde justo de una inmensa caída.
En picado las alas de la mirada adulta.

Ha cesado la lluvia, resucitan
los mismos caracoles su otra altura.

De cuando en cuando el sol y las carreras
de todos los muchachos al encuentro
de la magia escondida en los ladrillos.

A coro la canción y sobre el duende
sigilo de las tapias los deslices
de aquella procesión de calendarios
prendidos al barómetro del día.

Regresar es a veces, sin quererlo
una siesta de luz y un doble filo.
De caracol las escaleras,
bajar mudos, temblando, más despacio,
dejar la húmeda estela en los peldaños,
provocar el aplauso de los ojos
y abrigando en la concha la otra historia
asomarnos desnudos al vacío.

No hay vértigo más hondo
que un mirar sin ser vistos
por el niño que fuimos.

Fernando Beltrán. Ojos de agua (1985).

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