En medio de un calor boca de infierno
con sol en maremoto y fruta sin aliento,
comer el cuerpo vivo entre la música
del aire abrasador y junta lenguas
para mayor agua. Viñas de slip azul
y liquen en tobillos, y cántico de pelo
negro sobre los ojos más bellos del verano.
Morder la dura esencia de la carne,
donde el agua se escurre y los metales hierven
y comprobar en un rincón (quizá) sobre
la hierba, que el fuego de su piel es leche tibia
y el eros núbil de oro una lengua de uvas,
ahí, en el palacio vello donde quema el agua.
Luis Antonio de Villena. Huir del invierno (1981).
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