La luz siempre madruga
desde la plaza diaria
donde se detiene el asombro
puntual de todo lo que existe
y por eso tú lo sabes
caminas hasta allí
y acaricias a un pájaro
y es el calor tan dentro del abrigo
y tan exacto
como aquel árbol indolente
y ajeno
que no repara en el trasiego
pero contempla
como el hombre que no sabe nombrarlo
pero que mira
como estás tú mirando
y es el oficio de esta tierra
redonda
lo que habita esta plaza que deviene
frente a tus ojos
trasunto vivo
de la contemplación.
Enrique Ortiz. Extraño abordaje (1993).
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