Desde las más borrosas lejanías, llegaron
a este país de piedra dura y sol.
Llegaron sonrientes, exhalados,
voraz el ojo y adormida el alma,
y comenzaron a pisar paisajes,
viejas iglesias, arcos rotos, puentes,
termas romanas, generosos caldos,
lengua española viva,
sin concederse tregua,
sin dar descanso a su codicia,
hasta que un día, ahítos,
volvieron a sus casas, a su historia:
"Bello es el mundo -comentaron- bello".
El viento del invierno, sabiamente,
fue rayendo sus huellas del camino
y preparó otra vez la primavera.
(Otra vez la verdad, pisoteada.)
Mariano Roldán. Ley del canto (1970).
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