Cuando acabado este horror nos vean cómo somos,
cómo vivimos, atrincheradas masas,
pálidos hacinamientos que se agitan,
ese aspecto que acaso nos descubran tan sórdido,
por lo que fuimos, perros del momento,
una carne aplastada por palabras hirientes
ese ladrar herido que sonará en el aire,
¿qué harán con vuestro resplandor feroz
cuando sepan mañana que quisimos hablarnos
y no dejasteis sobre las bocas
más que el impacto armado de vuestros pies?
Juan Gil-Albert. Candente horror (1936).
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