jueves, 23 de abril de 2009

Vieja ciudad

Tal vez aquí llegué
a través de mi noche, vadeando
ríos de afanes muertos.

O tal vez soy mi sombra y aun cantan
en la noche del tren
las irrompibles cuerdas, relámpagos atados,
de mis violines ebrios.

La sombra de esa vieja ciudad no me saluda.
Mas no he de preguntarle...
Sobre desnuda sombra he de morir naciendo
y he de ser aventura
y riesgo e no ser quien soy,
fuera de mí cambiando de figura

para ser, bajo estrellas coléricas, la rígida
sentencia de estas fuentes
heladas, y en silencio
de plaza en que se cruzan evasivas,
verme de pronto inesperado y sin sentido
para la plaza y para el plan
de un supuesto destino,

y ver mis altas nieves,
entre redondos cantos de un callejón siniestro,
puestas en breve y sorda y acabada cifra,
sin otros horizontes
que los del muro ciego.

Es duro sí, tal vez mortal, buscar de nuevo
melódica razón
o capricho frenético
desde cada ciudad al universo.

Rafael Dieste. Rojo farol amante (1936).

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