viernes, 12 de abril de 2013

Poema de los muertos vivos

El agua del espejo, más helada,
nos dice la verdad: somos los muertos.

Dámaso Alonso.

Hay un muerto viejísimo por dentro de mis venas,
un muerto tan antiguo como mi triste vida.
Un muerto sollozante que me vierte la espuma del mar de su carrera interminable.

Hay un muerto enfrentado con esta carne viva
que piensa y que se estruja, que se cae a pedazos.
Un muerto que divide mi ser en dos mitades
y me dice al oído que más allá no hay nada.

Los hombres somos vasos de hiel y somnolencia
donde la muerte escancia su germen nutritivo.
Por dentro de las venas nos corren mil caballos
hambrientos de los prados para que el alma paste.
Un muerto nos navega, maduro de silencios,
sobre la carne exhausta de su morir viviendo. (Los muertos son las ramas desgajadas del árbol tenebroso de la vida.

Y ese muerto horroroso que llevamos los hombres
igual que el tren correo lleva un furgón de cola,
descifra la ironía de su postrera mueca
cuando el último salto le hizo caer de bruces.

Un muerto que se agarra a nuestra carne anémica
y aprieta nuestro pulso y nos rasga los tendones.
Un muerto que se ríe de nuestro amarla vida,
y es tan antiguo, acaso, como el latido nuestro.

Los hombres somos almas clavadas en el marco de la oscura ventana de la noche.
Los hombres somos ruinas antiguas y olvidadas
por donde se patinan las blandas ligaternas.
Igual que un vaso roto tirado a la basura
con nostalgia de vinos y labios de borrachos.

Un muerto nos galopa vertiéndonos la espuma de su boca alocada en la carrera.
un muerto que divide al hombre en dos mitades
y nos dice al oído que más allá no hay nada.

Y ese muerto terrible, mezcla de vivo y muerto,
que hace que nuestro cuerpo aún sea vertical,
un día no lejano, un día como todos,
un día exactamente lo mismo que otros días,
doblegará esta carne cansada de estar muerta,
nos perderá en el hondo recodo de la muerte.

Los hombres somos luces clavadas en la noche
igual que un fuego fatuo ardiendo en las tinieblas.

Los hombres somos muertos cansados de estar vivos.

Gabino Alejandro Carriedo. El cerco de la vida (1946-7).

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