Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de mis ojos
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Emilio Prados. Cuerpo perseguido (1927-1928).
2 comentarios:
Este poema lo tenía colgado en la pared de mi casa de París... ¡Gracias por hacerlo aparecer en mi vida de nuevo!
Vanesa PS
París, la ciudad más bella del mundo. Qué suerte haber vivido allí.
Gracias a ti por visitar Verso sobre verso.
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