martes, 28 de julio de 2009

El territorio de la nada

El territorio de la nada es a veces el más ines-
perado.
Un espacio tan ferozmente habitado como el
metro,
donde la lectura del periódico o la novelita rosa
pueden coexistir con el orgasmo más frenético
y los rostros no ocultan su cansancio y su odio.
Pero es allí, en el trepidante vagón
donde la contemplación estática de un anuncio
obsoleto
-"se prohíbe fumar", "no obstruyan las puer-
tas"-
va sumiéndose en un arrobamiento semejante al
limbo
que desaloja todo mi existir.
El pensamiento se evade sigilosamente,
consciente acaso de su falacia inútil,
la cortina del párpado vuelve sombra la luz
y la piel toma la inmovilidad de la roca,
mientras la apretada masa de los viajeros
parece esperar sólo la violencia del grito libe-
rador
o el choque súbito que dé el sentido a su existencia.
Y es entonces cuando me siento beatíficamente
instalado en esta nada,
que mi cuerpo asume sin esfuerzo,
feliz con su propio desalojo,
mientras, como en una pequeña galaxia,
voy resbalando por el espacio puro del Gran
Cero,
y escucho el sonido gris de la Nada,
y palpo a ciegas su irrisorio cuerpo.

José Luis Cano. Poemas crepusculares.

No hay comentarios: