Veo cruzar el pájaro pausado
por el aire, que apenas dividido
se suelda sin estela de sonido
en su cristal ardiente y deslumbrado,
y un arroyo, que mudo e ignorado
en el valle perdido
minimiza el caudal de su latido
y lo conduce al arenal quemado.
Ave y arroyo son mi compañía,
y su vuelo y fluir faltos de historia,
nunca pensado ni jamás oído,
escriben que es bastante melodía
el cofre sin abrir de la memoria
y el laberinto ciego del sentido.
Guillermo Carnero. Divisibilidad indefinida (1990).
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