Advierto que he olvidado al niño que yo fui,
y acaso ese niño ya haya muerto.
En vano miro unas fotografías,
que amarillean sin provocar recuerdos.
Pantalón corto,
blanca y sin corbata la camisa.
De la mano,
de la que fue mi madre.
En una plaza innominada y fría
junto a una fuente seca, serio el rostro,
encogido, ante ese ojo ciego
del artista del cliché callejero.
Y al lado de unos árboles, sin hojas ni color,
abrigo de botones, largo como el invierno,
y botas de cordones y calcetines gruesos.
Una vez y otra lo intento, me concentro,
y no alcanzo el encuentro.
Lo perdí, me he perdido.
Cortadas mis raíces, borrada la memoria,
soy sólo un hombre engastado al vacío,
sin derecho al mañana,
con el ayer huido.
Pedro Crespo. País de naipes y relojes (1984).
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