lunes, 4 de mayo de 2009

Que su terror no infecte al nuestro, loba

Asómate. Ven a mi lado. Observa.

Se defienden del pánico del ser
con leyes y teorías, propiedades, legajos,
sentencias, admoniciones, amenazas.

Creen ser gregarios. Y están solos.

Por los umbríos solares de su edad
yacen llevando encima la errante presunción
que aún suplanta a su túmulo.

Necios, enfermos, soberbios, concluidos,
jamás rugieron en la jaula,
siempre evitaron resollar el placer.


Loba: nuestro terror está lleno de manos.
El suyo, de muñones.

Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978).

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