De nuevo he preguntado;
serenamente al sol, por mi alegría
y otra vez ha escondido
en la noche su voz sin responderme.
Entonces me acerqué misterioso
a la anchurosa boca de la sombra;
pregunté por mi muerte
y me mojé los ojos con su olvido...
Nadie me respondió.
Me volví al mundo...
Ahora ruedo cautivo
en la lágrima de un sueño,
expuesta ya por siempre a la burla de los hombres
la plenitud de mi desesperanza.
Emilio Prados. Jardín cerrado (1946).
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