Si el necesario olvido,
como el contagio de una llama,
tanto más cruento cuanto más tangible,
anuda sus tercos tentáculos
sobre la orilla inmensa de tu alma,
no lo dejes huir, acógelo
entre los muros que te cercan,
búscale un sitio dentro de tu sueño,
jamás le opongas alianza alguna
ni esquives su agresión con su memoria.
Mas si el olvido aquel, como el aliento
del salitre en las rocas, interminablemente
vuelve a surgir al par que escapa
y entre las grietas de los años deja
el sedimento puro de cuanto fue preciso
vivir, de aquello que quizá
constituya la clave y el reducto
de la esperanza humana y es la vida
(precisamente ella)
quien está convirtiéndolo en historia,
alza entonces contra el posible olvido
todo el poder que te transfiere
tu propia libertad, quebrántale
sus torrenciales cláusulas al tiempo,
que en la enterrada cifra
de todo lo vivido, su propio dardo oscuro
será tu más gustosa recompensa.
José Manuel Caballero Bonald. Las adivinaciones (1952).
No hay comentarios:
Publicar un comentario