Sólo el jardín cerrado y la tibia luz ocre.
Él estaba sentado junto a una mesa blanca.
Recordé nuestra cita, hubo presentaciones.
Mencioné algunos nombres, amistades comunes.
Al poco tomó un libro.
En su voz recorría mis lecturas secretas,
hurtaba a mi memoria el ritmo de otras horas,
mis recuerdos ocultos, lo que dije en silencio
y prometí callar, la demora encendida
de leerme en las líneas que alguien me iba dictando.
Escuché. Anochecía. "Hace frío", me dijo.
A mi espalda la verja se cerró quedamente.
Tras las sombras nocturnas reconocí, alejándose,
la velada figura de mí mismo, distante.
Álvaro Valverde. Una oculta razón (1991).
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