Si lo que un hombre quiere es conocerse,
la tierra roja mire, el mar undoso.
Con sol y barro ha germinado el surco,
urdido desde antiguo por la vida.
Arda su corazón entre los símbolos,
acaso nunca escritos, aunque firmes
en el lento fluir de las costumbres.
Si lo que un hombre quiere es contemplarse
en el espejo blando de sus frutos,
celebre el sueño fértil de la luz
que baña con leyendas su memoria.
No fue inútil su viaje, ni la casa
construyeron en vano los que huyeron
de la noche cerrada y de los monstruos.
Quien ama la quietud ama una tierra.
Si un hombre, en el cansancio de sus manos,
en la mirada hueca de sus ojos,
lo que quiere es tan sólo conocerse,
busque su rostro seco entre los surcos
maduros de los huertos y las olas.
Encontrará su patria derramada
entre olivos, cisternas y viñedos,
sobre la amarga piedra del sarcófago.
Vicente Valero. Herencia y fábula (1989).
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